Como en la canción de los vallisoletanos Celtas Cortos, el 20 de abril tomaba posesión como vicepresidente de la Junta de Castilla y León, junto a sus consejeros, un prácticamente desconocido Juan García-Gallardo Frings, que saltó al ruedo (y nunca mejor dicho) mediático al convertirse en la primera cara visible de Vox en un gobierno en el país.

Esta semana se cumplen esos primeros cien días que obligan al balance de un tándem PP-Vox inédito hasta entonces, incómodo para los populares y desazonador para la ciudadanía, que asiste atónita a una forma desconocida de protagonizar la política en la Comunidad basada en la propaganda, una suerte de marketing para principiantes y fundamentada en fotos, vídeos, declaraciones altisonantes, ocurrencias y una utilización partidista del poder, enfocado a "primar el acuerdo de gobierno" y lo ideológico, como ellos mismos han reconocido.

Podría decirse que Vox cumple cien días mirándose al espejo, como la bruja de Blancanieves, y preguntándose quién es más guapo que yo, llevado por la prisa para acaparar titulares y presentarse como "lo único que queda", "sembrando", como sus lemas de campaña, y apretando las tuercas de Alfonso Fernández Mañueco sin ningún tipo de recato.

Anuncios intempestivos

La mayor parte de los anuncios de "gestión" de las consejerías en manos de Vox, -Cultura, Agricultura y Empleo-, hechos de forma intempestiva y apresurada, a espaldas del Partido Popular, persiguen visibilizar a la parte ultraderechista del Gobierno y lanzar al estrellato a su líder, que en Andalucía fue presentado como "el modelo a seguir" durante la campaña de Macarena Olona.

De hecho, el vicepresidente sin funciones, que cobra más que el propio presidente de la Junta (79.570 euros frente a los 76.355 de Mañueco), ajustó al milímetro sus movimientos en la Comunidad para lucirlos en la campaña andaluza, fundamentalmente el famoso "recorte a las subvenciones" a sindicatos y empresarios, que dieron a conocer en solitario Gallardo y su consejero de Empleo, contraprogramando al presidente, que se encontraba esa tarde del 13 de junio en Madrid, lo que le permitió a Santiago Abascal cerrar el mitin de Olona al día siguiente en El Ejido sacando pecho de la medida "contra el despilfarro".

Mítines en las Cortes

El recorrido de Vox por estos tres meses de gobierno tuvo el pistoletazo de salida en las comparecencias del propio vicepresidente y los tres consejeros (todos hombres) en las Cortes de Castilla y León, dando cuenta de sus intenciones para los cuatro años de gestión de la legislatura.

Las intervenciones de los cuatro se ajustaron al discurso ideológico de la formación y fueron acogidas con críticas por la oposición, que las calificó de mítines políticos más que dación de cuentas de su programa de gobierno.

El consejero de Industria y Empleo, Mariano Veganzones, utilizó el foro para lanzar el primer aviso a sindicatos y empresarios, que calificó ya entonces como "ultrasubvencionados", sugiriendo que era urgente evitar el "despilfarro" y "el negocio de unos pocos a costa del dinero y la necesidad" de los parados, y disparando directamente sobre la formación de los desempleados que gestionan los agentes sociales, con frases como "se acabaron los cursos de relleno para que los parados pierdan el tiempo y los castellanos y leoneses el dinero".

A su vez, el titular de la cartera de Agricultura, Gerardo Dueñas, se posicionó contra "las agendas globalistas" y los "ecoregímenes" de la nueva PAC, que definió como "una PAC verde que deja el campo en números rojos", en línea con el argumentario del "fundamentalismo climático" del partido, y el de Cultura, Gonzalo Santonja, al que Vox sacó para sus filas del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, anunció el impulso del castellano en un centro de nueva creación sobre los orígenes del idioma y, como buen aficionado a los toros, también un nuevo centro documental taurino y una convocatoria de becas de investigación sobre la tauromaquia, propuestas ambas que parece no cuadran con el concepto de chiringuitos a los que hay que combatir, ni el del despilfarro contra el que aparentemente batalla su formación.

Pero sin duda, la intervención más sonada fue la del vicepresidente García-Gallardo, que autodefiniéndose como portavoz de la Junta de Castilla y León, y teniendo en cuenta que no tiene cartera que gestionar, se limitó a desgranar sus principios ideológicos en un tono bronco que fue calificado como "barriobajero" por los socialistas.

Así, Gallardo se manifestó contrario al "adoctrinamiento en las aulas", en las que, según él, "se enseñan posturas sexuales a los niños de 6 años", así como contra la "cultura de la muerte", como describió el aborto y la eutanasia, y en cambio, mostró su intención de convertir Castilla y León en "una región maternal, con mujeres dadoras de vida".

La agresividad mostrada y su intervención, propia del portavoz de un partido más que de un vicepresidente de gobierno, se tradujo en una llamada de atención pública por parte del portavoz del Partido Popular en la Comisión, José Luis Sanz Merino, que reconoció que Gallardo había "confundido los roles", achacándolo a su falta de experiencia como cargo institucional, pero dejando claro que "la voz autorizada son los consejeros" de cada ramo.

En nombre de la Junta

En nombre de la Junta de Castilla y León ha hablado el vicepresidente en otras ocasiones, como cuando avisó al Gobierno de Pedro Sánchez de que tendría "a la Junta de Castilla y León enfrente" contra la nueva Ley del Aborto, o cuando anunció el día del primer asesinato machista en la Comunidad desde su toma de posesión, que, a partir de entonces, la Junta guardaría un minuto de silencio por todas las víctimas de la violencia intrafamiliar, si bien sólo el propio Gallardo y sus consejeros acudieron a la primera de esas convocatorias.

Sorprendentemente, además, el vicepresidente se las apañó para comparecer a finales de junio en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno acompañando al portavoz, Carlos Fernández Carriedo, atribuyéndose el protagonismo del anuncio de un Plan de Recuperación Ambiental y Socioeconómico para la zamorana Sierra de la Culebra con un presupuesto de 35 millones de euros.

No obstante, es fácil imaginar las conversaciones en voz baja en la parte del Gobierno de Alfonso Fernández Mañueco cuando el vicepresidente utiliza el logotipo de la Junta en sus vídeos promocionales con fondo verde sin consultarlo, cuando llega la hora de iniciar el trámite de la nueva norma de concordia y hay que explicar qué ocurrirá con el decreto de Memoria Histórica, cuando afirma que la despoblación de la Comunidad se debe a la "hipersexualización", o cuando analiza en Bruselas, en nombre de la Junta, el futuro de la industria de la automoción diciendo que "no necesitamos zonas de bajas emisiones, sino de altos nacimientos".

En petit comité, desde dentro, se reconoce que en realidad hay "dos Juntas", incluso en lo que se refiere a la comunicación institucional, departamento por cuyo control luchó Vox en las negociaciones para el acuerdo de gobierno, sin conseguirlo, y que ha sustituido por una comunicación paralela que envía mensajes a través de WhatsApp informando de la actividad y decisiones del vicepresidente y sus consejeros, al margen de los cauces oficiales.

La última de estas ocasiones fue el anuncio, más allá de las once de la noche del pasado miércoles, y a través de Twitter, por parte del propio García-Gallardo, de la "batería de medidas de respuesta" a los incendios que asolan la Comunidad acordadas por las consejerías de su color, que replicó a la mañana siguiente su equipo  de comunicación a través de WhatsApp remitido a los periodistas.

En esta ocasión no era "la Junta", eran "las consejerías de Vox" las que buscaban eco mediático a propuestas como mínimo pintorescas que les situaran en la foto de la lucha contra el fuego cuyo calvario está sufriendo el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez Quiñones, al que el propio Gallardo dejó en entredicho cuando afirmó que el sistema de prevención de incendios "se ha revelado insuficiente".

Las medidas, contestadas desde la oposición y el propio operativo, van desde contratar desempleados para limpiar los bosques hasta "promover la regeneración de los pastos con especies pratenses", pasando por "un concierto benéfico con artistas de primera línea" para ayudar a los afectados (aún sin fecha), diez inscripciones gratuitas destinadas a empadronados en pueblos de Zamora para una carrera en Sanabria "valoradas en más de 100 euros cada una", o regalar maillots firmados por ciclistas a alcaldes de esas localidades.

En brazos de la propaganda y de espalda a las críticas

Es probable que las medidas anunciadas por Vox no sean exactamente las que esperaban los miles de personas que han visto sus montes arrasados, que han sido desalojados de sus viviendas cuando llegaban las llamas, que han perdido sus cosechas, sus casas, su modo de vida, su patrimonio natural o sus animales, pero a Vox le valen para situarse en el foco de las cámaras.

Ese es el objetivo en el que también se esfuerzan los audiovisuales que le acompañan en sus visitas a las zonas quemadas por el fuego cuando ya no quedan ni rescoldos, fotografiándole caminando por las cenizas con zapatos de ciudad, pero criticando a "los ecologistas de asfalto que piensan que el monte es un parque de atracciones para pasear los domingos".

En definitiva, Vox en el gobierno, si en el espejo de los cien primeros días en Castilla y León hay que mirarse, viste de "gestión" la imposición de sus "principios y valores" sobre la "concordia", la "violencia intrafamiliar" en oposición a la machista, la lucha contra "el gasto superfluo" o "los chiringuitos" (siempre que se hable de empresarios y sindicatos), o incluso la "inmigración ordenada", aunque no tenga traducción en la realidad.

Y lo hace adelantando al PP de Mañueco por la derecha cuando le urge, comunicando por sus propias vías y sobrevolando la lluvia de críticas de grupos parlamentarios, empresarios, sindicatos, colectivos feministas, ecologistas y LGTBI, operativo de incendios o quien se tercie. Y lo hace, además, con el silencio atronador de la parte mayoritaria del Gobierno y la complacencia de un presidente que los necesita para mantener el poder, aunque no gobierne tranquilo.