El PSOE de Pedro Sánchez se parece mucho al PSOE de Felipe González y al de José Luis Zapatero en cuanto a la relación con el PSC se refiere. A última hora, el candidato in pectore de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, primer secretario del partido, decidió renunciar a repetir como candidato a la Generalitat en beneficio de Salvador Illa, que cesará como ministro de Sanidad para intentar ganar las elecciones catalanas del 14-F.

La decisión sorprendió al conjunto de la política catalana, incluido el PSC, que estaba preparando una estrategia para competir por el voto del catalanismo moderado y ahora, muy probablemente, se concentrará en desgastar definitivamente a Ciudadanos, siguiendo el canon de la vigente política española.

Tradicionalmente, el PSOE ha intervenido el PSC siempre que ha considerado en peligro sus relaciones preferenciales en el Congreso de los Diputados con algún grupo catalán o su posicionamiento general. Así sucedió con Felipe González, quien no dudó en escenificar su entente con Jordi Pujol en plena campaña electoral catalana para disgusto del entonces candidato Raimon Obiols. Tampoco Zapatero tuvo inconveniente en maniobrar con Artur Mas en detrimento de Pasqual Maragall siendo éste presidente de la Generalitat, impulsor del Estatut y candidato natural a la reelección y ahora Sánchez, una vez consultada la bola de cristal de Iván Redondo, no ha visto ningún impedimento en hacerle ver a Miquel Iceta la conveniencia de renunciar a encabezar la lista para incomodar menos a ERC.

Moncloa considera muy valioso el acceso de ERC a la presidencia de la Generalitat, imprescindible para mantener viva la negociación sobre el conflicto político entre el estado y el independentismo. Hace meses que los socialistas, como mínimo los integrantes del consejo de ministros, confunden a ERC con la vieja CDC, pensando en reproducir una colaboración más o menos estable a medio plazo, suponiendo además que los republicanos tienen menos fuerza que la atesorada por el partido de Jordi Pujol en sus buenos tiempos, pero obviando su tendencia a la inestabilidad interna, una factor negativo que el pujolismo no conoció hasta la retirada de Pujol.

Tranquilizar a ERC es un objetivo prioritario, perfectamente complementario con la aspiración de ganar las elecciones por parte del PSC; porque no se trata de quedar como primera fuerza electoral sino de poder formar gobierno, como ya sucedió con Inés Arrimadas en los anteriores comicios. Y esto, a día de hoy, queda lejos de las expectativas realistas de los socialistas, aunque como eventual primer grupo parlamentario pudiera presentar candidato a la investidura. El bloque independentista suma mayoría absoluta en todos los sondeos conocidos y seguramente por conocer, lo que está en juego es quien quedará por delante en el bloque soberanista y por tanto podrá liderar el nuevo gobierno. Con este panorama, permitir que ERC pueda concentrarse en su lucha contra JxCat resulta esencial.

La substitución de Iceta por Illa no responde al grado de fidelidad presumible de uno u otro con el PSOE en general o respecto de Pedro Sánchez en particular. Los dos son fraternales partidarios del partido federal, se trata tan solo de la imposición de la visión de la política española sobre la política catalana en detrimento de la percepción específica del PSC sobre la misma. Llueve sobre mojado, aunque es indiscutible que Illa presenta mayor facilidad de asociación de la candidatura del PSC con la gestión del gobierno Sánchez y este es un factor determinante para consolidar un primer tramo del crecimiento electoral al que aspiran los socialistas catalanes.

La decisión, al margen del número de diputados de más que pueda reportar, tendrá consecuencias complementarias en el PSC. El ex ministro de Sanidad, en la hipótesis más previsible, quedará como jefe de la oposición; en el mejor de los cálculos, todavía improbables, como socio de un gobierno presidido por Pere Aragonés. En todo caso, su retorno precipitado a la política catalana con el pedigree de ex ministro y candidato a la presidencia de la Generalitat debería tener repercusión en la dirección del partido y en los planes de retirada de Iceta como primer secretario. El incentivo que le tenga preparado Sánchez a Iceta por su resignación podría acelerar el calendario y abrir una nueva etapa en el socialismo catalán.