Con la celebración de su décimo sexto congreso desde su constitución, el PSC se abre al futuro con un proyecto político que va a ser decisivo en los próximos años. Con el liderazgo muy reforzado de Miquel Iceta como primer secretario, con un equipo en el que destacan sobre todo Salvador Illa como secretario de Organización, Eva Granados como viceprimera secretaria y Núria Marín como presidenta, el PSC deja atrás sus últimos congresos, más tensos y convulsos; lo hace con nota, después de haber conseguido superar, parece que de modo definitivo, una crisis identitaria provocada por el cataclismo político que el tan traído y llevado “procés” produjo consecuencias devastadoras en Cataluña. 

En algún momento pudo parecer que el PSC incluso podía llegar a desaparecer a causa de los catastróficos efectos del “procés”. No obstante, lo cierto es que el PSC sigue ahí, mientras que por el camino en estos últimos años han dejado de existir formaciones políticas como CDC, UDC, CiU o ICV-EuiA, por no citar también al PP, poco menos que inexistente ahora en la política catalana, e incluso a C’s, que tras haber sido el partido que obtuvo mayor número de votos y escaños en las últimas elecciones autonómicas catalanas ha sufrido una sangría importante en sufragios y también en adheridos y simpatizantes. El PSC -que como tal cuenta ya con más de cuarenta y un años de existencia pero que es el resultado de un difícil proceso de unidad de todos los partidos y grupos socialistas existentes hasta 1978 en Cataluña, que Joan Reventós lideró con gran lucidez- es ahora, junto a una formación tan veterana como ERC, uno de los pocos partidos políticos catalanes que han logrado superar con éxito los efectos devastadores del “procés”. A ambas organizaciones les esperan muchos desafíos a los que deberán hacer frente, cada una por su lado y, en no pocas ocasiones, conjuntamente.

A la espera de que más pronto que tarde por fin se pueda llevar a cabo la investidura presidencial de Pedro Sánchez, para lo que resulta imprescindible que los diputados de ERC al menos se abstengan en la votación, es evidente que se abrirá entonces una nueva etapa en la vida política española, de modo más especial en Cataluña. En su congreso el PSC ha definido programas y proyectos que enlazan a la perfección con su tradición tanto teórica como práctica. Una tradición inequívocamente democrática, socialista, progresista, catalanista, federalista y europeísta, con respuestas actualizadas para los problemas de toda clase que afectan al conjunto de la ciudadanía de Cataluña, cada día más diversa y plural. 

El PSC se ha convertido en el eje central único de la política catalana. Lo había sido ya durante muchos años, como mínimo desde las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 hasta el mismo inicio del “procés”, es decir durante más de treinta años. No obstante, aquella centralidad política del PSC estuvo compartida por CiU, en posiciones tan contrapuestas como  complementarias. La huida a ninguna parte emprendida por Artur Mas y CiU en su aventura secesionista ha dejado al PSC con este amplio espacio por ocupar. Un espacio de centralidad dejado vacío por C’s desde que emprendió también una carrera alocada hacia posiciones cada vez más iliberales y de derechas, con un nacionalismo españolista como única e ineficaz respuesta a la vía unilateral a la indepencia de Cataluña emprendida por todas las formaciones separatistas.

La política hace extraños compañeros de cama. Lo sabemos. En muchas ocasiones existen recelos, suspicacias, incluso algunas viejas o no tan viejas rencillas difíciles de superar. Pero el roce engendra el cariño. Y por encima de todo está el bien público, el servicio a una ciudadanía que ansía concordia y convivencia, progreso y libertad, seguridad pública y legal. Ahí está el PSC. Es su lugar de siempre, a la espera de seguir un camino reiniciado hace ya más de cuarenta largos años pero que en realidad había comenzado todavía mucho antes.