Cada 3 de diciembre nos recuerda algo que debería estar claro todo el año: una sociedad no puede presumir de avanzar si deja a parte de su gente fuera del camino

Por eso, el día internacional de las Personas con discapacidad, impulsado por la ONU, no es un trámite ni una fecha para cumplir; es una invitación a mirar alrededor y reconocer que no todos vivimos el mundo con las mismas herramientas. Y que eso no debería determinar las oportunidades de nadie.

Más de mil millones de personas viven con una discapacidad significativa

Más de mil millones de personas viven con una discapacidad significativa. Una de cada seis. Es decir: amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos, tú, yo o cualquiera en algún momento de su vida. 

La inclusión no es un gesto amable, es una responsabilidad compartida

Por eso el mensaje de este año va al grano: la inclusión no es un gesto amable, es una responsabilidad compartida. Si queremos sociedades de verdad inclusivas, tenemos que construirlas entre todos, no solo señalarlas en el calendario.

Un día para reconocer a las personas, no solo a la discapacidad

La discapacidad no define a nadie, pero las barreras sí. Durante demasiado tiempo, la conversación estuvo centrada en la “superación”, como si vivir con una discapacidad fuese una carrera de obstáculos personal. 

Hoy la conversación ha cambiado: el foco no está en la persona, sino en el entorno. En cómo quitamos lo que estorba, cómo adaptamos lo que excluye, cómo creamos espacios que no dejen a nadie atrás.

Este 3 de diciembre es, precisamente, para eso: para recordar que una sociedad inclusiva no se construye con discursos, sino con accesibilidad real. Con rampas, subtítulos, intérpretes, mobiliario adaptado, tecnología accesible, legislación firme y empatía cotidiana. Con el gesto sencillo de mirar el mundo también desde la perspectiva de quien no cuenta con las mismas herramientas.

La tecnología que suma sin hacerse notar

En los últimos años la inteligencia artificial (IA) ha ido entrando en nuestras vidas casi sin darnos cuenta; no tanto en grandes inventos futuristas (tal y como prometían en Regreso al Futuro), como en pequeñas funciones que facilitan tareas cotidianas

No se trata de máquinas que lo solucionan todo, sino de herramientas que ayudan donde antes había más dependencia: aplicaciones que describen lo que aparece en una imagen para quienes no pueden verla, subtítulos automáticos que permiten seguir una videollamada sin necesidad de pedir que repitan cada frase, o sistemas que convierten voz en texto cuando escribir resulta complicado. Son avances discretos, integrados, de una manera orgánica que facilitan el día a día de muchas personas. 

Una operación que abre una puerta

En esta línea, este año también ha llenado titulares un avance médico todavía experimental pero esperanzador: una intervención con un microimplante en la retina, acompañado de un sistema externo que procesa la imagen con ayuda de IA, que ha permitido a algunas personas con pérdida total de visión volver a percibir sombras y contornos. 

No es ver como antes ni recuperar colores o detalles, sino distinguir formas básicas. Pero para quienes llevaban años sin percibir nada, ese “volver a detectar algo” es mucho más que un progreso técnico: es recuperar una parte de su relación con el entorno. Todavía está en ensayos clínicos y no sirve para todos los casos, pero abre un camino que hace unos años ni siquiera se contemplaba.

De dónde venimos, hacia dónde vamos 

2025 también ha dejado avances muy concretos que marcarán el rumbo del próximo año. Uno de los más comentados ha sido el trabajo de empresas que desarrollan intérpretes digitales de lengua de signos. La británica Signapse, por ejemplo, está instalando sus avatares de IA en estaciones de tren y aeropuertos para traducir en tiempo real información útil, desde avisos hasta indicaciones, a lengua de signos. Es una herramienta pensada para lugares donde no siempre hay intérpretes humanos disponibles y que ya se está probando en espacios públicos con bastante buena acogida.

Otra línea de progreso importante está en la accesibilidad del audio. Varias compañías tecnológicas trabajan en sistemas de subtitulado automático más precisos y rápidos, pensados para entornos donde hasta ahora fallaban: ruido de fondo, varias personas hablando a la vez, acentos distintos. El objetivo es que una reunión, una clase o una conferencia sea accesible sin que nadie tenga que pedir “¿puedes repetir?” cada dos minutos. En movilidad, varios equipos de investigación han avanzado en prótesis inteligentes. 

El MIT trabaja en nuevas prótesis neurointegradas que se controlan con señales musculares y buscan ofrecer una sensación de movimiento mucho más natural. Son dispositivos que aprenden del usuario y que podrían empezar a probarse fuera del laboratorio en los próximos años. Al mismo tiempo, startups como MAKI Robotics están desarrollando prótesis mioeléctricas de bajo coste mediante impresión 3D e inteligencia artificial, pensadas para países donde el acceso a dispositivos avanzados es limitado.

En conjunto, todos estos avances no prometen soluciones inmediatas, pero sí muestran un cambio claro: la tecnología empieza a diseñarse pensando en quienes más pueden beneficiarse de ella. Y eso convierte al 2026 en una ventana abierta hacia nuevas herramientas que pueden sumar autonomía, opciones y futuro.

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