Resulta que Júpiter está cubierto de un color amarillo que, según han detectado científicos de Caltech y el Jet Propulsion Laboratory de la Nasa, es cloruro de sodio, o lo que es lo mismo, la sal que le echamos a la comida.

El hallazgo se ha publicado en la revista Science Advances, y se señala que el océano subterráneo salado de Europa podría parecerse químicamente a los océanos de la Tierra, incluso más de lo que se creía y en contra de otras hipótesis sobre la composición de esas aguas. El descubrimiento se ha conseguido gracias a las imágenes que enviaba la sonda Galileo a mediados de los 90.

El espectrómetro de Galileo encontró agua helada y una sustancia que parecía ser sales de sulfato de magnesio (como las sales de Epsom). Como la capa de hielo es geológicamente joven y presenta abundante evidencia de actividad geológica pasada, se sospechó que cualquier sal en la superficie puede derivar del océano que se encuentra debajo.