Dembélé conduce el esférico atravesando la divisoria de los dos campos mientras Messi se desmarca en la banda izquierda. El balón le llega al 10, que lo aguanta unos metros, ingresa en el área y la cede de nuevo para el mosquito. Con tiempo, espacio, sin presión rival… Dembélé no logra contactar bien con el balón y su disparo lo bloca sin problemas Alisson. Era el 4-0 ante el Liverpool para cerrar la eliminatoria de semifinales de la Champions League en el Camp Nou. Una jugada que resume perfectamente la carrera del francés en el FC Barcelona y que quedó grabada en la retina de todos los culés, en parte, por el desastre posterior en Anfield

Ousmane Dembélé llegó al Barça en verano de 2017 con una mochila cargada de expectativas que le pesó hasta el día que se marchó de la ciudad condal. Tener el cartel de ‘sustituto’ de Neymar y su elevado precio (costó 105 millones fijos y, con los variables, la cifra final se quedó en 135 kilos), hicieron que la paciencia de los aficionados culés fuera escasa con el extremo. Además, durante sus primeros años, sufrió numerosas lesiones que le mantuvieron alejado de los terrenos de juego durante muchos partidos. Las noticias sobre su falta de profesionalidad y sus malos hábitos hicieron mella en la trayectoria de Dembélé en Barcelona. 

Sin embargo, todo empezó a cambiar con la llegada de Xavi al banquillo de la entidad blaugrana. El de Terrassa supo ver el potencial que atesoraba el atacante y lo convirtió en una de las piezas clave de su esquema. De hecho, en unas declaraciones que se convirtieron en sinónimo de burlas y memes, el exentrenador del Barça dijo que veía “a Dembélé con potencial para ser el mejor jugador del mundo". El tiempo le ha dado la razón a Xavi, y el mosquito se ha coronado en el Theatre du Chatelet como el mejor jugador del planeta, logrando el Balón de Oro superando en la votación final a Lamine Yamal y consiguiendo el galardón antes que Haaland, Mbappé o Neymar.

Un trofeo que hace justicia a la temporada del delantero, que tuvo de todo. Comenzó con altibajos y un punto de inflexión que, a la postre, terminó siendo clave para su resurgir: no fue convocado al partido de fase de grupos de la UEFA Champions League contra el Arsenal. Desde ese momento, Dembélé lideró al PSG tanto ofensivamente como siendo el primer defensa en el esquema de Luis Enrique. Su forma de ejecutar la presión se viralizó en redes sociales por la intensidad que mostraba. 

Dembélé levantó cuatro títulos con el PSG la pasada campaña: Liga, Copa, Supercopa y Champions League (además de la Supercopa de Europa, aunque esta forma parte de la 2025/26). En total, disputó 60 encuentros en los que anotó 37 goles y repartió 15 asistencias. Además, disputó el Mundial de Clubes de la FIFA, llegando hasta la final del torneo. Cierto es que estuvo lesionado durante la fase de grupos y que el Chelsea no le dio opción al equipo de Luis Enrique, con un contundente 3-0 en la final.

Su Balón de Oro, el sexto del fútbol francés, lo coloca en la élite de la generación post Messi y Cristiano. Al recoger el trofeo, el mosquito dio su discurso visiblemente emocionado: "Es increíble lo que acaba de pasarme. No tengo palabras. Me gustaría dar las gracias a todo el personal del PSG que se ha portado genial. A Luis Enrique, que ahora es como mi padre. Muy importante para mi carrera, aunque todavía no se haya acabado”. También quiso acordarse de los clubes por los que ha pasado, entre ellos, el Barça: “Gracias a todos los equipos en los que he jugado. En el Stade Rennes, el Dortmund... el club con el que siempre he soñado, que fue el Barcelona. Pude aprender allí al lado de jugadores como Messi e Iniesta. Todo un aprendizaje. Estoy contentísimo. Cuando veo la lista de leyendas que lo han ganado... he trabajado para el equipo para ganar la Liga de Campeones, la Ligue 1... poder llevarme este trofeo es algo increíble. Estoy muy contento”.

El profundo cambio de Dembélé

Ousmane Dembélé nació en Vernon, una pequeña localidad del norte de Francia, en 1997. De ascendencia mauritana y senegalesa, creció en un entorno humilde en el que el balón fue su refugio. Con apenas 18 años debutó en la Ligue 1 con el Rennes, donde su velocidad y desparpajo le convirtieron en una de las grandes promesas del fútbol francés. Su ascenso fue meteórico: apenas un año después, el Borussia Dortmund apostó por él y lo convirtió en uno de los talentos más codiciados de Europa.

Su fichaje por el Barcelona en 2017 representó un salto de gigante, aunque las lesiones y los problemas de adaptación le impidieron consolidarse en sus primeras temporadas. A menudo fue noticia tanto por sus jugadas espectaculares como por los largos periodos de baja. Pero más allá de la etiqueta de “futbolista de cristal”, Dembélé siempre mostró una resiliencia poco reconocida.

Ya en París, su vida dio un giro. Casado y padre de familia, encontró en la estabilidad personal un soporte para transformar también su rendimiento deportivo. Con Luis Enrique como técnico, maduró dentro y fuera del campo: aprendió a gestionar su físico, a ser más constante y, sobre todo, a entender que el talento, sin disciplina, no basta.

Hoy, con el Balón de Oro en sus manos, Dembélé no solo ha cambiado la narrativa que le acompañó en Barcelona, sino que también se ha convertido en un símbolo de superación. La carrera del francés demuestra que incluso en el fútbol de élite, donde las etiquetas pesan como cadenas, siempre hay margen para reinventarse.

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