Las mujeres también tienen derecho a la educación superior. En los países más desarrollados, esta afirmación puede parecer obvia; pero, por desgracia, en mucho otros no lo es tanto. En especial, en el África Subsahariana.

En un entorno en el que dramas como la mutilación genital femenina [MGF] y otros tipos de violencia contra las niñas y mujeres son el día a día de jóvenes y adultas, el derecho de las mujeres a la educación superior es en ocasiones hasta inimaginables.

Una de cada cinco adolescentes en Kenia está embarazada o ya ha tenido a su primer hijo

Un derecho negado

“En Kenia, las tasas de embarazo adolescente son muy altas”, explica Mónica Batán, directora y socia fundadora de la ONGD Wanawake Mujer. “Ya antes de la irrupción del coronavirus había casi un millar de embarazos diarios”, detalla.

Una situación que se hizo más dura con los confinamientos por el Covid-19: “Solo en los primeros cinco meses de 2020, casi 152.000 jóvenes menores de 19 años se quedaron embarazadas” analiza Batán, en base a los datos de una encuesta realizada por el Sistema de Información de Salud nacional de Kenia. Y advierte que “esa cifra podría haberse duplicado desde entonces. Una de cada cinco adolescentes en el país está embarazada o ya ha tenido a su primer hijo”.

La educación en Kenia y en todos los países es el principal medio de ascenso social

Ejemplo

Pero la educación superior puede ser la salida. Mercy y Agnes Letura son dos jóvenes hermanas masai de 22 y 23 años, que lo demuestran. Ambas se escaparon de la MGF y fueron acogidas en el centro de Rescate de Tasaru Ntomonok [Rescate a la Mujer, en lengua masai], dirigido por la activista Agnes Pareyio, la primera parlamentaria keniana de un condado (Narok Norte) y principal responsable del gobierno en la lucha contra este tipo de violencia contra las mujeres.

Una vez en Tasaru, fueron escolarizadas con la ayuda en el pago de las matrículas de ONGs españolas como Wanawake Mujer. “La educación en Kenia y en todos los países es el principal medio de ascenso social.  Pero allí, enviar a una mujer a la universidad no es una prioridad ni para la familia ni para la comunidad. La comunidad considera que invertir en la educación de una mujer no es rentable porque, por tradición, cuando se casan se van a vivir al pueblo del marido y no hay beneficios”, dice Batán.

Las niñas sin apoyo de sus padres son las más vulnerables

Violencia

“Las niñas como Agnes y Mercy, que ya no tienen padres que las protejan y cuiden de ellas, ya que las han repudiado, son algunas de las más vulnerables”, explica.

Una situación de la que “los hombres y los chicos se aprovechan, ofreciéndoles -por ejemplo- sustento y ayuda, presionándolas respecto al sexo y, durante ese proceso, muchas se quedan embarazadas”.

Según datos de Wanawake Mujer, casi una de cada tres chicas menores de 18 años experimentan alguna forma de violencia sexual en Kenia y hasta un 68% de las que están en edad de escolarización han admitido haber tenido relaciones sexuales bajo coacción.

“Son cifras que demuestran que la violencia de género es endémica y global. Se convierte en un estigma para ellas, no solo de cara a sus familias, sino también fuera de estas”, denuncia Batán.

El novio te da dinero, te promete protección… pero espera algo a cambio

El abandono

Agnes relata cómo “el novio te da dinero para comprar compresas, te promete protección, etcétera; pero espera algo a cambio, en un momento en el que no tenemos acceso a métodos anticonceptivos”. Y, para agravar más todavía la situación, “desde que di a luz, no cuento con su apoyo, por lo que me veo forzada a seguir viviendo con mis progenitores”.  

Por eso, Batán incide en la importancia de los efectos transformadores de la educación: “Afecta no solo a la vida de las niñas y las mujeres, sino a la sociedad en general. Con educación, las niñas tienen más probabilidades de llevar una vida saludable, tener un trabajo bien remunerado y estar más capacitadas para participar en la vida social, económica, cívica y política”.

Cita a la Unesco: “Si todas las mujeres tuvieran una educación secundaria, las muertes infantiles se reducirían a la mitad, con lo que se salvarían tres millones de vidas. Y un año adicional de escuela puede aumentar los ingresos de una mujer hasta en un 20%. Educar a niñas y mujeres es una inversión inteligente para el futuro”.

Algo de lo que son conscientes estas dos hermanas: “Cuando te llaman para una entrevista de trabajo, acuden muchas personas y te seleccionan en función de tu nivel de educación y experiencia, por lo que tener un título superior hará que te elijan ante una persona con un diploma”. Además, “me encantaría tener un título porque quiero continuar mis estudios para aprender más y obtener más conocimiento en el campo en el que quiero especializarme” recalca Mercy.