Las encuestas electorales, tercas, indican semana a semana, sean de periódicos o del CIS, que el 26J no va a traer mayorías fáciles. Con esa certeza llegaban los cuatro líderes al debate. Un hecho que les condenaba a moverse en una calle con dos salidas en su búsqueda de votos: la de ofrecer pactos, tender manos, para que los ciudadanos les premieran por ese esfuerzo; o la de buscar sangre para desde el enfrentamiento asegurarse que el otro quedaba debilitado. La opción que eligieron los cuatro candidatos fue, claramente, la segunda.

La pregunta fundamental

Resultaba tan evidente que ésta era realmente la incógnita a resolver, la de los pactos; estaba tan claro que lo demás era relleno, que cuando al final, justo antes de dar a los cuatro candidatos la ocasión de pedir el voto, Vicente Vallés, uno de los tres moderadores, les fue preguntando con quién podían pactar tras el 26J, a Pablo Iglesias se le escapó reconocer esta aseveración: “creo que es la pregunta fundamental”. En realidad, no hubo más en el debate. Dos horas y diez minutos largos de puesta en escena de los encuentros y desencuentros entre estos hombres y sobre los que poder especular sobre sus posibles pactos. 

Cuando se aceptó el debate, en el PP aceptaron a regañadientes. Pensaban que se produciría una situación de ‘tres contra uno’. Pero no les quedaba otra, y tuvieron que aceptar. Eso sí, sólo uno. Y los hechos han venido a confirmar su temor. Al menos, parcialmente. Sánchez, Rivera e Iglesias, los tres, han encontrado en Rajoy su principal saco de los golpes. Le han dado tanto que en un momento, casi tambaleándose, el presidente en funciones no pudo evitar quejarse a los moderadores, casi infantilmente, “es que estos señores están todo el rato hablando y discutiendo de mi”.

Los desencuentros entre los 'emergidos'

Parecía incluso que se les iba a ir tanto la mano.., que acabarían por favorecer a Rajoy. Porque sólo bien mediado el primer bloque, Albert Rivera abrió la mano para repartir el primer golpe hacia otro lado: hacia Pablo Iglesias, al que acusó por su propuesta de subir los impuestos para recaudar 60.000 millones. Un golpe que fue inmediatamente contestado, y muy duramente por el líder de Podemos tan pronto como pudo: “entre la copia y el original nos quedamos con el original, y nuestro rival es el PP”, despreció Iglesias a Rivera.

Antes no había pasado nada que no fuera lo esperado. El primer bloque del debate, centrado en el Empleo, había presentado al Rajoy de siempre, a un Rajoy casi caricatura de sí mismo, repitiendo de manera cansina e interminable cifras macroeconómicas que nadie retiene y en tono soberbio tratando a los demás candidatos como aspirantes (“Gobernar no es fácil… prometer es gratis” repitió muchas veces en versiones similares); a un Sánchez buscando la imagen de presidenciable que anunciaba el cambio de la reforma laboral; a un Rivera jugando a moderado, que calificaba de falsos los datos de desempleo “porque ocultan más de un 90% de precariedad”; a un Iglesias chisposo, que dejó la primera frase eslogan, dirigida, cómo no, a Rajoy en contestación a sus quejas sobre la dificultad de gobernar: “como justificación de suspender el examen, no vale decir que el examen es difícil”.

La pinza Rajoy-Iglesias estalla a Sánchez

Igual de mortecino pasó el segundo bloque, el del gasto público y propuestas económicas, aunque Vallés, claramente el más entonado de los tres presentadores, demostró que además de moderador se puede ser periodista y realizó preguntas incómodas.

Durante este bloque, por cierto, le estalló a Sánchez la que era, evidentemente, su táctica preconcebida: respetando a Rivera, recordar sistemáticamente, intervención tras intervención que él intentó ser presidente, que presentó un programa que hubiera evitado esta segunda vuelta, y que si no lo era tan sólo se debía a que Iglesias se había alineado con Rajoy para impedirlo. Tanto insistió en el tema, que acabaron por contestarle: “No me presento a las elecciones para hacerle a usted presidente, pero además pienso que sería usted un pésimo presidente”, le dijo en un tono casi chulesco Rajoy; “si tiene más votos, volveré a proponer que sea usted presidente de Gobierno -dijo Iglesias antes de rematar:- pero usted tendrá que estar con nosotros o con Rajoy, porque no hay más opciones”.

Bárcenas volvió a ser una piedra al cuello de Rajoy

Pero sólo cuando se llegó al bloque tercero, el de regeneración democrática, el debate cogió vida. Fue sin duda el peor momento para Mariano Rajoy, cuando se le vio más incómodo, incluso en algún momento tocado e irritado. Rivera le enseñó los papeles de Bárcenas según los cuales el presidente en funciones se habría llevado más de 300.000 euros en negro; Sánchez le dijo que tendría que haber dimitido el día que se supo que Bárcenas tenía 40 millones en Suiza y se conocieron sus sms de apoyo… Acusaciones a las que Rajoy apenas si balbuceó una excusa: “Ha sido un problema muy grande la corrupción. Pero aquí se la persigue”

Un momento tuvo, sin embargo, para respirar Rajoy en este bloque, cuando Iglesias y Sánchez vivieron su primer intercambio directo de golpes. Y es que Iglesias metió en el mismo saco las corrupciones de financiación del PP y la caja B, con los ERE en Andalucía, o la presencia de altos cargos socialistas en Consejos de Administración, a lo que respondió el líder socialista preguntando por los casos Monedero o Errejón.

¿Es posible un pacto?

Y así discurrió el debate hasta que, como apuntábamos, llegó el momento que Iglesias calificó de “la pregunta fundamental” ¿Con quién pactaría cada uno? Pregunta que sólo uno, el último de los que habló, contestó directamente. Nos referimos a Iglesias, que vino a poner todo el peso del futuro en el PSOE, partido con el que dijo querer llegar a un acuerdo y al que exigió que se aclare porque, insistió, “no hay una tercera vía: o sigue gobernando el señor Rajoy o el PSOE y nosotros nos ponemos de acuerdo” en un gobierno de progreso.

Antes, el propio Sánchez había dicho más bien quién quedaba incapacitado: “Nadie podrá gobernar en solitario -dijo- y eso incapacita al señor Rajoy, porque nadie va a pactar con él”. Y a continuación pedía a sus votantes que salieran a votar, porque “solo un PSOE fuerte, ganador, podrá decidir si hay cambio y gobierno progresista”.

Rajoy eludió la pregunta, hablando de un pacto “con los españoles”, y pidiendo que se forme un gobierno estable “como se hace en Europa, con líderes sensatos”. Mientras Rivera, decía que “no hay vetos”, para añadir al momento “pero es evidente que los votantes de Ciudadanos quieren cambio y regeneración”, lo que parecía significar también un no a una coalición con un PP presidido por Rajoy.

Todo palabras hasta el 26J

Así las cosas, del debate se sale como se entró, sin pactos a la vista. Bien es verdad que los mismos cuatro candidatos, justo dos horas y diez minutos antes, había dicho uno tras otro que no habría una tercera vuelta. O lo que es lo mismo, que estamos en campaña, que hay buena parte de pose en lo que se hace y se dice. y que hasta que no se conozcan los resultados del 26J, todo son palabras.