El signo de los tiempos. Comer cualquier cosa de cualquier manera en cualquier lugar. Delante del ordenador, a toda prisa. De pie en la barra del bar. Pero este tipo de actitudes nos afectan más de lo que pensamos. A nuestra salud e incluso a nuestra forma de percibir lo que comemos. 

Es lo que han descubierto en la universidad de South Florida. Al parecer, la comida nos sabe peor  que cuando comemos sentados. No es solo que sea más incómodo comer, es que lo que tomamos no tiene el mismo sabor. Es más, tiene peor sabor. O al menos, nos sabe menos.

La clave está en la interacción de dos sentidos que están más relacionados de lo que puede parecer en un principio. Por un lado, el sentido del equilibrio que nos mantiene erguidos, con la postura correcta y orientados en el espacio. Y por otro, el propio sentido del gusto que nos proporciona el sabor y el olor de lo que nos introducimos en la boca. 

Parece que estos dos sentidos no se llevan del todo bien y cuando uno está activo, reduce la sensibilidad del otro. Como, al estar de pie, el sentido del equilibrio predomina (nuestro cuerpo valora no caernos por encima de degustar un plato), el sentido del gusto pasa a un segundo plano en nuestro cerebro. 

Pero existe otro elemento que afecta a este proceso. Estar de pie aumenta los niveles de estrés de nuestro organismo, de nuevo ocupado en mantenernos sobre nuestros pies y la fuerza de la gravedad hace su trabajo. El corazón se ve obligado a latir con más fuerza para llevar más sangre a las zonas superiores, justo donde está el sentido del gusto. 

Esto no lo afecta al gusto. También a la percepción de temperatura y lo que es peor, al volumen de comida que ingerimos. De este modo, comer de pie también contribuye al sobrepeso.