El Real Madrid vive una de sus crisis más profundas de los últimos años. El equipo dirigido por Xabi Alonso, que llegó con la promesa de darle un lavado de cara al cuadro blanco tras un año complicado con Ancelotti, se ha convertido en un mar de dudas: tan solo una victoria en los últimos cinco partidos de Liga, un vestuario totalmente desconectado de la idea del entrenador y una imagen competitiva desconocida en Chamartín. La derrota frente al Celta de Vigo en el Santiago Bernabéu fue una gota más que se acerca a colmar un vaso casi desbordado.
Tal es así que varios medios apuntaron a una reunión tras el encuentro por parte de la directiva para valorar el futuro de su técnico en el club. En el calendario de Xabi Alonso hay una fecha marcada en rojo: el Real Madrid – Machester City del próximo miércoles. Si el equipo no muestra signos claros de recuperación, ni en juego ni en actitud, el ciclo del tolosarra podría cerrarse antes de llegar a fin de año.
Las grandes estrellas del proyecto, Vinicius, Mbappé y Bellingham, han pasado a ser señaladas, acusados de falta de implicación defensiva, de desconexión emocional y de priorizar su ego por encima del colectivo. Especialmente llamativo es el caso del francés, criticado incluso con unas cifras goleadoras de escándalo (25 goles en 21 partidos). Tampoco se libran de la quema jugadores como Fede Valverde, quien se ha negado a jugar en el lateral derecho y dejó una de las imágenes de la temporada al no calentar en Almaty en Champions, ni Rodrygo, que se ha convertido en el delantero con peor racha sin marcar de la historia del Real Madrid.
En este contexto, la figura de Xabi Alonso se debilita como nunca, acusado por un sector de la afición de falta de valentía al no dar oportunidades a jugadores como Gonzalo o Endrick y mantener en el campo a las ‘vacas sagradas’ pase lo que pase. En la capital se ha vuelto a activar un fantasma que recorre el Bernabéu desde hace casi un cuarto de siglo: la maldición que persigue a los entrenadores españoles del Real Madrid.
Desde la salida de Vicente del Bosque en 2003, ningún técnico nacional ha logrado completar una temporada con calma, estabilidad o continuidad. Todos fueron despedidos, todos cayeron antes de tiempo. Xabi Alonso sería el séptimo nombre en una lista que ya parece escrita con tinta indeleble en la historia reciente del club.
Vicente del Bosque: el último técnico español que tocó el cielo (1999–2003)
Del Bosque fue el último entrenador español que triunfó en el Real Madrid. Ganó dos Champions, dos Ligas y un sinfín de títulos, construyó el estilo del Madrid galáctico y sacó lo mejor de una plantilla repleta de egos. Su salida en 2003, incomprensible para muchos, dejó una herida que el club todavía no ha cerrado: fue el último nacional capaz de sobrevivir al banquillo blanco.
José Antonio Camacho: la dimisión más fugaz (2004)
Camacho, ídolo del madridismo, duró apenas tres jornadas de Liga. Desbordado por el ambiente interno, dimitió tras ver que la directiva no le daba el margen necesario para imponer su idea de disciplina. Años después, él mismo explicó el motivo de su salida: “con Florentino, sí empecé la temporada, pero le dije: “Mire, presidente, a este equipo yo, particularmente, no le puedo sacar rendimiento, no sé si usted a lo mejor querrá entonces traer a otro entrenador o algo, pero yo a estos jugadores veo que no les puedo sacar rendimiento”. Me dijo que tenía Balones de Oro en plantilla, y yo que sí, que más bien tenía antiguos Balones de Oro, que usted, presidente, lo que tendría que hacer es fichar a los seis o siete jugadores que puedan ser Balones de Oro ahora. Y por eso me marché”.
Mariano García Remón: el 'apagafuegos' que duró tres meses (2004–2005)
Llegó como solución de emergencia tras la marcha de Camacho, pero su falta de peso en el vestuario y la inestabilidad institucional lo devoraron rápido. Dirigió tres meses discretos, con un equipo sin rumbo y sin autoridad. Su perfil interino simbolizó el desconcierto de aquella época.
Juan Ramón López Caro: el técnico de la casa sin recorrido (2005–2006)
Ascendido desde el Castilla, López Caro asumió el cargo en un momento crítico. Nunca tuvo respaldo real ni plantilla para competir. Cayó eliminado en Champions frente al Arsenal y no logró enganchar al equipo a la Liga. Su final era inevitable desde el primer día. Además, vio como el FC Barcelona levantaba la orejona y dominaba los clásicos aquella temporada.
Juande Ramos: la racha que terminó en derrumbe (2008–2009)
Llegó con credenciales tras su éxito en el Sevilla y logró una buena racha inicial, remontando varios puntos en Liga, pero fue víctima de un vestuario fragmentado y de un Barcelona de Guardiola que arrasaba con todo. Su final quedó marcado por el 2–6 del Camp Nou, una de las derrotas más dolorosas del club en este siglo.
Rafa Benítez: el regreso truncado (2015–2016)
Su fichaje se vendió como el retorno del método, del trabajo y de la estructura. Pero nunca conectó con el vestuario, ni con la grada, ni con la directiva. Duró apenas seis meses. La imagen del 0–4 frente al Barcelona, la alineación indebida de Cherysev y la pérdida de autoridad en el vestuario sellaron su destino. Zidane tomó el relevo y cambió la historia, logrando tres Champions consecutivas con esa misma plantilla a la que Benítez no pudo sacar brillo.
Julen Lopetegui: un proyecto que se cayó en 100 días (2018)
Su llegada fue polémica, destituido de la selección justo antes del Mundial de Rusia por firmar con el Real Madrid, y su salida, traumática. Sufrió una de las peores sequías goleadoras del club y tuvo que gestionar un equipo emocionalmente hundido tras la marcha de Cristiano. Su final quedó marcado por el 5–1 en el Camp Nou. No terminó ni noviembre.
¿Xabi Alonso, próximo capítulo de la maldición?
El entrenador que enamoró a Europa con el Bayer Leverkusen hoy sufre un desgaste acelerado: un vestuario desconectado, un equipo sin identidad, un calendario que no perdona y un club que no espera a nadie. El Bernabéu ya ha visto este guion demasiadas veces: el de un técnico español atrapado entre expectativas desmedidas, urgencia permanente y falta de paciencia. El City puede ser el examen final. El partido que define si Alonso rompe la maldición… o si se convierte en su próxima víctima.