No se alarmen. Puede tratarse solo de una situación coyuntural. En estos tiempos que vivimos de impresionante desarrollo tecnológico para el mundo de las finanzas, todo puede ocurrir. Como el terremoto que ha creado el anuncio por parte de Facebook de una moneda propia que, en principio, cuenta ya con una plataforma que sumando sus otras aplicaciones alcanzaría a 2.400 millones de personas. Un anuncio que ya ha alarmado al Banco de Pagos Internacional (BPI).

Por parte de las empresas, la Bolsa tiene cada vez menos sentido. Una de las funciones primordiales del mercado de las acciones para las empresas es financiarlas de una forma más flexible y barata, frente a emitir bonos o solicitar un crédito a un banco. Esta premisa que da todo el sentido a las Bolsas empieza a difuminarse. En primer lugar, por la llegada de los llamados fondos de capital riesgo que, en gran medida, están sustituyendo el papel de los mercados. Tenemos ahora mismo en la mesa, operaciones como la de Telepizza en la que uno de estos fondos decide lanzar una oferta y sacar la firma del mercado. Hay esperando otras cuántas operaciones en la misma dirección. Otro ejemplo reciente es el de Cepsa que prefirió vender paquetes de acciones al capital riesgo y declinó salir a Bolsa en una operación ya anunciada.

¿Merece la pena a las empresas hacer una ampliación de capital o les sale mejor solicitar un crédito bancario o emitir bonos? Pues en las circunstancias actuales es mucho más rentable para una compañía lanzar bonos o pedir un crédito a una entidad financiera. En un fenómeno aparentemente transitorio el de los tipos cero o negativos, pero esta eventualidad tiene pinta de durar muchos, muchos años. Las empresas tienen un coste con sus acciones a las que anualmente deben retribuir con un dividendo. Normalmente consiste en la mitad de su beneficio, aunque en numerosos casos supera este porcentaje. Este coste del dividendo es, en estos momentos, mucho más elevado que la financiación en renta fija o el crédito bancario.

Estar en Bolsa o salir a Bolsa es hoy por hoy un mal negocio para las empresas. Y una buena muestra de ello es que durante 2019 no se ha producido ningún estreno en el mercado continuo español. Eso sí, la relevancia, la publicidad y una mayor ortodoxia en la gestión que exige el mercado con la luz y taquígrafos que implica, todavía se mantienen.

Por parte de los ahorradores, la Bolsa también está perdiendo atractivo. Las familias compran cada vez menos Bolsa de forma directa y el mercado de acciones da muestras de un bajo volumen de contratación que indica una pérdida de interés de sus participantes. En 2018 ya cayó el volumen contratado un 10% y en este ejercicio se conocen descensos intermensuales superiores al 20%.

Otro de los pilares económicos de la Bolsa es la de dotar de liquidez a los inversores. Esta liquidez se ve mes a mes disminuida y, por tanto, el mercado deja de cumplir otra de sus principales funciones. Esta pérdida de negocio puede obedecer a cuestiones temporales, pero nuevamente se ha abierto una tendencia que puede alargarse años. Salvo en los grandísimos valores cada vez cuesta más volver a convertir las acciones en dinero.

Habría, por último, otra amenaza para las Bolsas. Esta es algo más friki pero no por ello hay que negarla. El desarrollo de los juegos on line es competencia para un tipo de inversor clásico de la Bolsa que es compulsivo, compra y vende varias veces en el día e intenta sacar su jornal al mercado de acciones. Lo que se conoce como trading intradiario tiene muy poco que ver con el seguimiento de los datos fundamentales de una compañía, su evolución, gestión, inversiones, etcétera. Tiene mucho más que ver con los juegos de azar, con programas que indican en el mismo día cuándo comprar y vender para arañar unos céntimos de euro a la acción. Y ahí, sintiéndolo mucho, la Bolsa no dista mucho de un casino.

Esta institución bicentenaria que son las Bolsas están, hoy por hoy, amenazadas en sus funciones básicas que dan sentido económico. Tal vez, las Bolsas desparezcan o tengan que adaptarse para convertirse en algo distinto de lo que son.