Las relaciones en la Comunidad de Madrid están cerca de dinamitarse. Vox lleva tiempo advirtiendo, pero, lo que hasta ahora habían sido meros formalismos para la galería, pueden convertirse en un jaque mate autonómico que lleve a la región a unas nuevas elecciones meses más tarde que Isabel Díaz Ayuso agradeciera de forma inmaculada que Ignacio Aguado y Rocío Monasterio dejasen atrás sus rencillas para abrazarse a un proyecto común.

El propio Santiago Abascal advirtió a sus homólogos y socios de Gobierno en buena parte del mapa del mayúsculo enfado que tenía su grupo. Una amenaza velada que no pasó inadvertida, dejando tras de sí el runrún de una relación fría y con orgullos dañados tiempo atrás.

“Si el PP y lo que queda de Cs siguen colaborando en el linchamiento mediático a VOX, y permiten el cordón sanitario para excluirnos de la Mesa del Congreso, entenderemos que han elegido a PSOE y Podemos para aprobar los presupuestos allí donde gobiernan”, sentenció el dirigente.

Fuentes de la Asamblea de Madrid informan a ElPlural.com de que, en corrillos internos y tratando de no evidenciar la mayor, se asume que aquellas palabras no eran un canto de sirena ni un órdago al mus. La extrema derecha está crecida, obtiene más apoyos con cada paso por las urnas y sienten que pueden aprovecharse del delicado momento que atraviesan sus acompañantes de viaje.

Un barco a la deriva que se sostiene en brazos de los ultras. PP y Ciudadanos asumieron buena parte de las exigencias de los de Santiago Abascal, doblegándose contractualmente ante Rocío Monasterio. La propia Isabel Díaz Ayuso se comprometió a luchar por las medidas que amenazaban con convertirse en escollo tiempo más tarde.

Pero, a tenor de los resultados, y con un partido in crescendo, uno doblegado y otro tratando de encontrarse termómetro en mano, conseguir volver a la senda de la moderación y alejar los exabruptos sociales de Vox es clave para reconducir sus futuribles opciones.

A pocos kilómetros de distancia, José Luis Martínez Almeida, alcalde de la capital, reprimió a Ortega Smith. Villacís fue un paso más allá, aprobando la reprobación del portavoz​.

La decisión no ha sentado nada bien en Vox y, amparándose en una de sus promesas electorales fetiche -la supresión de los ‘chiringuitos’ LGTBI-, amenaza con devolver la respuesta a los ciudadanos si sus exigencias no se ven cumplimentadas.