Suelen concitar un gran entusiasmo en los mercados, y generan un importante mercado para consultores, asesores jurídicos y especialistas en finanzas, pero lo cierto es que las fusiones y adquisiciones no siempre generan el valor que se les presupone: en gran parte de las operaciones de fusiones y adquisiciones, las compañías que “absorben” con consiguieron generar un mayor valor y en algunos casos incluso lo perdieron. La evidencia parece señalar que las empresas “compradoras” tienen más probabilidades de perder valor mientras que las empresas “compradas” suelen tener resultados más positivos. En otras palabras, antes de realizar una adquisición, las empresas deben pensarse muy bien por lo que pagan: ¿pagan por un mercado? ¿Por una tecnología? ¿Por un know-how? No siempre es fácil se saber, pues las expectativas de los protagonistas y los aspectos culturales y conductuales cobran un importante papel.

En materia bancaria, las fusiones y adquisiciones suelen tener una finalidad de acceso a un mercado o intentar generar economías de escala. En la pasada década, en España el panorama bancario se consolidó no por la conveniencia de las concentraciones bancarias, sino fundamentalmente por la necesidad de integrar balances dañados -los de las cajas de ahorro- con balances saneados -los de los bancos privados que tenían una menor exposición al mercado inmobiliario español. Pero, exceptuando esta extraordinaria situación, las investigaciones empíricas señalan un resultado mixto. Mientras que unas investigaciones han tenido muchas dificultades para encontrar valor en las fusiones bancarias en Estados Unidos, otras han señalado que, en particular, las integraciones europeas han tenido más capacidad de generar valor, fundamentalmente por el valor que generar diversificar el mercado y ganar escala en el conjunto del mercado europeo.

Los efectos de estas operaciones en los mercados financieros han sido también motivo de estudio. Algunos artículos señalan que las fusiones han tenido un efecto negativo en la política de financiación de pequeñas y medianas empresas. En materia de poder de mercado, el impacto de las fusiones no ha generado concentraciones si se tiene en cuenta el conjunto del mercado europeo.

De esta manera, nos encontramos con que, bajo determinadas condiciones, las fusiones de entidades financieras pueden tener resultados positivos. En el actual contexto de bajos tipos de interés, transformación digital, y escasos márgenes, el inductor fundamental de este tipo de operaciones no es ganar mercado, sino sobre todo acometer racionalizaciones de eficiencia: reducción de costes operativos como oficinas abiertas al público, reducciones de plantilla y aprovechamiento de economías de escala en los procedimientos de gestión. En otras palabras, las fusiones de las que se está hablando no están dirigidas a incrementar los mercados, sino a reducir costes y a mejorar los maltrechos márgenes operativos. Este proceso tiene una razón adicional: aunque los bancos españoles mantienen una capitalización razonable tras la estructuración de 2012-2014, lo cierto es que los últimos test de stress de la EBA y el Banco Central Europeo, de 2019, simulaban como escenario adverso una caída del PIB del 1,5% en la eurozona. En 2020, la caída esperada será del 8,7%, esto es, alrededor de 6 veces más del peor escenario previsto. El Banco Central Europeo está proporcionando toda la liquidez necesaria, pero las entidades necesitan recuperar márgenes como sea para hacer frente a eventuales crisis de impagos.

Es evidente que esta es la principal razón de la fusión entre Caixabank y Bankia: las dos comparten el mismo mercado y sus operativas no son muy diferentes. Ninguna de las dos cuenta con una exposición internacional significativa, y ambas cuentan con una red de sucursales muy extensa por la absorción de diferentes cajas de ahorro. El resultado de esta operación supondrá un importante proceso de concentración del mercado minorista: en algunas comunidades autónomas, como Valencia, la entidad resultante tendrá cerca del 40% del mercado bancario. En otras palabras, la concentración generará un poder de mercado que, si bien medido en términos de la Unión Europea, no debe suponer ninguna distorsión, si bajamos al territorio, sí generará un efecto claro en la llamada banca de proximidad.

Si la integración, como parece, abre una nueva ronda de reestructuración del sector bancario, veremos efectos en la inclusión financiera en gran parte del territorio nacional. El proceso de reestructruaciones bancarias de la anterior crisis supuso el despido de más de 80.000 empleados, y el cierre del 40% de sus oficinas sucursales, muchas de ellas situadas en localidades donde una población envejecida no suele tener acceso a la banca por internet. La tasa de penetración de la banca online en España se sitúa alrededor del 55%, lo cual significa que un importante 45% sigue utilizando los servicios tradicionales. En estas condiciones, tener una oficina bancaria en la localidad o en el barrio se convierte en un factor determinante para la operativa financiera de muchas personas, particularmente de las mayores. Seis provincias tienen más de la mitad de sus pueblos sin una sucursal de una entidad bancaria, y de acuerdo con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, alrededor de 1,3 millones de personas viven en localidades sin una sucursal, un 44% más que en 2008.

El sector financiero español se enfrenta a esta disyuntiva: debe ofrecer un marco amplio de inclusión financiera y de acceso a una parte de la población, mientras compite en el mercado con nuevas realidades como las empresas Fintech que no deben cumplir ni con la mitad de su regulación y cuyos objetivos se reducen a generar beneficios. El campo de juego no está nivelado y se corre el riesgo de que la factura la paguen los clientes. No podemos obligar a los bancos a generar inclusión financiera y a competir con las Fintech al mismo tiempo.

Necesitamos repensar nuestra política bancaria para facilitar la inclusión financiera y el acceso a los servicios bancarios al tiempo que promovemos la adecuada modernización del sector. No es una ecuación sencilla de resolver: para eso nacieron las cajas de ahorro, para eso se desarrollaron y por no cumplir esa función de inclusión financiera, terminaron haciendo estallar nuestro sistema bancario. Proponer una banca pública minorista será difícil de volver a colocar en la agenda económica del país, así que tendremos que pensar en otras opciones. No hay muchas, la verdad.