Las consultoras españolas se encuentran en el punto de mira, ya que se están dando a conocer auténticos escándalos basados en jornadas maratonianas y en situaciones de presión en las que colocan a sus trabajadores. Los empleados de este tipo de empresas suelen ser jóvenes que tienen energía y ganas de promocionar, unas características que aprovechan sus contratadores, sometiéndoles a hábitos abusivos y a tendencias competitivas.

Depresión y daños cognitivos

“Después de un mes trabajando entre 10 y 11 horas todos los días, el último viernes, cuando me dijeron que, si estaba disponible por la tarde y noche, respondí que tenía un tema familiar y la respuesta fueron malas caras y la indirecta de que la semana siguiente se tendría que poder contar conmigo”, comenta una trabajadora de una de las consultoras de comunicación más conocidas de España. Esta situación, que es la habitual en este tipo de empresas, oculta una incómoda verdad médica: trabajar más de 8 horas eleva tres veces el riesgo de depresión. Un escenario en el que las horas extras se convierten en algo habitual conlleva una mayor exposición al estrés, y además ese mismo tiempo los trabajadores se ven más alejados de la familia y los amigos, lo que conlleva un sentimiento de soledad y abatimiento.

“Se acaba cenando en la propia empresa. Era habitual pedir pizzas, cenar y seguir trabajando a las 22:00 y 23:00 de la noche”, rememora con horror Carlos Rodríguez, que después de “aguantar” un año para no perder un bono de 2000 euros, pudo dejar una de las Big Four.

Distinta fue la suerte de Manuel Martín. “No aguanté más de siete meses en Deloitte. Muchísima presión de trabajo. No respetaban las horas de trabajo entre jornada y jornada, había días que salía a las 0:00 de la noche y estaba otra vez allí a las 8:00”, relata. “Por las noches solo estábamos el nivel 1 de Ciberseguridad y nos cargaban el trabajo de otros turnos que tenían horario normal”. Es importante señalar que estas situaciones de estrés mantenido desembocan en un exceso de nuestra cantidad de cortisol, lo que provoca daños en zonas del cerebro que están relacionadas con la memoria y el aprendizaje, un hecho que puede llegar a tener efectos en los trabajadores incluso en la capacidad de recordar y de adquirir nuevos recuerdos.

“Fue cuando comencé a tener problemas de insomnio y tuve que recurrir a las pastillas para dormir”, recuerda también Manuel. Esta afirmación no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que un ambiente y cúmulo de situaciones estresantes empeoran la calidad de sueño, algo que a largo plazo provoca daños cognitivos y cerebrales, además de incrementar el riesgo de problemas cardíacos, hipertensión y diabetes.

Un ambiente de control, tensión y competitividad

La tendencia competitiva es, según una responsable de recursos humanos de una consultora española, precisamente consecuencia de la “cultura de la empresa creada por los altos cargos” y las obligaciones y el control al que someten a sus trabajadores. “En Deloitte las vacaciones son en agosto, por obligación. Yo me iba de vacaciones un 31 de julio, surgió un tema y me llamó mi jefe para decirme que si no lo arreglaba no me iba de vacaciones, así de claro. Además, me dijeron que en mis vacaciones iba a tener que estar pendiente del tema y que me fuese turnando con mis compañeros”, dice Carlos.

“También me resultó alarmante que Deloitte tenga un sistema de seguridad interno que envía correos a tus socios responsables con las publicaciones que haces en redes sociales. Cuando te fichan, buscan tus redes sociales y las recopilan en bases de datos, para que cada mañana les lleguen tus publicaciones por correo a los socios de la empresa. A mí una vez mi socio me llamó al despacho para decirme si me parecía normal una broma que había publicado”, reflexiona Carlos, aún afectado.

Manuel recuerda la falta de humanidad que sentía en su empresa diciendo que “solo eres un número más, es una despersonalización total, ni el jefe de tu departamento se sabe tu nombre”. Mientras, la única trabajadora que sigue siendo consultora y que ha querido participar en el reportaje dice estar “harta por tener que soportar un clima muy competitivo, la gente quiere ascender muy rápido y no les importa pisar a los compañeros. La estructura está pensada para que solo pienses por ti y por tus intereses, y el compañerismo queda a un lado totalmente”.

Es más, uno de los indicadores determinantes para saber si la cultura de empresa es tóxica es el surgimiento de difamaciones, cotilleos, e incluso, comentarios racistas o sexistas. Estas actitudes, pueden llegar a ser consideradas acoso en muchas ocasiones y suelen venir de envidias por ascensos, subidas de sueldo o, incluso, por proyectos asignados a otros compañeros. “Cuando llegué al departamento de unas 30 personas, me llamó poderosamente la atención que nadie hablase bien de nadie. Desde el principio pude ver que el ambiente llevaba años viciado”, dice María, que renunció el año pasado. De hecho, una buena vara de medir para saber si una empresa tiene un mal ambiente o hábitos abusivos es la rotación de los trabajadores, que no se suelen quedar en estas empresas más de un año y medio.

En esta pieza quedan recogidos algunos de los testimonios del drama que experimentan muchos jóvenes trabajadores. También queda plasmada una aclaración: todos los nombres utilizados en el reportaje son seudónimos, ya que, aunque la mayoría ha conseguido escapar de estas empresas, tienen miedo de dar sus propios nombres. “Esta gente tiene las manos muy largas”, dice temeroso uno de ellos.