¡Menudo escándalo se ha armado en TV3! Por vez primera en toda su historia, un periodista de la casa, de aquellos de casi toda la ya bastante larga historia televisión autonómica catalana, Víctor Lavagnini, se ha acogido a la cláusula de conciencia para no firmar un documental que él mismo había dirigido, porque el director de la cadena pública, el también periodista Vicent Sanchis, había censurado una parte de su trabajo que consideraba esencial. El Consejo Profesional de Informativos avaló la decisión de Lavagnini pero añadió que no veía censura en las modificaciones introducidas en el documental, mientras que el Comité de Empresa fue bastante más allá en su apoyo al indignado director del programa: “Creemos desafortunado, se quiera llamar censura o no, eliminar del programa hechos innegables”.

¿Por qué se ha producido esta tempestad, con amplio eco en casi todos los medios de comunicación catalanes? ¿Cuál es la causa de que las aguas de TV3, en apariencia siempre calmadas y plácidas aunque no por ello menos lodosas, anden tan revueltas y agitadas? El documental en cuestión no trataba ni del por ahora apenas tratado “caso Pujol”, ni del “caso Palau”, ni tan siquiera del “caso 3%”. Tampoco trataba sobre las mentiras y ensoñaciones en las que se ha fundamentado el relato del unilateralismo independentista, al que TV3 viene sirviendo de forma tan sistemática como eficiente. Simplemente se trataba de un documental titulado “El cas Rosell”, dedicado a narrar la historia judicial y carcelaria del ex-presidente del Barça Sandro Rosell, que pasó casi un par de años en prisión preventiva, por orden de la jueza Carmen Lamela, y a la postre fue absuelto de todos los cargos por los que había sido acusado.

Lo escribí ya en ElPlural.com el pasado 5 de mayo, en un análisis titulado “Sandro Rosell, todo un ejemplo”. “Al ver la entrevista a Sandro Rosell en el programa de laSexta “Lo de Évole” me quedaron meridianamente claros los motivos por los que TV3 todavía no ha entrevistado al ex presidente del Barça”. Pero me equivoqué en parte en mi comentario. Víctor Lavagnini había elaborado ya su documental, que Sanchis decidió congelar en los archivos, lo que permitió que laSexta se avanzase a TV3 en una cuestión sin duda alguna de evidente interés para su audiencia. Y todo ello sin que en el documental de Lavagnini, a diferencia que en la entrevista de Évole, no se hiciese referencia ninguna a cuestiones específicamente políticas, como cuando Rosell, a una pregunta directa de su entrevistador sobre si se definía como independentista, contestó textualmente así: “Dímelo tú. Yo te explico unos hechos y tú me dices si lo soy o no. Si hubiera un referéndum por la independencia, yo votaría que sí, pero me iría a casa. Si el resultado final fuera que sí, yo me voy de Cataluña. Si el resultado final es que no, me quedo en Cataluña. ¿Soy o no soy? Así es como yo pienso”. Mi comentario al respecto era el siguiente: “¿Cómo podrían, TV3, Catalunya Ràdio o cualquier otro medio público o privado puesto al servicio exclusivo de la propaganda separatista, dar a conocer unas opiniones como las de Sandro Rosell, como mínimo calificables de curiosas?”. Y señalaba también que “serían muchos, incluso muchísimos más de los que algunos pueden pensar, los ciudadanos de Cataluña que harían lo mismo en un hipotético referéndum de autodeterminación de Cataluña. Porque una cosa es votar con el corazón, y por tanto desde las emociones y los sentimientos, y otra cosa muy distinta es actuar con la razón, en función de los propios intereses personales”.

No obstante, no hubo motivaciones propiamente políticas en la censura de “El 'cas Rosell'”. O sí. Porque el documental fue cercenado por orden del director de la cadena y con la anuencia del siempre dócil director de Informativos, que para eso está. La censura consistió en la supresión absoluta de la referencia que se hacía de la multinacional con sede en Barcelona Mediaprp-Imagina, que aparecía citada en la comisión rogatoria llegada en 1985 a España procedente de los Estados Unidos y que precipitó la apertura del “caso Rosell”. En el documental de TV3 se cita a todos los actores por los que se interesaron las comisiones rogatorias estadounidenses en el contexto del llamado FIFAGate. Se cita evidentemente al mismo Rosell, destacados dirigentes de la FIFA con cuentas abiertas en España… pero se silencia por completo a Mediapro-Imagina.

Esta gran multinacional del sector audiovisual cuenta en su cúpula con dos antiguos profesionales de TV3, Jaume Roures y Tatxo Benet, ambos entusiastas patrocinadores y propagandistas de la causa independentista. Benet firmó en nombre de la empresa un documento para la Fiscalía de EEUU en el que admitía sobornos pagados en nombre de la compañía, mediante algunas de sus filiales, y con la conformidad de su contabilidad central, para la adquisición de derechos televisivos del fútbol en América. Mediapro-Imagina aceptó pagar una multa de unos 20 millones de euros por este caso. Pero TV3 no dijo nunca absolutamente nada al respecto. Ni tan solo cuando, en 2015, las sedes de Mediapro-Imagina en Barcelona, en Madrid y en Miami fueron registradas por el FBI. Tampoco ha informado que otro de los fundadores de Mediapro-Imagina, el ahora ya jubilado Gerard Romy, está acusado de hasta media docena de delitos muy graves, con una petición de más de 20 años de cárcel en Estados Unidos.

Me remito a mi ya citado análisis del pasado 5 de mayo: “A Sandro Rosell no se le ha perdonado jamás que rompiera con Joan Laporta, éste sí independentista a machamartillo, miembro fundador del Partit per la Independència (PI) de Àngel Colom y Pilar Rahola, diputado autonómico y concejal por un grupo separatista ya desaparecido, participante destacado en las veladas que la ya citada Pilar Rahola le organizó al entonces presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, de quien se ha manifestado seguidor convencido y entusiasta. Tampoco se le ha perdonado a Sandro Rosell que destituyera de manera fulminante al entonces director general del Barça, Joan Oliver, antiguo director de TV3 bajo la presidencia de Jordi Pujol y miembro del círculo de influencias del otrora poderoso secretario general de la Presidencia de la Generalitat, Lluís Prenafeta, y que años después, con otros socios del mismo perfil político como el economista y ex directivo del Barça Xavier Sala i Martín, se hizo con el completo control accionarial del Reus, club al que arruinó  y llevó a su desaparición. Tampoco le han perdonado a Sandro Rosell que cesase como director del canal institucional BarçaTV al periodista Vicent Sanchis, ahora director de TV3 a pesar de haber sido reprobado por la mayoría absoluta del Parlamento de Cataluña. Mucho menos le han perdonado a Sandro Rosell que durante su presidencia vendiera -a muy buen precio, por cierto- los derechos televisivos del Barça a Telefónica y no a Mediapro, como Jaume Roures tenía previsto”.

Lo escribí entonces y lo repito ahora: no, Sandro Rosell no era “uno de los nuestros”; no era de “la familia”. Víctor Lavagnini tampoco. De ahí su denuncia a la censura ejercida por TV3, una empresa pública cuasi privatizada en la que lleva trabajando unos 30 años como redactor de deportes. Su deontología profesional le honra, del mismo modo que deja en cueros a tantos otros que han optado por el silencio de los corderos, cuando no por la complicidad con el poder liberticida.