No pertenezco al grupo de los cándidos que creen que las Bolsas funcionan correctamente y solo se mueven por razones económicas y empresariales. También sé que no todos los inversores –lamentablemente- invierten con la misma información y, por tanto, en igualdad de condiciones. Las Bolsas, por ejemplo, tienen bastante de casino, pero detrás de ese juego hay empresas que hacen negocios, invierten, desinvierten, tienen trabajadores, ganan y pierden dinero con su actividad. Y además, suelen pagar dividendos a sus accionistas, repartiendo lo que logran cada año.

Luego hay calentones inexplicables como el actual de la firma automovilística Tesla, o se ignoran durante un largo tiempo compañías que van bien. Pero, bueno, esa es parte de la esencia del mercado de acciones. En años normales, descartando el peculiar 2020, llegan al bolsillo de los accionistas unos 30.000 millones de euros, fruto de las ganancias empresariales.

La Bolsa, de momento, no es para los inversores jóvenes. La aparición de las criptomonedas y muy especialmente el Bitcoin ha atraído el dinero de los neófitos en estas lides de la inversión que están aprendiendo a invertir con un producto que sí es un mero juego de azar. Ellos mismos, con sus Smartphone o sus ordenadores compran y venden el Bitcoin en pocos segundos o minutos y se apuntan ganancias o pérdidas gracias a unas fantásticas plataformas tecnológicas.

El Bitcoin apareció en 2008 de la mano de un grupo de informáticos bajo el seudónimo de SatoshiNakamato como moneda descentralizada y ajena a los bancos centrales. Durante 2020 y en este 2021, la criptomoneda ha tenido un comportamiento espectacular. Hace solo un año el Bitcoin se compraba y vendía por 8.600 dólares y actualmente cotiza en los 37.000 dólares. Una evolución que ha despertado la codicia de los inversores, en especial de los más jóvenes que tienen facilidad para operar con la divisa tecnológica. Los únicos argumentos a favor de esta fuerte subida son la escasez de Bitcoins ya que solo se pueden emitir 22 millones y ya estamos en torno a los 18 millones y que durante la pandemia del Covid-19 se ha comportado como un contrapeso a la caída de otros mercados financieros.

Son ideas poco sólidas en las que fundamentar una inversión y, lo que es peor, mandan un mensaje a estos jóvenes inversores de que eso de ahorrar e invertir no sirve para generar riqueza sino simplemente para ganar y perder como si se tratase de una apuesta en una carrera de caracoles. Tal vez, en este mundo de política líquida, valores líquidos y economía líquida, el Bitcoin sea el exponente de la inversión líquida.

Warren Buffett, uno de los inversores más prestigiosos del mundo que ha creado escuela sentencia que el Bitcoin es una mera ilusión y lamenta que muchos ingenuos inversores finalmente lo pierdan todo. No ve que la criptomoneda cree ningún valor, ni sirva como medio de pago ni siquiera como reserva de valor. Una de sus frases recientemente pronunciadas es que “atrae a muchos charlatanes. Es algo donde la gente ve una oportunidad de contar a sus allegados que está tratando de hacerse rica porque su vecino se está haciendo rico comprando estas cosas que ninguno de ellos entiende. Tendrá un mal final”.

Pero la historia de los detractores del Bitcoin viene de más lejos cuando el profesor brasileño Jorge Stolfienvió en 2016 una carta a la SEC estadounidense (como la CNMV española) en la que describía lo que él percibe como similitudes entre Bitcoin y acciones de centavo o esquemas ponzi . Un esquema Ponzi, es un tipo de fraude de inversión con estas  características: Las personas invierten en él porque esperan buenas ganancias y esa expectativa se sustenta en que tales ganancias se paguen a quienes opten por cobrar. Sin embargo,no existe una fuente externa de ingresos para esos pagos. En lugar, los beneficios provienen enteramente de nuevos fondos captados, mientras quelos operadores se llevan una gran parte de este dinero. Para Stolfi, invertir en Bitcoin o cualquier otra criptodivisa,  verifica todos estos elementos.