La región Indo-Pacífica es una de las más importantes en el equilibrio de fuerzas mundiales. Allí se concentran las ambiciones expansivas de la república popular de China, que intentan frenar otras potencias, como Estados Unidos o Rusia. Y, como sucede en el resto de aspectos de nuestra vida, la inteligencia artificial [IA] está cambiando esa guerra oculta.

El desarrollo de esta tecnología “en especial los modelos de lenguaje avanzados, ha expandido de forma drástica el alcance de las posibles campañas de desinformación”, explica el grupo de investigación Rand, en un estudio publicado la semana pasada y titulado The Future of Indo-Pacific Information Warfare [El futuro de la guerra de la información en el Indo-Pacífico].

China podría llevar a cabo campañas de desinformación a un nivel sin precedentes

Guerra oculta e IA

La investigación advierte de que “estas tecnologías podrían reforzar la capacidad de China para llevar a cabo operaciones de información a una escala y con una sofisticación sin precedentes”.

Por eso, es fundamental mantener la alerta: “El entorno de la información necesita constante vigilancia para detectar y neutralizar de forma temprana las campañas de desinformación”.

La IA también puede servir para detectar y neutralizar campañas

Tarea difícil

Sin embargo, el desarrollo de estas soluciones favorece a ambos bandos: “Las herramientas de IA avanzadas pueden ser instrumentales en esta tarea, porque ayudan a analizar, caracterizar y visualizar el entorno de la información, en constante cambio”.

Si se detectan a tiempo y se dispara la alarma, se pueden “minimizar significativamente los efectos de las operaciones malignas”. Además, esos avisos tempranos “son críticos para combatirlas”.

Por eso, el documento aboga por “promover narrativas veraces y destapar la falsedad”, porque pueden ayudar a “inocular a algunas poblaciones contra la desinformación y crear resiliencia social que modere el efecto de la información falsa difundida repetidamente”.

Acción internacional

La investigación señala la necesidad de la colaboración internacional para luchar contra la desinformación: “La colaboración con otras naciones es crucial, no solo para incrementar la eficacia de estas operaciones, sino también para crear un frente común contra las actividades malignas”.

Por eso, “el conocimiento local, que cuenta con la confianza de la población local, forma una parte crucial de esta estrategia”.

Y, “según evolucione el paisaje de la guerra de la información con tecnología y geopolítica global, las estrategias futuras para operaciones de este tipo, deberán ser dinámicas, colaborativas y proactivas, además de combinar vigilancia, respuesta rápida y cooperación internacional para contrarrestar las amenazas de forma eficaz”.

La guerra de la desinformación

La investigación asegura que “a la vista de las crecientes tensiones geopolíticas, China ha ido buscando cada vez más oportunidades en su aproximación a la subversión”.

Los tiempos han cambiado y la gran potencia “considera que la guerra moderna se centra en la lucha por el dominio en la información, que es considerada la más importante de los tradicionales tres dominios, junto al del aire y el del mar”.

Por eso, “la guerra psicológica, una parte fundamental de las operaciones de información, es un aspecto del concepto más amplio de tres guerras, que también incluye las de la opinión pública y la legal”.

Propaganda

Y no se trata de acciones aisladas: “China mantiene una infraestructura robusta, meticulosa y coordinada de propaganda impresa, emitida [radio y TV] y digital”.

El partido comunista chino se apoya en su departamento central de Propaganda y el de Frente Laboral Unido para impulsar esto esfuerzos. Pero no son sus únicas palancas: “Inspirada por el modelo ruso, se ha esforzado en inundar el espacio informativo con sus propias narrativas, a través de sus activos mediáticos de forma estratégica para influenciar, de forma sutil, a las audiencias extranjeras”.

Según Rand, “estas acciones, de forma conjunta, crean un tapiz complejo de mensajes evidentes, grises y encubiertos, diseñados para cautivar a esas diferentes audiencias extranjeras”.

El resultado “son una serie de campañas orquestadas que diseminan desinformación de forma intencionada, instigan la disidencia en naciones objetivo, refuerzan a los influencers pro-China y contrarrestan las narrativas adversarias”.

A largo plazo

La búsqueda de influencia no se plantea con inmediatez en el país asiático. Su aproximación a la subversión “comienza con inversiones estratégicas a largo plazo en relaciones con las élites económicas, políticas y militares de la región”.

El resultado es que “cuando las condiciones se vuelven favorables para transformar esas inversiones en activos funcionales e iniciativas, Beijing reacciona con rapidez”.

El informe explica que “esta estrategia oportunista es evidente en sus expansiones territoriales en el mar del Sur de China, en las que ha justificado sus acciones con razonamientos económicos y políticos, una reminiscencia táctica de la aproximación de Rusia en Crimea”.