“El mundo debe reducir al menos un cuarto las emisiones de gases de efecto invernadero, antes del fin de esta década, para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050”. Así lo afirman Benjamin Carton y Jean-Marc Natal, expertos del Fondo Monetario Internacional [FMI], en un post publicado en la web de la institución.

Según su investigación, “el progreso necesario para conseguir un cambio relevante generará, inevitablemente, costes económicos a corto plazo, aunque estos serán minimizados por los innumerables beneficios a largo plazo de ralentizar el cambio climático”.

El planeta está en el camino de alcanzar temperaturas no vistas en millones de años

Más acciones

Como advierte el propio FMI, en su recién publicada última edición del World Economic Outlook, “si no se ponen en marcha más acciones para reducir los gases de efecto invernadero, el planeta está en el camino de alcanzar temperaturas no vistas en millones de años”. Algo que “potencialmente podría tener implicaciones catastróficas”.

Los resultados de los estudios llevados a cabo por la entidad “sugieren que un impulso inicial a la inversión verde, combinado con un progresivo incremento de los precios del carbono, provocaría la reducción necesaria de emisiones”. Los efectos de estas políticas se verían a medio plazo, con una “economía global más fuerte y sostenible”.

Como indican Carton y Natal, “si se toman las medidas adecuadas y se implementan de forma inmediata y por fases durante los próximos ocho años, los costes serán bajos. Sin embargo, si la transición a renovables se retrasa, los costes serán mucho mayores”.

Modelo

Los autores han desarrollado un modelo que divide a los países en cuatro regiones: China, zona Euro, Estados Unidos y un bloque que representa al resto del mundo. “Asumimos que cada región introduce políticas (...) que incluyen impuestos a los gases de efecto invernadero”, explican.

Esa carga fiscal se debería incrementar gradualmente hasta alcanzar una reducción del 25 por ciento de las emisiones en 2030, ”combinada con transferencias a los hogares, subsidios a tecnologías de bajas emisiones y recortes en el IRPF”.

El resultado es un “paquete de políticas” que “podría ralentizar el crecimiento económico entre 0,15 y 0,25 puntos porcentuales al año, desde ahora hasta 2030, en función de con qué rapidez las regiones puedan cambiar los combustibles fósiles”.

Si se retrasan las medidas, los costes macroeconómicos serán mayores

Energía limpia

La transición a la electricidad limpia, en función de su dificultad, debería suponer mayores incrementos en los impuestos a los gases de efecto invernadero “o a las regulaciones equivalentes necesarias para incentivar el cambio”. Además, si se retrasa, “los costes macroeconómicos serán mayores en términos de pérdida de resultados y mayor inflación”.

Según sus cálculos, “para Europa, Estados Unidos y China los costes serán ligeramente menores, en un rango entre los 0,05 y los 0,20 puntos porcentuales de media durante ocho años”.

Sin embargo, para los exportadores de combustibles fósiles y las economías emergentes con altos niveles de consumo, esos costes serán mayores. Algo que los autores califican de “no sorprendente”.

La conclusión es que “los países deben cooperar más en las finanzas y tecnología necesarias para reducir costes -y compartir más el know how necesario-, en especial cuando se trata de países de bajos ingresos”.

Si la legislación sobre el clima es solo parcialmente creíble, no será eficaz

Graduales y creíbles

Para ser eficaces, las medidas para frenar el cambio climático “deben ser graduales”, pero también “creíbles”. “Si la legislación sobre el clima es solo parcialmente creíble, las empresas y los hogares no tendrán en cuenta los posteriores incrementos fiscales cuando planifiquen sus decisiones de inversión”, anticipan.

La consecuencia será una ralentización de la transición, con “menor inversión en aislamiento térmico y calefacción, tecnologías de bajas emisiones, etc.”. Eso supondrá una “mayor inflación y un menor PIB al final de la década”.

De hecho, los autores afirman que “las políticas solo creíbles de forma parcial podrían casi duplicar el coste de la transición a renovables en 2030”.

Su análisis incluye también “una preocupación acuciante entre los legisladores”: el efecto de esas políticas climáticas sobre la labor de los bancos centrales y, “potencialmente, la generación de espirales de subidas de precios en el actual entorno de alta inflación”. Su conclusión es que no sucederá.

El FMI concluye que “los costes transicionales de fijar precios al carbono consistentes con las cero emisiones netas a mediados de siglo parecen gestionables y podrían verse reducidos por las innovaciones tecnológicas”.