No cabe duda de que el Covid-19 ha cambiado muchos de nuestros hábitos. Y uno de ellos es el uso que hacemos de las pantallas. La mayoría de los participantes en el estudio El bienestar personal y el uso de la tecnología en confinamiento, publicado por el Observatorio Social de ”la Caixa”, con más de 9.300 respuestas en países de habla hispana, reconocen haber sufrido un impacto negativo en su bienestar.  

Javier García-Manglano, investigador principal de Jóvenes en Transición del ICS de la Universidad de Navarra y Charo Sádaba, decana de la Facultad de Comunicación e investigadora del ICS de la Universidad de Navarra

Javier García-Manglano, investigador principal de Jóvenes en Transición del ICS de la Universidad de Navarra y Charo Sádaba, decana de la Facultad de Comunicación e investigadora del ICS de la Universidad de Navarra.

La tecnología ha sido de gran ayuda para mucha gente 

Positiva y negativa 

En esta situación, “la tecnología ha sido de gran ayuda para mucha gente. Nos ha permitido trabajar desde casa, seguir conectados con familia y amigos, tener un ocio mucho más variado e incluso hacer ejercicio en muchos casos”, explica Javier García-Manglano, uno de los autores del estudio, junto a Charo Sádaba, Cecilia Serrano y Claudia López, del Grupo de investigación Jóvenes en Transición del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. 

Pero también ha habido consecuencias negativas “que tienen que ver muchas veces con un uso excesivo de la tecnología y a veces con ciertos usos que se pueden considerar más perjudiciales. Por ejemplo, buscar información sobre el coronavirus o intentar evadirse”, añade García-Manglano. 

De media, las personas que respondieron a la encuesta dedicaron más de nueve horas al día a las pantallas durante el confinamiento 

Más horas 

De media, las personas que respondieron a la encuesta dedicaron más de nueve horas al día a las pantallas durante el confinamiento. El 70 por ciento de ellas dicen haber aumentado bastante o mucho el uso de dispositivos digitales en este periodo. “Unas cinco horas se han dedicado a trabajo o al estudio y el resto a consumir series, a comunicarnos y a buscar información sobre el Covid”, señala Charo Sádaba, decana de la Facultad de Comunicación e investigadora del ICS de la Universidad de Navarra. 

El equipo que ha realizado el estudio contaba con datos de otros previos y posteriores, lo que ha permitido comprobar que la población joven, pasaba seis horas delante de las pantallas antes del confinamiento, cifra que ascendió a nueve durante este y tras la desescalada volvió a los niveles anteriores.  

Un 83 por ciento afirma haberlo pasado peor durante el confinamiento 

Bienestar 

Tan solo un 17 por ciento de la población encuestada afirma que su bienestar no se ha visto afectado por el confinamiento; un 45 por ciento dice haberlo pasado un poco peor; un 28%, bastante peor, y un 10 por ciento, mucho peor. Jóvenes, mujeres y población sin estudios superiores presentan niveles más bajos de bienestar que mayores, hombres y personas con un perfil académico más alto. 

Aunque no es posible determinar si el mayor uso de las pantallas está directamente relacionado con el malestar, “sí se pueden apreciar relaciones o asociaciones específicas entre el tiempo de uso y algunos tipos de uso. En concreto, entre aquellas personas que declararon dedicar más de dos horas al día a las pantallas para fines distintos al trabajo o al estudio, se aprecia una relación con mayores niveles de malestar”, dice Sádaba. En cuanto a la forma de utilizarlas, “buscar información sobre el Covid o cotillear sobre vidas ajenas o utilizar las pantallas en general para evadirse, se relacionan también con menores niveles de bienestar”. 

El bienestar de los jóvenes ha empeorado más que el de las personas mayores 

Jóvenes  

“El bienestar de los jóvenes ha empeorado más que el de las personas mayores y esto es un efecto sorprendente para nosotros” destaca García-Manglano. “El coronavirus tiene un marcado perfil de edad en cuanto al riesgo: los mayores que lo contraen pueden tener más complicaciones e incluso estar jugándose la vida. En cambio, en nuestra encuesta son los jóvenes quienes afirman haberlo pasado peor durante el confinamiento. Nuestra hipótesis para explicarlo es que estos han visto sus rutinas diarias, su estilo de vida, mucho más afectado que los mayores en cuanto al ocio, al tiempo libre, no poder ir a clase, tener que cortar con sus amistades durante un tiempo y pasar a online. Creemos que han sido sustitutos más pobres para los jóvenes y los mayores quizá han podido mantener mejor su estilo de vida”.  

Las relaciones personales y sociales son una de las dimensiones de la vida más afectadas por el confinamiento, ya que una inmensa mayoría de la población vio recortadas sus posibilidades de compartir tiempo presencial con familiares y amistades. Pero precisamente estas relaciones se encuentran entre los factores más fuertemente relacionados con el bienestar en confinamiento. 

Las relaciones personales y sociales, entre los factores más fuertemente relacionados con el bienestar en confinamiento 

Actividad sin pantallas 

El estudio ha hallado evidencias también de que el ejercicio físico y el tiempo de ocio dedicado a aficiones sin pantallas (cocinar, leer, pintar o tocar un instrumento, entre otros) se asocian a niveles más altos de bienestar personal y psicológico. 

La investigación se llevó a cabo en España, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Se creó un índice de bienestar con puntuaciones entre 0 (malestar absoluto) y 10 (bienestar absoluto). Este dato resume un amplio espectro de medidas, tanto positivas (felicidad y autoestima) como negativas (malestar, ansiedad, depresión y estrés) y pretende ser una medida global del bienestar personal y psicológico.  

Las medidas de bienestar incluían una valoración subjetiva («En general, me considero una persona feliz») y afirmaciones que debían puntuarse, como «Me siento satisfecho conmigo mismo», «Me siento tan valioso como otras personas» o «Soy capaz de hacer las cosas tan bien como los demás». Las medidas de malestar incluían una valoración subjetiva («Desde que empezó el estado de alarma, ¿cuánto piensas que ha aumentado tu malestar?») y tres indicadores para medir los niveles de ansiedad, depresión y estrés.