De no ser por lo dramático y esperpéntico que está resultando la terrible experiencia de que nos gobierne el PP, podríamos hasta carcajearnos por la falta de sentido que tiene prácticamente, todo lo que hace, dice y piensa. Eso sí, considerando, únicamente, la parte decente, entendiendo por tal, solamente, la que no anda contaminada con potenciales, presuntas o constatadas, incluso judicialmente, corrupciones, directas o indirectas, inducidas o protagonizadas, deducidas o supuestas.

El espectáculo es realmente lamentable. Y lo peor que está resultando de todo esto, es la cara impasible con que los dirigentes del PP se siguen presentando, hablando de cualquier cosa, como si no pasara nada, como si no fuera con ellos, como si todo estuviera en orden, como si nunca hubieran hecho, consentido o propiciado nada que no sea admitido por la moral, ética o buenas costumbres. Con la colaboración necesaria de unos cuantos medios y gentes de la comunicación, intentan que pase la ola y que escampe. Pero la cosa es de tal magnitud, que está resultado imposible tal objetivo. Si el juez Ruz afirma, según la cadena SER, que “se puede confirmar a nivel indiciario una cierta corriente financiera de cobros y pagos continua en el tiempo, al margen de la contabilidad oficial” se desprende que el PP ha dispuesto de una contabilidad B, durante todo el tiempo que Rajoy ha sido presidente de la formación política. Poco o nada es ya discutible en este ámbito, por mucho que nieguen.

Se quiera o no, este tipo de cosas deslegitima. Por mucho que se intente dar a entender que la mirada es limpia, la suciedad acompaña cuanto se toca. Y lo peor es que las mentiras vertidas en esta parcela son indiciarias de las arrojadas en otros temas. La sarta de mentiras a las que estamos sometidos es colosal. No queda en pie nada de cuanto se prometió en las arengas electorales con las que el PP logró, finalmente, derrotar a sus adversarios políticos. Un in crescendo continuo ha ido agravando la situación, el trato y los proyectos. Ya hay seis millones de personas, a las que, directamente, se ha atentado contra sus bolsillos, dejándolos sin trabajo.

Inicialmente fue la crisis la responsable, pero mantener el nivel, ya tiene otros responsables. Son dos acciones distintas: una es llevar a la gente al paro, otra bien distinta es mantenerla en esa situación, que supone una negación de sus vidas y por tanto un atentado contra esas personas. No contentos con ello, la violencia se ha extendido a los bolsillos de toda la clase trabajadora, infringiendo un castigo económico disfrazado de bajada de sueldos, contratos basura, en un reino en el que la clase privilegiada son los antiguos mileuristas. Todo ello contemplado por una clase social aristocrática o burguesa nueva, surgida, mantenida y engordada por la clase dirigente. Una reforma laboral que ha supuesto la vuelta a salarios de hambre, casi literalmente; una emigración que está sangrando el futuro de este país, con la que se están yendo los esfuerzos de muchos durante mucho tiempo, para lograr recuperar el nivel de lo que este país debió ser y se le había negado durante casi un siglo, ennegrecen, todavía más, si cabe, el horizonte.

Pero no contentos con aspectos materiales, se atenta contra las libertades. Es todavía más grave, por cuanto, la huella que ello deja puede ser indeleble. La solución del PP, para los problemas que la gente advierte en el desmantelamiento de la Sanidad, no las interpreta en el plano de la gestión, de la apuesta por una calidad garantizada por las instancias públicas, en lugar del enriquecimiento de los privilegiados privados, sino en la prohibición de que las gentes que protestan por los afanes privatizadores, puedan expresar libremente su sentimiento por las calles. El PP pretende restaurar un Estado policial, con un control absoluto de las masas (como vuelven a calificar a las personas colectivamente). La insensibilidad llega a límites insospechados. Es una auténtica e inhumana vergüenza la iniciativa de las llamadas “concertinas” con las que se quiere disuadir a los que desesperadamente quieren lograr vivir en Melilla, atentando contra su integridad física y causando lesiones que pueden llegar a ser graves. No, al parecer el daño que se provoque es el objetivo, porque las personas poco importan como seres humanos. A tanto ha llegado la insensibilidad, que se la ha denegado la residencia a una niña por mala conducta, mientras que se le ha otorgado a todos sus familiares, padres y hermanos. La niña tiene 3 años. ¡Vergüenza ignominiosa!

Dados los derroteros que están tomando las cosas, no es posible prever donde vamos a parar. El manejo de la verdad, la mentira y la estadística, como diría Mark Twain, solamente enmascara las pretensiones. A nadie escapa que estamos siendo objeto de planes bien calculados. El Estado hay que disminuirlo a favor del mercado. Las leyes democráticas estorban. La economía, no sujeta al control democrático, prevalece sobre los derechos. La competitividad aplasta a la solidaridad. La persona solamente es objeto de tratamiento estadístico, donde los promedios esconden los detalles de los sufrimientos de muchos. No son tiempos de tomar las armas y lanzarse al monte, pero si son tiempos de revolución. Los móviles de las revoluciones siempre han sido los abusos. Se cumple de sobra el motivo.

Otra cosa es la forma que la revolución debe darse. Hoy la civilidad debe prevalecer, pero no es óbice de ir acompañada de contundencia. No podemos amilanarnos dejando que laminen los derechos alcanzados con demasiados esfuerzos de demasiada gente. Las pocas verdades y muchas mentiras no pueden llevarnos a ser un simple número en una estadística. De este modo, la vida tiene tan poco sentido, que casi no vale la pena. El hecho de que se conozca todo lo que hacen, tiene que significar que están orgullosos de ello y quieren que quede para la Historia. Los colaboradores necesarios, también. Están de más, ambos. Democráticamente hay que acabar con esto. Decía Kant que “lo más maravilloso del Universo es que se puede comprender”. Al final todo se comprende, esto también, por poco que se comparta.

En el siglo XVIII las Iglesias de pueblos y ciudades se construían en la colina más alta, se le dotaba de una aguja o flecha en la torre del campanario, lo más alta posible, por aquello de que había que alcanzar, o hacer lo posible, al mismísimo Dios, que contemplaba favorablemente el intento. El resultado cierto, resultaba ser la recogida efectiva de rayos, lo que incentivó que Benjamín Franklin estudiara y resolviera que lejos de ser un castigo divino a la conducta de los feligreses, la Naturaleza se comportaba según leyes que había que conocer y así se evitaban, hasta catástrofes. El PP vive empeñado en que la falta de conocimiento de las gentes sobre la gestión del Estado, proverbial por otro lado, es el amparo a sus mentiras y razón de conformismo por parte de los ciudadanos a limitarse a ser un número de una estadística irremediable, que no aporta conocimiento, sino que oculta la ignorancia. Pero, al final, todo se sabe, se conoce y se asimila. Incluso llega a descubrirse la forma de solucionarlo, se rompe la estadística. No cabe duda de que no hay mal que cien años dure, pero si lo aceleramos, ganaremos algo, ¿no?

Alberto Requena es Presidente del Partido Socialista de la Región de Murcia