En medio de la Semana Santa, hemos conocido los datos de la Estadística de Paro Registrado, elaborada por el Servicio Público de Empleo, y los datos de afiliación a la Seguridad Social, presentados por la Secretaría de Estado de Seguridad Social. En ambos casos, nos encontramos con datos que deberíamos considerar como positivos, con el desempleo en marzo en niveles mínimos de 15 años y la afiliación a la seguridad social en máximos históricos. Acostumbrados a que sólo uno de cada diez contratos sea indefinido, en marzo casi el 50% lo fueron. También se ha producido una caída en el desempleo femenino, que ha alcanzado su mínimo en los últimos 15 años. Los datos son, se miren como se miren, positivos.

Y sin embargo, estos datos llegan en medio de un debate sobre sobre la calidad y utilidad de los indicadores estadísticos del mercado laboral, y la necesidad de ampliarlos para tener una imagen más completa de la situación. Esta ampliación del rango de indicadores necesarios para evaluar la evolución de nuestro mercado de trabajo es, en sí misma, una buena noticia. En primer lugar, debe señalarse que los datos de la Estadística de Paro Registrado no refleja todo el desempleo, ya que muchas personas desempleadas no han estado, tradicionalmente, apuntadas como personas paradas demandantes de empleo. El paro registrado es, efectivamente, un registro. También puede ocurrir que alguien esté trabajando “en negro”, y no esté afiliado a la seguridad social, algo que suele ocurrir en los trabajos más precarizados, como las personas que trabajan en cuidados o en el hogar. Por esto mismo, los datos más fiables sobre el número de personas que está efectivamente trabajando o que está efectivamente en desempleo los ofrece la Encuesta de Población Activa, que elabora el Instituto Nacional de Estadística con carácter trimestral, y que es la estadística plenamente comparable con el resto de fuentes estadísticas de la Unión Europea, recogidas por Eurostat. En otras palabras, el paro registrado es una aproximación, pero no una estimación plenamente fiable. Esta realidad es reconocida por cualquier economista que se haya graduado en una facultad española desde los años 70, es pública, y debe ser la primera consideración a realizar.

La segunda consideración tiene que ver con los efectos de calendario: una semana santa temprana o una campaña de navidad puede generar alteraciones sustantivas en el mercado de trabajo. Por ello mismo, los datos suelen “desestacionalizarse”, esto es, se eliminan los efectos estacionales para conocer la tendencia y evitar picos anómalos que lancen señales equivocadas. Los métodos de desestacionalización son varios y no siempre coincidentes en los análisis desarrollados.

Una tercera consideración tendría que ver con si el desempleo -sea medido a través de la EPA o a través de la Estadística de Paro Registrado- es la medida unívoca de la salud de nuestro mercado laboral. Puede haber personas que trabajen en empleos parciales y que desean un empleo a tiempo completo, o personas que ya ni buscan empleo porque están desanimadas. Estos datos los recoge una tercera estadística, que ha hecho fama estas últimas semanas, que es la holgura laboral, o la tasa de “desaprovechamiento” de nuestro mercado laboral. En España, el profesor de la Universidad de Oviedo Florentino Felgueroso lleva analizando los datos de nuestro mercado laboral de esta manera desde hace años, y ahora la AIReF ha sugerido la conveniencia de usarlos para comprender mejor nuestra dinámica laboral.

Una limitación añadida, en el caso de España, se refiere a las personas que, teniendo contrato fijo discontinuo, se encuentran en situación de paro. Reciben prestación pero ni cuentan como parados ni cuentan como afiliados mientras no estén trabajando. Hasta la reforma laboral, la cifra de fijos discontinuos era marginal pero su mayor uso en el último año hace que sea necesario contar con este dato para tener una visión más precisa. En este sentido, cabe señalar que si bien no forman parte de la Estadística de Paro Registrado, si lo hacen en el caso de la EPA.

De esta manera, los datos de empleo, como cualquier otro dato económico, requiere de una explicación sobre sus usos y limitaciones. Y aunque hay que considerar otras variables, los datos de paro y afiliación son esenciales e inequívocos para comprender la situación laboral en España.

¿Significa todo esto que España está maquillando sus estadísticas de empleo? La respuesta corta, inequívoca, válida y rotunda es NO. Ningún organismo internacional ha “aflorado” desempleo oculto en España, ni lo ha hecho el Banco de España, ni lo ha hecho la AIReF. Sencillamente ofrecen estadísticas complementarias y señalan lo que sabe cualquier economista, que los datos tiene el alcance que tienen, y que es el mismo que tenían hace dos, cinco y siete años, porque la metodología de recogida de los datos es esencialmente la misma y su integridad está garantizada por las instituciones y los funcionarios que las gestionan. La credibilidad de las instituciones y la información estadística que ofrecen para evaluar el desempeño de nuestra economía deberían ser respetadas, y sembrar dudas por intereses espurios debería ser motivo de reproche por parte de todos y todas