El año pasado se diagnosticaron en España un total de 32.825 nuevos casos de cáncer de mama frente a los 25.215 de 2012, lo que supone un incremento del 30%, según datos facilitados por la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Los avances médicos han permitido que este tipo de cáncer, el segundo más frecuente en España, tenga una tasa de supervivencia a 5 años superior al 90%. Sin embargo, no podemos bajar la guardia y los datos apuntan a que una de cada ocho mujeres padecerá un cáncer de mama a lo largo de su vida.

Uno de los avances más importantes en 2018 en relación a la investigación del cáncer de mama fue la identificación de la proteína p38 que usa un tipo de cáncer de mama para sobrevivir. Este descubrimiento abre las puertas a nuevos tratamientos a través de inhibidores que bloquean su acción.

En la investigación, hecha por el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona (IRB), participó Begoña Cánovas. Gracias a una beca de ”la Caixa” esta joven bioingeniera pudo completar sus estudios e incluso hacer prácticas en el MIT de Boston, donde compartió pasillos con algún que otro premio Nobiel. Encontramos su historia en Alma, la red social social de "la Caixa".

El talento imparable

Begoña Cánovas siempre ha tenido aptitud para la ciencia y tiene claro que su vocación es la de investigar y querer ir más allá. Una beca de ”la Caixa” premió su talento. Gracias a ella, pudo cursar un máster en Bioingeniería en el Institut Químic de Sarrià (IQS), unas prácticas en el MIT de Boston y un doctorado en el Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona (IRB), donde ahora forma parte de un equipo de investigación sobre el cáncer que está haciendo historia.

“El día que me dieron la primera beca casi no me lo creía. Sentí una gran felicidad y mis padres saltaron de alegría cuando se enteraron. Cuando ves todas las solicitudes, te sientes como si fuera una lotería y crees que nunca te va a tocar, pero vale la pena intentarlo”, recomienda. Y es que, de no haber confiado un poco en sí misma, jamás hubiera podido compartir los pasillos del MIT con algún que otro premio Nobel. “Allí aprendí muchísimo como científica y como persona”, nos cuenta.

Pero, sobre todo, de no intentarlo, puede que jamás hubiera contribuido al gran hallazgo científico del que ha formado parte durante su posdoctorado: su equipo de investigación descubrió que cancelando la acción de la proteína p38, una especie de salvavidas encargado de proteger las células tumorales en el cáncer de mama, las terapias son mucho más efectivas. En el estudio, combinando la quimioterapia clásica con fármacos capaces de bloquear esta proteína, los tumores humanos implantados en ratones se han visto considerablemente reducidos.

Para Begoña, todos estos años de estudio han valido la pena porque, con ellos, se ha ganado la libertad de escoger su propio camino, algo difícil hoy en día para los investigadores científicos. “Hay gente que escoge la carta que le dan. Pero el estudio de tantos años, el esfuerzo y un poco de suerte te permiten tener en tu mano la baraja entera”, afirma.Y su satisfacción no es solamente personal. “Sabemos que no vamos a encontrar la cura al cáncer hoy mismo”, dice, “pero entender que puede que tu granito de arena acabe ayudando a millones de personas dentro de 20 años ¡es increíble!”.

“Las becas me han permitido hacer cosas que nunca había imaginado poder hacer y trabajar de lo que más me gusta rodeada de un equipo de grandes profesionales”. Sus logros son los nuestros y su futuro, también. Porque son jóvenes investigadores como Begoña quienes, con su esfuerzo diario, están luchando para hacer del mundo un lugar mejor. Por eso, darles la oportunidad de seguir estudiando es, si no más, darnos la oportunidad de avanzar como sociedad.

Texto: Patri Di Filippo
Fotografía: Clara de Ramón