Octubre siempre es un mes de miedo para las Bolsas. Las grandes crisis de las acciones han tenido este periodo como el más propicio. Y ahora, además, se suma la proliferación de malos datos económicos con desaceleración de las grandes economías y con el Brexit para el día 31 como fecha final y las idas y venidas en la guerra comercial entre Estados Unidos y China con sus episodios europeos.

Con este ambiente nada festivo lo lógico sería huir del mundo de las acciones. Sin embargo hay elementos para creer que las Bolsas pueden seguir dando alegrías a los que apuesten por ellas. Las razones se encuentran muy relacionadas. El dinero ha huido de las acciones durante 2019 y eso que ha sido un buen año con resultados positivos en los principales mercados. Y su principal refugio ha sido la llamada renta fija, es decir, los bonos que emiten los Estados y también las empresas. Según datos recientes de la firma Bernstein, de los fondos de Bolsa en el mundo han salido casi 225.000 millones de euros mientras que han entrado en fondos de renta fija algo más de 700.000 millones de euros.

Este brusco movimiento ha provocado que el precio de los bonos subiera, logrando también importantes ganancias que contrastan con la bajísima rentabilidad que ofrece comprar la deuda de las empresas o de los Estados. Los tipos se encuentran al 0% o negativos, pero al comprar tantos bonos (oferta y demanda) el precio se ha disparado.

Estos movimientos en los flujos de dinero –recordar que el oro también se ha beneficiado de esta búsqueda de refugios- los han realizado los inversores minoristas que normalmente suelen equivocarse con sus decisiones. Por ejemplo, el último trimestre de 2018 fue muy malo para las Bolsas y no se les ocurrió otra cosa que marcharse de los mercados de acciones perdiéndose toda la subida que se ha vivido a lo largo de 2019.

Hoy por hoy y pese a que algunas Bolsas como las de Estados Unidos se encuentran no muy lejos de sus máximos históricos, se asume más riesgo teniendo bonos en la cartera que acciones. Existe una burbuja clarísima en el precio de los bonos que, en general, no se da en las acciones. Esa burbuja seguirá inflada durante algunos años por las continuas compras de los bancos centrales y los bajísimos tipos de interés. Pero todos los analistas coinciden en que es una situación insostenible. Es más, mucha de esa deuda tiene características de basura, es decir, puede que no llegue a devolverse el dinero prestado y, aun así, las compras no cesan.

En un enfoque de medio y largo plazo está claro que el dinero de los bonos deberá volver a las acciones y lo hará cuando menos se espere.  Entonces el flujo del dinero tomará el destino contrario y pasará de los bonos a las acciones provocando fuertes subidas de las Bolsas. De nuevo, los pequeños inversores que siempre suelen ir a contrapié acabarán soportando las pérdidas en sus fondos de inversión de renta fija donde, incluso, pueden llegar a haber problemas de liquidez porque se quieran salir más de los que estén dispuestos a comprar. Un temor que ya han reflejado organismos como la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el Banco Central Europeo.

Seguramente a lo largo de este mes de octubre se pueda vivir algún susto en las Bolsas, agobiadas por un entorno de desaceleración económica que roce incluso la recesión en algunos países. Pero ese será el momento adecuado para comprar más y más Bolsa, cuando los precios recorten algo. Estos comportamientos de movimientos de los flujos ya han sido estudiados por los analistas que apuntan que después de movimientos tan bruscos como los vividos entre acciones y bonos, se produce un mercado alcista para las Bolsas en los seis meses siguientes. Eso sí, es obligado respetar siempre una máxima: invertir en buenas compañías, con elevados dividendos y que puedan mantener el beneficio que obtienen año a año o que éste caiga lo menos posible en un entorno de menor crecimiento.