En 2025 se espera que las empresas del S&P 500 inviertan más de 240.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial [IA]. Al mismo tiempo, el 56,9% de estas mismas compañías presume de tener objetivos de cero emisiones netas. ¿Cómo encajan estas dos realidades?

Los centros de datos de la IA consumen tanta energía como países enteros

La inteligencia artificial promete optimizar todo, desde redes eléctricas hasta cadenas de suministro. Pero sus propios centros de datos consumen tanta energía como países enteros.

Google ha tenido que invertir en 8 gigavatios de energía limpia para alimentar sus sistemas de IA

La contradicción del siglo XXI

Google acaba de publicar su informe ambiental de 2025 y las cifras son, cuanto menos, curiosas. Por un lado, la compañía celebra haber reducido las emisiones de sus centros de datos en un 12%. Por otro, ha tenido que invertir en 8 gigavatios de energía limpia para alimentar sus sistemas de IA.

Es decir, han conseguido ser más eficientes, pero consumen muchísimo más.

Microsoft cuenta una historia similar. Han conseguido 21,9 millones de toneladas métricas de eliminación de carbono y presumen de desviar el 88,1% de sus residuos. Pero sus nuevos modelos de IA requieren infraestructuras que, literalmente, necesitan la electricidad de pequeñas ciudades para funcionar.

Los números no mienten

Según el último informe de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), el 88% de las empresas del S&P 500 ya divulgan sus emisiones de Alcance 1 y 2 [las directas y las de energía comprada]. Esto es un avance enorme respecto a hace 5 años.

Pero aquí viene lo interesante: el 69,8% también informa de sus emisiones de Alcance 3, esas que incluyen toda la cadena de valor. Y ahí es donde la cosa se complica, porque incluye a los proveedores, el transporte, el uso de productos... y los centros de datos.

Por otro lado, el 56,9% de las empresas del S&P 500 tienen objetivos de cero emisiones netas. Pero solo el 43,5% ha establecido metas intermedias verificables.

¿Greenwashing o compromiso real?

La pregunta del millón es: ¿están las tecnológicas realmente comprometidas con la sostenibilidad o es puro marketing verde? La respuesta, como casi siempre, está en los matices.

Por un lado, los datos muestran avances reales. Google ha mejorado la eficiencia de sus TPUs [unidades de procesamiento tensorial] en un 30%. Microsoft ha invertido en proyectos de conservación de ecosistemas. Y ambas empresas están comprando energía renovable a gran escala.

Pero por otro lado, el crecimiento exponencial de la IA está devorando todas estas mejoras de eficiencia.

Es como si te compraras un coche eléctrico para contaminar menos, pero luego lo usaras para dar vueltas sin parar. Técnicamente es más limpio por kilómetro, pero al final contaminas más que antes.

El dilema de la innovación sostenible

Aquí está el verdadero problema: la IA tiene un potencial enorme para ayudarnos a ser más sostenibles. Puede optimizar redes eléctricas, predecir patrones climáticos, diseñar materiales más eficientes, reducir desperdicios en la agricultura...

Según los informes corporativos de 2025, las herramientas de IA de Google ya han ayudado a reducir 26 millones de toneladas de CO2 equivalente a través de sus productos. Eso es como sacar 5,6 millones de coches de la circulación durante un año. Pero para conseguirlo, han tenido que construir infraestructuras que consumen enormes cantidades de energía.

La carrera por la eficiencia

Las empresas tecnológicas son conscientes del problema. Y están invirtiendo en soluciones. Microsoft, por ejemplo, está desarrollando centros de datos con refrigeración sin agua. Google está experimentando con sistemas de enfriamiento por inmersión. Y ambas están apostando fuerte por la energía nuclear de nueva generación para alimentar sus instalaciones.

El problema es que estas soluciones tardarán años en implementarse a gran escala. Mientras tanto, cada nuevo modelo de IA que se entrena requiere más potencia de cálculo. GPT-4 necesitó muchísima más energía que GPT-3. Y los modelos que vendrán después necesitarán aún más.

¿Y qué pasa con las empresas más pequeñas?

Aquí hay una buena noticia: no todas las empresas están en la misma situación que Google o Microsoft. Según el informe de Atrius sobre sostenibilidad corporativa en 2025, el 63% de las organizaciones están en camino de cumplir sus objetivos de sostenibilidad. Y muchas de ellas están adoptando IA de forma más eficiente.

¿Cómo? Usando modelos más pequeños y especializados en lugar de los gigantes generalistas. Optimizando sus cargas de trabajo. Y, sobre todo, midiendo realmente su impacto en lugar de hacer suposiciones.

El 60% de las empresas encuestadas ya tienen sistemas centralizados de gestión de datos de sostenibilidad. Esto les permite saber exactamente dónde están gastando energía y dónde pueden mejorar.

El papel de la regulación

Europa está liderando el camino con la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), que obliga a las grandes empresas a informar de sus impactos ambientales de forma estandarizada desde 2025.

Esto está forzando a las empresas a ser más transparentes. Ya no vale con decir "somos sostenibles" sin datos que lo respalden.

Pero también está creando un problema: la fragmentación regulatoria. Cada región tiene sus propias normas, y las empresas globales tienen que navegar por un laberinto de requisitos diferentes.

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