En Génova se frotaban las manos cuando Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso de los Diputados, anunciaba a pleno pulmón el divorcio con el PSOE. Ruptura que, en sus primeras interpretaciones, ponía los clavos en el ataúd de la legislatura al condenarla a un bloqueo legislativo insalvable, mientras desde algunos fueros conservadores se agitaba la vía de la moción de censura. La liquidez de los tiempos modernos ha zarandeado de nuevo al tablero político. El aval del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) a la amnistía podría cruzar de nuevo los caminos hacia Waterloo al dar forma a un posible regreso a España – hay quien apunta hacia primavera -. Sus últimos movimientos, además, alientan el optimismo de Moncloa y refrendan su hipótesis de que el impacto del veto neoconvergente no será tan estruendoso como se podría esperar.
Desde el Gobierno de coalición han tratado de minimizar el golpe que la ruptura con Junts podría suponer a su carpeta legislativa – al menos 25 leyes estaban en peligro de extinción -, proyectando una imagen de bloqueo que, a su vez, desembocaría en un desgaste difícil de amortiguar. Máxime con una derecha echada al monte y edificando su narrativa precisamente sobre esa debilidad parlamentaria. Todo ello, además, con los Presupuestos Generales del Estado (PGE) aún en el horno tras dos prórrogas hasta el ecuador de la legislatura. El socio mayoritario del Ejecutivo sostiene en público y en privado que no renuncia a la política de “mano tendida”; con Junts y con cualesquiera de los grupos de la Cámara Baja. Mensaje directo a Waterloo, que saca las garras cada vez que aparece el nombre de Pedro Sánchez en la conversación.
La cuestión es que, a pesar de todo, el verdadero impacto del bloqueo legislativo no se notaría hasta – como mínimo – el próximo mes de febrero. Al menos así sería tras unos leves retoques en la hoja de ruta hasta final de año y con la celebración de las elecciones en Extremadura. Este último vértice provocaría que diciembre se despeje de Plenos y permitiría reorientar el eje del debate público sobre el Partido Popular y sus más que presumibles pactos no sólo en la región, sino en el resto de autonomías de este ciclo electoral. Sin descontar, por supuesto, la carta de la Generalitat Valenciana, con un Pérez Llorca – flamante designación para suceder a Carlos Mazón – que nunca ha escondido sus buenas relaciones para con Vox. Es más, la ultraderecha se ha jactado de su relación con el futuro presidente de la Generalitat.
Agua al guiso
Sobre ahí hará pivotar el foco mediático el PSOE y Moncloa, aunque tras la primera semana de plenos en el Congreso, el tormento que barruntaba la derecha política y mediática no ha sido tal. De hecho, el varapalo ha sido para un Partido Popular que veía en Junts su mejor aliado para prorrogar la vida de las centrales nucleares. Sin embargo, desde Waterloo, se activó el botón de la ‘abstención’, acompañado de un aviso a navegantes: “Si algunos piensan que esto es una victoria, más grande será la derrota”. Palabras que emanaron de la garganta de una Miriam Nogueras empeñada en escenificar el rencor hacia un Ejecutivo que no cumple con las promesas adquiridas.
En cualquier caso, relato mediático al margen, la fotografía que sale de la Carrera de San Jerónimo es que Junts no abandona del todo el bloque de la investidura. Al menos por el momento, aunque cabe indicar que esta cuestión era una de las que ya barajaban en Moncloa como colchón antes de la batería de iniciativas que recibirán el portazo juntaire. No obstante, también concede un balón de oxígeno considerable a la estrategia del Ejecutivo, que gana tiempo para prepararse la reconciliación con Puigdemont y retomar la relación. De hecho, admiten en privado que es un divorcio, pero “sin papeles”. Es decir, todavía hay margen de maniobra para consolidar la hoja de ruta del Gobierno, cuyo objetivo final es agotar la legislatura.
Junts interpreta el papel de despechado y así seguirá, incluso con el correctivo que el TJUE ha propiciado al Tribunal Supremo y a la derecha al avalar la práctica totalidad de la amnistía. Otra ficha del dominó que cae favorable para el Gobierno, a pesar de que los juntaires exhiban su malestar para con el PSOE exigiendo a Sánchez que convoque elecciones. La nota positiva para los socialistas es que esa irritación la acompañan de un misil directo a la línea de flotación del Partido Popular al cerrar la puerta a una moción de censura para descabalgar a la coalición, como pretendían desde Génova.
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