La próxima gran frontera está clara: Marte. Todos los esfuerzos científicos y de ingeniería están puestos en el planeta rojo. Ningún detalle se deja al azar. Hasta la composición de la tripulación tiene su importancia. Y un gracioso no puede faltar.

El típico perfil que existe en cada colectivo humano de cierto numero. El bromista. El que siempre saca una sonrisa a los demás. El que, se supone, crea buen ambiente. Tan claro lo tienen en la NASA que están convencidos de que un gracioso es indispensable para la tripulación que conquiste el planeta vecino.


Su figura se torna necesaria cuando se piensa en las condiciones del viaje. Un grupo de humanos encerrados en una nave espacial durante meses sometidos a una presión extraordinaria, y no nos referimos a la presión atmosférica. Sin la posibilidad de aislarse o salir a dar una vuelta cuando el ambiente se convierte en irrespirable.
 

Cohesión de chiste

La Universidad de Florida es la que ha apuntado a esta necesidad durante una reunión anual celebrada en Washington. Según estos expertos, la labor del gracioso es la cohesionar al grupo. Ayudar a los demás a llevar bien el aislamiento y la presión a base de chistes. Es curioso que los científicos hablen de la necesidad del humor en sus avances. 

También se destaca que aquellos que son capaces de realizar bromas bajo la presión de un viaje especial, están más preparados antes las más que seguras adversidades que surgirán en el trayecto. No se espera que comiencen a reírse de la situación, sino más bien que mantengan la presencia de ánimo necesaria para resolver el problema.  

El fundamento de estas conclusiones es el análisis de comunidades científicas que han pasado mucho tiempo aisladas en lugares como el Ártico. Las más exitosas siempre son las que cuentan entre sus miembros con el típico graciosillo del grupo.