La mutilación genital femenina [MGF] es uno de los grandes dramas de las mujeres en el mundo: solo en 2021, 4,16 millones de niñas están en riesgo de sufrirla, según cifras de Naciones Unidas.

Por eso, en 2012 la Asamblea General de la ONU designó el 6 de febrero como el día internacional de tolerancia cero para la MGF, una jornada de concienciación para ampliar y dirigir los esfuerzos para su eliminación.

La MGF, en cifras

Una de cada cuatro niñas y mujeres víctimas la sufrieron por parte del personal sanitario

Violación de derechos

Se trata de una práctica reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas. Pero aun así, según Naciones Unidas, “una de cada cuatro niñas y mujeres víctimas -es decir, unos 52 millones en todo el mundo- la sufrieron por parte del personal sanitario. Lo cual señala una tendencia alarmante en la medicalización de la mutilación genital femenina”.

Los problemas que provoca van desde dolor crónico, hasta -en el peor de los casos- la muerte, además de infecciones, sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, complicaciones durante el parto e infecundidad.

“Una niña mutilada sufrirá de por vida las consecuencias físicas, psicológicas y emocionales de perder una parte del cuerpo sin ningún motivo, o quizá con un único motivo: controlar el cuerpo, la sexualidad y la vida de la futura mujer”, explica Ignacio Baño, director de Mundo Cooperante. Más de 200 millones de mujeres viven hoy con secuelas, según datos de la ONG.

La MGF también persiste en Europa Occidental, en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda

En todo el mundo

Su práctica se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como algunos países asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica. Pero, aunque pueda parecer un problema lejano, no lo es; también persiste en Europa Occidental, en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

La erradicación de la MGF está incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, con la vista puesta en su desaparición definitiva antes de 2030. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 ha imposibilitado la realización de muchas de las actividades de prevención programadas. Como consecuencia, a lo largo de una década se van a dejar de evitar dos millones de casos.

La herramienta es clara: la educación, la formación y la sensibilización

Soluciones

Para promover su erradicación, según Naciones Unidas “es necesario realizar esfuerzos coordinados y sistemáticos en los que participen las comunidades en torno a la concienciación sobre los derechos humanos, la igualdad de género, la educación sexual y la atención a las víctimas”.

Por su parte, Ana Pérez, una de las fundadoras de Wanawake Mujer, afirma que “si queremos apostar por su eliminación, la herramienta es clara: la educación, la formación y la sensibilización, desde una perspectiva integral”.

Pérez participará hoy mismo a las 18.00 horas en una sesión informativa sobre el tema, organizada por Cruz Roja Española Ávila y a la que te puedes conectar por streaming a través de Teams.

Según su visión, “educar a las niñas supone darles información sobre esta práctica, sobre sus derechos, empoderarlas. La educación les da la opción de decidir sobre sus vidas. Es la única forma que tienen ellas para alzar su voz y elegir el camino que quieren seguir”.

Juntos, podemos erradicar la mutilación genital femenina antes de 2030

La meta es difícil, pero no imposible, señala Antònio Guterres, Secretario General de la ONU: “Juntos, podemos erradicar la mutilación genital femenina antes de 2030. Conseguirlo tendrá un efecto positivo en la salud, educación y avance económico de mujeres y niñas”.

Para conseguirlo, puedes apoyar proyectos como el de las pulseras Masai de  Mundo Cooperante, que permite “empoderar a mujeres masai que han dicho no a la MGF y al matrimonio forzoso”, además de generar ingresos y sensibilizar a la sociedad.

Wanawake Mujer también busca objetivos similares a través de sus Maua [“flores” en suahili], fabricadas de forma artesanal en Kenia por mujeres en esas mismas situaciones y que se finalizan en nuestro país por otras, supervivientes de trata con fines de explotación.