Yolanda Díaz había sobrevolado hasta ahora el conflicto catalán con apelaciones genéricas al diálogo, sin embargo, la candidata de Sumar se ha visto obligada a precisar alguna propuesta sobre la cuestión para diluir la incómoda apuesta de sus socias de los Comunes por el referéndum en Cataluña. Díaz se ha comprometido a convocar a los catalanes a votar en 2024 el acuerdo político que pueda alcanzarse en la congelada mesa de diálogo entre el gobierno central y el autonómico. El chaparrón de críticas cosechado por la líder de Sumar le habrá confirmado sus temores a entrar en el fondo de una situación envenenada por tantos años de elucubraciones soberanistas y miedos constitucionalistas.

La propuesta de Díaz ni siquiera constituye ninguna novedad. En algunos momentos, los socialistas han dejado fluir esta hipótesis sobre una consulta no vinculante sobre los eventuales acuerdos de la mesa de negociación. Sin embargo, el PSOE no tardó ni un minuto en desechar ninguna votación para 2024. Una de las mochilas de Pedro Sánchez en esta campaña es su relación con ERC y ahora no toca siquiera hablar de la continuidad de unas negociaciones de recorrido incierto.

Este resbalón de Sumar ha dado alas a los independentistas, especialmente a ERC, que considera a la formación de Díaz su principal rival en esta campaña, además de Junts, por descontado. El cabeza de lista republicano, Gabriel Rufián, en su habitual análisis al por mayor viene insistiendo que los Comunes y Sumar son igual que el PSC y el PSOE, especialmente en materia nacional catalana. Después de una temporada de cierta calma, primero la contradicción sobre referéndums entre los Comunes (y Podemos) y Sumar y después el brindis al sol de Díaz han reavivado la criticas de inutilidad de la negociación si no se atiende a la exigencia de la autodeterminación.

La formulación del círculo vicioso es conocida. La autodeterminación no entra en los parámetros literales de la Constitución que limita cualquier novedad a la de un nuevo estatuto y los independentistas consideran enterrada la etapa estatutaria. Difícilmente la mesa entre gobiernos llegará a acuerdos anticonstitucionales y de someterse a consulta acuerdos de música autonómica, los primeros en oponerse con mayor o menor énfasis serán los partidos soberanistas. Además, hay que tener en cuenta que el estatuto es una iniciativa del Parlament de Cataluña y no del gobierno central y que la cámara catalana necesita del voto de las dos terceras partes del pleno para aprobarlo antes de enviarlo al Congreso. No hay una mayoría cualificada en el Parlament sin el concurso de PSC, ERC y Junts y no se vislumbra que esto vaya a cambiar a corto plazo.

Tampoco el margen constitucional parece que vaya a poderse modificar próximamente para permitir la redacción de una propuesta que al menos diera contenido a la idea de la pluralidad nacional de España. Más bien se apunta a que la nueva correlación de fuerzas podría ir en sentido contrario. La amenaza del empate técnico permanente en Cataluña entre anti independentistas y independentistas y el horizonte de congelación constitucional por algunas décadas en el Congreso apuntan a la persistencia del conflicto catalán por tiempo indefinido.

A diferencia de PSOE, PSC, Sumar y Comunes que aspiran a impedir el anunciado gobierno de las dos derechas pata evitar todo tipo de males, incluido el retroceso autonómico, los partidos independentistas juguetean con las ventajas que un gobierno de PP y Vox beligerante con el soberanismo podría acarrear al movimiento secesionista. Naturalmente, no en términos de avanzar realmente hacia ninguna parte, tan solo en la perspectiva de una movilización capitalizable en votos por parte de ERC y Junts y así ir ganando elecciones autonómicas en detrimento del PSC. Alejar a los socialistas de la centralidad, situándolos en la encrucijada de apuntarse a un frente de resistencia nacional para defenderse de PP-Vox, como el propuesto por el presidente de la Generalitat aun antes de confirmarse la victoria de las derechas, es la base de la nueva estrategia política de ERC. La vieja es conocida, esperar a un gobierno de izquierdas en minoría en Madrid para arrancar pequeñas concesiones que les diferencien de Junts.