En mi artículo publicado el pasado 27 de Julio que titulé Un futuro negro para las bolsas, ya comentaba que los elementos, tanto en el ámbito macroeconómico como en el entorno geopolítico, parecían confabularse no solo para frenar el movimiento alcista de los mercados de valores, sino para darles la puntilla y provocar correcciones de mayor calado e incluso cambios de tendencia.

Después de dos meses y medio en los que las bolsas americanas siguieron ganando terreno de manera pausada y las europeas simplemente se mantenían en pie, aunque en una postura temblorosa, el pánico ha hecho acto de presencia entre los inversores y las pérdidas, en particular las de las acciones norteamericanas, han sido tan grandes y en caso superiores a las sufridas entre los días 2 y 5 de febrero del presente año motivadas por los primeras comunicaciones de Trump en referencia al inicio de la llamada guerra comercial con China.

Índice S&P 500

Índice S&P 500.

Los elementos en contra que anteriormente mencionaba son el alza de los tipos de interés en Estados Unidos, las rentabilidades de los bonos del Tesoro a largo plazo han superado ya la rentabilidad por dividendo ofrecido por los componentes de los principales índices bursátiles, razón suficiente para que se produzca flujos de salidas de la renta variable a valores de renta fija. Por otro lado, la enorme incertidumbre sobre el crecimiento de las economías mundiales provocada por la guerra comercial de Trump, la enorme desaceleración de los países emergentes y la amenaza a la estabilidad europea que supone el desacato del gobierno populista de Italia a las normas de estabilidad presupuestaria acordadas en el seno de la Unión Europea.

Todos estos temas los hemos tratado en artículos anteriores y de por sí solos son lo bastante inquietantes como para que el ánimo de los inversores se contraiga y retiren sus inversiones a lugares más seguros que en casos puedes ser bonos o en otros pura y dura liquidez.

Pero, por si fuera poco, un nuevo factor de preocupación ha irrumpido en el mercado en los días precedentes. A lo largo de los últimos cuarenta y cinco años, Arabia Saudí ha sido un baluarte de protección en el inestable entorno de Oriente Medio en lo concerniente al suministro de petróleo al resto del mundo, particularmente a los países occidentales.

El reino gobernado por la dinastía saudita ha sido y sigue siendo una monarquía absolutista que contraviene de manera sistemática los principios en los que se asientan los estados democráticos occidentales.

A pesar de esta total confrontación de valores y que en numerosas ocasiones el país árabe ha transgredido los más elementales derechos humanos, Occidente, y muy especialmente Estados Unidos ha hecho siempre la vista gorda y ha mantenido la relación con este país con el fin único de tener un aliado que aporta un equilibrio de fuerzas en la conflictiva zona de Oriente Medio, y sobre todo para asegurarse el acceso al petróleo, producto del que Arabia Saudí es el mayor exportador del mundo.

En la llamada crisis del petróleo a principio de los 70, los países árabes se unieron en la OPEC y utilizaron este producto como arma de negociación tras la guerra del Yom Kipur con Israel, fue Arabia Saudí el único país que no se sumó a esta iniciativa y garantizó la provisión de petróleo al mundo.

Desde entonces, utilizar el crudo como arma política ha sido un tema tabú que independientemente de todos los conflictos acontecidos posteriormente se ha mantenido al margen de cualquier negociación.

Sin embargo, el pasado domingo la caja de los truenos se destapó y el gobierno saudita dio a entender de manera tácita que podría cortar su suministro de petróleo, en caso de ser sancionado por el asunto relacionado con la desaparición del columnista del Washington Post en Estambul, Jamal Khasoggi, al decir que su represalia sería “aún más fuerte”.

En un alarde propio de Trump, éste lanzó una amenaza directa a Arabia Saudí que trajo consigo esta respuesta.

Si un precio del petróleo a 80 dólares el barril empieza a ser preocupante, un corte de suministro por parte de Arabia Saudí podría elevarlo a 100 o 200 dólares en cuestión de días y esto supondría poner de rodillas a toda la economía mundial.

Cotización del barril de petróleo Brent

Cotización del barril de petróleo Brent.

La maquinaria diplomática ha sido ya puesta en marcha y se buscan soluciones que puedan salvar el conflicto sin afectar la “reputación” de la monarquía saudita ante lo que parece ser un claro acto delictivo.

Pero el asunto se ha enrarecido por las evidencias aparecidas y por la presión de gran parte del Senado norteamericano, entre los que se encuentra representantes republicanos, a favor de tomar medidas punitivas contra Arabia Saudita por este flagrante caso de violación del más elemental derecho humano que es el de la vida.

Así pues, nos encontramos con un nuevo y grave factor desestabilizador que añade inquietud al ya débil ánimo de los inversores.

Las bolsas estarán pendientes del desarrollo de los acontecimientos en los próximos días y aunque hemos podido presenciar movimientos correctivos de la última caída impulsados por algún que otro resultado empresarial mejor de lo esperado, éstos no podrán tener continuación si la tensión y el miedo a un conflicto de mayor envergadura que dispare el precio del crudo se mantiene.