Echarse la siesta con regularidad se asocia a un mayor riesgo de padecer hipertensión y accidentes cerebrovasculares, de acuerdo con una nueva investigación publicada en la revista Hypertension, perteneciente a la Asociación Americana del Corazón. Expertos chinos investigaron si dormir la siesta con frecuencia es un factor de riesgo para el desarrollo de hipertensión arterial y/o ictus, y lo hicieron mediante el análisis observacional de los participantes durante un largo periodo de tiempo y mediante la aleatorización mendeliana, que tiene en cuenta también el riesgo genético.

El desarrollo de la investigación

Los investigadores utilizaron información del Biobanco del Reino Unido, una gran base de datos biomédica y recurso de investigación que contiene información genética, de estilo de vida y de salud anónima de medio millón de participantes del Reino Unido. UK Biobank reclutó a más de 500.000 participantes de entre 40 y 69 años que vivían en el Reino Unido entre 2006 y 2010.

Los participantes aportaron regularmente muestras de sangre, orina y saliva, así como información detallada sobre su estilo de vida. La encuesta sobre la frecuencia de las siestas diurnas se realizó 4 veces entre 2006 y 2019 en una pequeña proporción de los participantes del Biobanco del Reino Unido.

Cabe puntualizar que los registros de las personas que ya habían sufrido un accidente cerebrovascular o tenían presión arterial alta antes del inicio del estudio quedaron excluidos, lo que hizo reducir la muestra a unos 360.000 participantes para analizar la asociación entre la siesta y los informes de primera vez de accidente cerebrovascular o presión arterial alta. Los participantes quedaron separados en grupos en función de la frecuencia con la que dormían la siesta, indicada por ellos mismos: "nunca/rara vez", "a veces" o "habitualmente".

El estudio descubrió que el perfil de persona que dormía la siesta habitualmente era un hombre, con niveles de educación e ingresos más bajos y declarado fumador, que bebía a diario, padecía insomnio, roncaba y se consideraba una persona nocturna en comparación con los otros dos grupos, que nunca la dormían o solo lo hacían ocasionalmente.

Teniendo en cuenta todos los factores, en comparación con las personas que declararon no dormir nunca la siesta, las personas que solían hacerlo tenían un 12% más de probabilidades de desarrollar hipertensión arterial y un 24% más de probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular.

Los participantes menores de 60 años que solían dormir la siesta tenían un 20% más de riesgo de desarrollar hipertensión arterial que las personas de la misma edad que nunca dormían la siesta, según el estudio. Después de los 60 años, la siesta habitual se asoció con un 10% más de riesgo de padecer hipertensión arterial en comparación con los que declararon no dormir nunca la siesta. Aproximadamente el 75% de los participantes permaneció en la misma categoría de siesta a lo largo del estudio.

El resultado de la aleatorización mendeliana mostró que si la frecuencia de la siesta aumentaba en una categoría (de nunca a veces o de veces a habitualmente) el riesgo de hipertensión arterial aumentaba un 40%. Una mayor frecuencia de siesta estaba directamente relacionada con la propensión genética al riesgo de hipertensión.

"Las siestas no son suficientes para compensar eso"

"Esto puede deberse a que, aunque dormir la siesta en sí mismo no es perjudicial, muchas personas que duermen la siesta pueden hacerlo porque duermen mal por la noche. Dormir mal por la noche se asocia con una peor salud, y las siestas no son suficientes para compensar eso", puntualiza el doctor Michael A. Grandner, experto en descanso que añadió la duración del sueño en junio de 2022 como la octava métrica para medir la salud óptima del corazón y el cerebro.

"Este estudio se hace eco de otros hallazgos que en general muestran que hacer más siestas parece reflejar un mayor riesgo de problemas con la salud del corazón y otras cuestiones", añade Grander, director del Programa de Investigación de la Salud del Sueño y de la Clínica de Medicina del Sueño del Comportamiento y profesor asociado de psiquiatría en la Universidad de Arizona (Estados Unidos).