La semana pasada, y en el marco de la realización del encuentro anual del Foro Económico Mundial en Davos, un grupo de 250 multimillonarios dieron a conocer una carta en la que apostaban por una mayor imposición para las grandes fortunas.

En su carta abierta, titulada “Proud top ay more”, dirigida a líderes mundiales, este grupo de ultrarricos parece expresar su sorpresa y decepción ante la falta de respuesta a una pregunta persistente que han planteado durante tres años: ¿cuándo se gravará la riqueza extrema?. En el comunicado, los firmantes argumentan que su llamado a impuestos más equitativos no busca revolucionar nada -alguno de ellos incluso tuvo que justificar que no era un llamamiento “comunista”-, sino restaurar la normalidad, basándose en su evaluación particular de las actuales condiciones económicas y sociales. Aunque, como no podía ser de otro modo, reconocen ser beneficiarios del statu quo, alertan sobre un punto de inflexión en la desigualdad que podría tener consecuencias potencialmente catastróficas para la estabilidad económica, social y ecológica. Consecuentemente, los firmantes exigen acciones inmediatas para abordar esta creciente disparidad. Su solicitud es clara y directa: piden que se les impongan impuestos más elevados a los más ricos de la sociedad. Aseguran que esto no afectará de manera significativa su nivel de vida ni obstaculizará el crecimiento económico (algo que habrá molestado a algunos de los defensores de los impuestos bajos a las altas fortunas). Bien al contrario, los multimillonarios proponen que estos impuestos transformen la riqueza excesiva e improductiva en una inversión para el futuro democrático común.

Pese a que muchos de los firmantes son conocidos por sus obras filantrópicas, los remitentes argumentan que la solución no puede encontrarse en donaciones ocasionales o en acciones filantrópicas individuales, sino en la intervención gubernamental tanto a nivel nacional como internacional, al más puro estilo socialdemócrata. La carta y el informe que la acompaña realizan un llamado urgente a los líderes mundiales para que tomen medidas inmediatas, advirtiendo que cualquier demora fortalece un status quo económico peligroso y amenaza las normas democráticas. Los firmantes, que señalan su disposición y orgullo para contribuir más mediante impuestos, lo proponen con el objetivo de abordar la desigualdad extrema, aliviar el costo de vida para los trabajadores, mejorar la educación, fortalecer los sistemas de salud, desarrollar una infraestructura más sólida y respaldar una transición hacia una economía más sostenible y ecológica.

No es la primera vez que esto ocurre: Bill Gates, uno de los multimillonarios más famosos del planeta, lleva años pidiendo impuestos altos para los adinerados, algo en lo que le acompaña su amigo Warren Buffet, ultramillonario a su vez. En 2020, 83 de estos multimillonarios firmaron otra carta en la misma dirección. Así que, en este caso, lo único que realmente cambia es el número de los firmantes, con el mismo discurso: la verdadera medida de la calidad moral de una sociedad radica no solo en cómo trata a sus miembros más vulnerables, sino en las expectativas que tiene para sus ciudadanos más acaudalados.

Y no es para menos. También coincidiendo con el encuentro, y bajo el título "Desigualdad S.A.," Oxfam presentó su tradicional informe sobre la desigualdad que revela un aumento desmesurado de la riqueza extrema de los cinco hombres más ricos del mundo, que se ha más que duplicado desde 2020, pasando de 405,000 millones a 869,000 millones de dólares. Mientras tanto, el patrimonio de cerca de 5,000 millones de personas ha disminuido. Este alarmante ritmo podría conducir a la aparición del primer billonario del mundo en una década, mientras que se necesitarían 229 años para erradicar la pobreza global. La investigación también destaca que siete de las 10 empresas más grandes del mundo tienen a un milmillonario como presidente o accionista principal, con un valor de mercado conjunto de 10.2 billones de dólares. La organización realiza un llamamiento urgente a la acción pública para priorizar los servicios públicos, regular las grandes empresas, eliminar monopolios y aplicar impuestos permanentes sobre la riqueza y los beneficios excesivos, destacando la creciente desigualdad y el poder desproporcionado de las corporaciones en la economía global. No sabemos si los multimillonarios firmantes estarían de acuerdo con todas las propuestas de Oxfam, que no se refiere únicamente a los efectos redistributivos de los impuestos, sino también a las condiciones en las que se genera esa inmensa desigualdad. Porque no se trata sólo de los impuestos, sino de cómo se genera esta riqueza.

En España las cosas no van mucho mejor: la sección española de la ONG internacional, Oxfam Intermón, que realiza su propio informe de alcance nacional, ha revelado que, en 2022, el 10% más rico de la población en España poseía más del 50% de la riqueza, mientras que el 1% más rico acaparaba el 22%, dejando apenas un 8% para el 50% más pobre. Su informe se centra este año 2024 en examinar cómo 50 grandes empresas españolas, especialmente en sectores eléctrico y bancario, contribuyen a estas desigualdades, evidenciando una desconexión entre beneficios empresariales y generación de empleo. A pesar del aumento del 16% en sus beneficios empresariales, estas empresas apenas parecen contribuir al crecimiento del empleo. Tenemos por lo tanto mucho camino por delante y la reforma tributaria pendiente es una pieza clave que debería activarse cuanto antes, con el objetivo de evitar que estas desigualdades se amplifiquen en el futuro, resquebrajando la cohesión social. Lamentablemente no parece que vayamos en esa dirección: buena parte de la opinión pública española ha encontrado en el anarcocapitalista argentino Milei a su nuevo héroe, algo que dice mucho de sus ideas para nuestro país. La airada reacción del presidente de la patronal a los comentarios de la vicepresidenta primera sobre los salarios de los altos directivos del IBEX en España muestra hasta qué punto la sensibilidad contra la desigualdad tiene mucho camino que recorrer en nuestro país.

Si se lo estaban preguntando: no, no hay ningún multimillonario español entre los firmantes de la carta. En esto también tenemos excepción ibérica.