El tiempo apremia. Tras el más que satisfactorio acuerdo para el Reino Unido (RU) obtenido por el primer ministro, Cameron, sobre sus demandas a la Unión Europea (UE), la cuenta atrás, que finalizará el 23 de junio de este año con la celebración del referéndum, ha empezado y en esa apuesta, como ya ocurriera en el referéndum de Escocia, el gobierno británico está dispuesto a poner en funcionamiento toda la artillería pesada que tiene a su disposición.

Tras las apocalípticas voces de alarma lanzadas por entidades financieras como BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, Goldman Sachs o HSBC, sobre las repercusiones de una salida del RU de la UE, y el grupo de selectos científicos opuestos al cisma, le ha tocado la vez al Banco de Inglaterra (BoE) y a su gobernador, Carney, que en su comparecencia ante la Comisión de Economía y Finanzas del Parlamento, recordaba que la pertenencia a la UE refuerza el dinamismo de la economía británica, aunque defendía la independencia del BoE.

La convocatoria de un referendo de este tipo comporta un cierto riesgo, pero la verdad es que pocos son los que apuestan por un éxito del Brexit

Muchos son los analistas y politólogos, así como gobiernos de la UE que han puesto en duda la necesidad de un referéndum, práctica por la que el Reino Unido de Cameron está demostrando un especial gusto, a pesar de que ha conseguido ver cumplidas sus exigencias (freno de emergencia para las ayudas sociales, cláusula de salvaguarda para la City de Londres, no a un “superestado europeo” o cláusula de autodestrucción) y sin necesidad de tener que modificar el Tratado de la Unión, lo cual hubiera supuesto la ratificación de los 28 Estados miembros, y en algunos de ellos, en su caso, mediante un referéndum.

Aunque la convocatoria de un referendo de estas características comporta un cierto riesgo, la realidad es que pocos son los que apuestan por un éxito del Brexit, ya que “el sistema” está dispuesto a echar el resto en este tipo de apuestas y los antecedentes –Escocia- son un punto de referencia determinante, ya que en la campaña por el NO se juntaron desde los anatemas lanzados por Deutsche Bank, Goldman Sachs, Alan Greenspan, Robert Zoellick o John McCain a las amenazas, como las que venían a anunciar que el SI a la independencia podría generar una repetición de la Gran Depresión, al menos al norte de la frontera. La situación llegaba al paroxismo cuando el propio Cameron casi estallaba en lágrimas rogando a los escoceses que no votaran por la independencia.

Difícil, por no decir imposible, ganar un referendo popular sin contar con las instituciones y las élites globales, aunque la estrategia, en el caso de Escocia como en el caso del Brexit, no termina en la convocatoria, sino que continua con la propia pregunta o el framing en que se lleve a cabo el plebiscito, y para sustentar esa tesis, los expertos recuerdan que si el referéndum de la OTAN en España no hubiera incluido tres condiciones en su propia pregunta (no armas nucleares, reducción bases, no entrar en la estructura militar) quizá el resultado habría sido diferente. Por lo tanto, el que controla la pregunta —el gobierno— tiene un importante margen de maniobra para configurar el terreno de juego.

Y en el caso de que todo falle, ahí está Georgy Fyodorov, jefe de la Asociación para la Protección de los Derechos Electorales de Rusia, quien declaraba tras los resultados del referéndum de Escocia que: “de acuerdo con lo que nuestros observadores en las oficinas de votación nos están diciendo, hubo más votos para el SI a la independencia que los que muestran los resultados oficiales”; y no contento con su afirmación, concluía señalando que “Escocia se ha visto sometida a una inmensa presión…el Reino Unido ha incurrido en todas las trampas y violaciones imaginables para que triunfe el No a la independencia”. ¡Que lo diga un ruso!

Ante un referéndum como el que se va a celebrar el 23 de junio en el RU, el aparato del Estado británico se ha puesto en marcha como lo hizo ante el referéndum sobre la independencia de Escocia. Nada se deja al azar y todos los grupos de votantes tienen un tratamiento específico según sea su edad, sexo, origen territorial, preferencias políticas o su disposición frente al voto.

Cameron aprendió casi todo en el referéndum escocés y ello le va a permitir afrontar la consulta del Brexit con suficientes garantías de éxito, con especial referencia al comportamiento de las redes sociales ante un acontecimiento como el que se juzga.