En el marco de su ciclo de debates, CaixaResearch, la rama de la Fundación “la Caixa” que se ocupa de la investigación y la salud, presentó un nuevo encuentro que, como en todos los casos, se difundió el trabajo de profesionales que han recibido apoyo económico a través del Programa de Investigación. En este caso, el tema tratado fue el de la influencia de la dieta en el desarrollo de algunos tipos de cáncer. El debate fue moderado por Núria Jar, periodista especializada en ciencia y salud, y contó, como ponentes, con Marcos Malumbres, investigador principal del Grupo de División Celular y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y con Marina Pollán, directora científica del CIBERESP y profesora de Investigación del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (CNE-ISCIII).

Abrió fuego Malumbres, que explicó las causas del cáncer: “Cuando nuestros cuerpos van evolucionando, nuestras células están preparadas para alcanzar un tamaño y una forma específicos, que son las adecuadas para ejercer su función. Si hay factores que alteran e informan a la célula de que hay peligro, de que algo no funciona bien, de que hay que reparar algo, las células pueden sentir que tienen que volver a crecer, y lo hacen de manera descontrolada”. Por poner el ejemplo más sencillo, si una persona está sometida al humo del tabaco durante años, lo que está haciendo es estropear el pulmón, y el pulmón entiende que tiene que regenerar, que tiene que volver a crecer, y esto hace que aparezca el tumor”, añadió.

El ayuno intermitente es uno de los hábitos alimenticios eficientes incluso cuando el paciente está en tratamiento

A partir de esta premisa, no es difícil saber el porqué de la afirmación de que una mala alimentación puede influir en el desarrollo de determinados tipos de cáncer, tema central del debate, y a ello se refirió Pollán nada más empezar. “La alimentación puede ser un vehículo de alguna sustancia que daña directamente esos genes que están implicados en el cáncer o puede estar relacionada con impulsar una serie de rutas metabólicas que favorecen esa división celular”, afirmó la investigadora. La mayor dificultad para establecer esta interrelación es la de reproducir sus efectos en ensayos de laboratorio. Además, la alimentación no es un compartimiento estanco, sino que actúa dentro de un conjunto de hábitos de los que es difícil aislarla, según los ponentes. Incluso, dentro de la misma nutrición, e incluso si hablamos del mismo alimento, nos enfrentamos a un abanico de posibilidades. De hecho, la carne del mismo animal, por ejemplo, “puede tener efectos muy diferenciados según se prepare, lo que haya comido el animal y cómo se le haya tratado con medicinas o químicos, y esto afecta a casi cualquier alimento”, señaló Marcos Malumbres.

Pero entonces, la pregunta es cuál es la dieta recomendada para prevenir el desarrollo de determinados tipos de cáncer. La respuesta la tenemos en casa, ya que la dieta mediterránea puede ejercer de escudo ante algunos de los tumores más frecuentes. En el debate, no faltó el sitio para hablar de otros factores complementarios que coadyuvan a la alimentación, como la actividad física, algo que dificulta el creciente sedentarismo. Pero no todo en nuestra sociedad va en la mala dirección, y nuevas dietas como la del ayuno intermitente, por ejemplo, en casos en que se inicie un tratamiento de quimioterapia o radioterapia, protege nuestros tejidos normales, aumenta la ventana terapéutica y permite atacar mejor a las células tumorales, y previene efectos secundarios, incluido la pérdida de cabello, según contó Malumbres.

Marina Pollán, para terminar, señaló la importancia de una dieta baja en calorías, que tiene la contra de ser muy difícil de seguir, lo que muchas veces la aboca al abandono. “Hay que buscar un equilibrio”, concluyó la investigadora.