“Incluso en medio de la guerra en Europa y la crisis de la energía y el coste de la vida que ha generado, la región necesita prestar atención a la crisis tecnológica en cámara lenta de sus empresas”. Esa es la advertencia que lanza un equipo experto de la empresa de servicios profesionales McKinsey, en las conclusiones de su informe Asegurando la competitividad de Europa: Analizando su brecha tecnológica.

Su análisis refleja el impacto negativo de la guerra y la consiguiente crisis: “La reciente invasión rusa de Ucrania, no solo es una catástrofe humanitaria, sino que ha puesto de manifiesto un abanico de fragilidades, desde la seguridad alimentaria y energéticas, hasta la defensa”.

Pero no solo eso: “La guerra ha acentuado la realidad de que la resiliencia depende de una economía fuerte, con autonomía estratégica en esas áreas críticas”.

Si Europa no se pone al día en relación a otras grandes regiones en tecnologías clave, será vulnerable

La tecnología, crítica

En ese entorno, “la tecnología es esencial también”. El informe advierte de que “a menos que la Unión Europea se ponga al día en relación a otras grandes regiones en tecnologías clave, será vulnerable en todos los sectores en cuanto a crecimiento y competitividad”.

Y los riesgos no terminan ahí, porque esa situación “pondrá en peligro la trayectoria relativamente robusta de la región en sostenibilidad e inclusión”, además de tener un impacto negativo “también en la seguridad y la fuerza estratégica, lo que entorpecerá la resiliencia a largo plazo”.

Una Europa robusta es, sin duda, más necesaria que nunca

Una Europa robusta

El equipo experto afirma también que “dados los sucesos sísmicos del continente, una Europa robusta es, sin duda, más necesaria que nunca”. Sin embargo, para hacerse realidad será necesario que la región “afronte una crisis de competitividad a cámara lenta que se ha estado gestando en silencio durante dos décadas, centrada en su brecha tecnológica corporativa con respecto a otras grandes regiones”.

Según sus conclusiones, no se trata de una cuestión de contar con grandes compañías con buenos resultados, sino de que “en conjunto, las empresas europeas tienen peor desempeño” en relación a otras áreas económicas. De hecho, “están creciendo más despacio, creando menores retornos e invirtiendo menos en I+D+i que sus contrapartes en Estados Unidos”.

De las diez tecnologías clave, Europa solo lidera dos

Pérdida de liderazgo

Las causas hay que buscarlas en “el hecho de que Europa ha perdido el barco de la última revolución tecnológica, se ha quedado atrás en valor y crecimiento en tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y otras innovaciones disruptivas”.

Su análisis refleja que, de las diez tecnologías transversales que se están expandiendo en diferentes sectores y que “determinan las dinámicas de la competitividad”, Europa solo lidera dos. Como ejemplo, “Europa ha sido un líder en automoción, pero podría quedarse atrás en la conducción autónoma”.

Cada persona podría perder hasta 500 euros mensuales de ingresos

Mucho en juego

Según McKinsey, lo que hay en juego es mucho: “Estimamos que el valor corporativo agregado de 2.000 billones de dólares al año podría estar en peligro en 2040”. Este término se refiere al valor que podrían generar salarios, empleo, inversión y crecimiento económico para un mayor beneficio de la sociedad.

Es decir, el riesgo equivale a entre un 30 y un 70 por ciento del crecimiento del PIB europeo entre 2019 y 2040 [un punto porcentual de crecimiento al año]; seis veces la cantidad bruta necesaria para conseguir que Europa llegue a las cero emisiones netas en 2050; y alrededor de un 90 por ciento del total de su gasto social o 500 euros mensuales de ingresos universales para cada persona del continente.

“A menos que se afronte, la crisis pondrá a Europa en desventaja en muchas dimensiones, incluido el crecimiento, la inclusión, la sostenibilidad y su autonomía estratégica y voz en el mundo”, advierte McKinsey.

El continente debe adaptarse a un mundo cambiante

Construir

Sin embargo, queda espacio para la esperanza. Nuestro continente “puede seguir construyendo sobre sus fortalezas. Su modelo socioeconómico ha servido hasta el momento”.

El esfuerzo debe centrarse en que las compañías que quieran competir a la escala y velocidad necesaria, “en un mundo en el que la disrupción tecnológica se está extendiendo a todas partes”, lleven a cabo una reevaluación de sus creencias e intercambios tradicionales.

Para conseguirlo, es preciso “un paquete integrado de iniciativas que puedan crear un entorno que les permita hacerlo, en el proceso de ayudar a asegurar que la alta calidad de vida actual de mucha de la ciudadanía europea se preserva a largo plazo”.

En sus conclusiones, el estudio señala que “cuando Europa funciona, funciona bien”, como es el caso de la sostenibilidad e inclusión.