Uno, que es un profesional de reconocido prestigio [aunque a veces no lo parezca], recibe a diario un manojo de notas de prensa procedentes de un selecto grupo de universidades estadounidenses de renombre, sobre todo en el ámbito tecnológico. Debo admitir que, por regla general, echo un vistazo al titular y ahí se queda todo. Pero, hétenos aquí que hoy mismo ha llegado a mi buzón [electrónico, por supuesto] una del MIT [Massachusetts Institute of Technology] que me ha llamado la atención.

La historia es relativamente simple. Un profesor de esa facultad, Piotr Indyk, ha demostrado que el algoritmo para comparar genomas que se definió hace más de 40 años, es el mejor posible. Ahí lo tienes, báilalo.

Por otro lado, una amiga y vecina que estoy seguro de que prefiere mantenerse en el anonimato, se me quejaba hace unos días de que si tienes más de 40 años, la gente piensa que no sirves para nada. Ella se refería al ámbito profesional, claro.

Está claro que los tiempos avanzan que es una barbaridad. Pero eso no significa que no sirva NADA de lo que lleva vigente casi medio siglo. Cuando se produce un cambio en un gobierno o en la alta dirección de una compañía, parece que lo más importante es denostar al anterior equipo y decir que lo de antes no es válido. Pues, señores, antes de descartar cualquier tecnología, herramienta, procedimiento o persona por su edad, valoren la posibilidad de que siga siendo la mejor opción.

La obsolescencia programada no funciona en todos los casos. Se lo digo yo, que tengo 48 años y estoy seminuevo.