El Instituto de Neurociencias de Alicante, el centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Miguel Hernández de Elche han unido fuerzas para investigar y demostrar en ratones que el sentido del tacto surge en el cerebro antes del nacimiento y no después, como hasta ahora se había defendido.

Acaban de publicar en la revista Science los resultados del estudio, y una de sus autoras, Guillermina López-Bendito, ha concedido a la Agencia Efe una entrevista en la que explica que la superficie del cuerpo humano -dedos, brazos, piernas- está representada en la corteza cerebral en una banda transversal que se denomina corteza sensorial, y en ella, existe un “mapa cartográfico” donde cada parte del cuerpo (dedos, brazos, piernas) ocupa un lugar distinto dependiendo de su uso y sensibilidad; así, las manos son las que tienen la mayor extensión en ese mapa, y en el caso de los roedores, serían sus bigotes, donde tienen el tacto.

Las regiones corporales de ese mapa están conectadas por vías neuronales a su lugar en la superficie corporal, y el tálamo es el encargado de filtrar en el cerebro la información que llega a través de la mayoría de los sentidos, datos que se transmiten a la corteza cerebral con “una extraordinaria precisión”, lo que “nos permite discriminar qué punto del cuerpo está recibiendo un estímulo externo”, resume López-Bendito.

Hasta ahora, se pensaba que este mapa cerebral tenía detrás dos mecanismos, uno genético durante el desarrollo embrionario y otro funcional, que empezaría después del nacimiento.  Sin embargo, ahora se ha descubierto que este último mecanismo no es posnatal, sino que ocurre antes: el cerebro, durante el desarrollo embrionario, es capaz de construir ya de manera autónoma ese mapa.