El “gesto de categoría” exigido por ERC a los socialistas para poder abrir una puerta a la negociación de los presupuestos ha sido considerado manifiestamente insuficiente, públicamente. Queda por saber si la introducción de la sedición como alternativa a la rebelión va a permitir realmente sostener el continuum dialogante entre las partes, que va, en el tiempo, mucho más allá de las cuentas del Estado. La presentación de los escritos de las acusaciones públicas contra los procesados por el Procés ha servido para establecer las primeras diferencias entre el Ministerio de Justicia y la Fiscalía General sobre la existencia o no de rebelión. Se ha despejado sólo la primera incógnita, ¿sobrevivirá el diálogo?

El gobierno de Pedro Sánchez responde a las peticiones de archivo de la causa por parte del independentismo con una rebaja moderada de la acusación de la Abogacía del Estado, en la que diversos miembros del gobierno Torra habían depositado sus esperanzas, descartando cualquier modificación por parte del Ministerio Fiscal, como así ha sucedido. Sánchez se limita a actuar desde los límites del Gobierno, introduciendo una vía de escape a la rebelión de cara al juicio, sin forzar a una intervención desde la Fiscalía General para lograr un cambio de criterio, operación de resultado incierto que le habría acarreado críticas despiadadas desde la oposición, aunque tampoco parece que se las vaya ahorrar con su prudencia.

No habrá archivo como exigían los dirigentes independentistas, todo queda en manos de la vista oral y, además, el mayor Trapero y sus colaboradores engrosan la lista de los acusados por rebelión. El ultimátum del presidente Torra al gobierno Sánchez ha vencido coincidiendo con la presentación de las acusaciones y la mayoría parlamentaria que le sustenta queda al pairo para los grupos independentistas de seguir estos la voluntad del presidente de la Generalitat, una hipótesis por confirmar.

El panorama se complica

La movilización organizada estos días desde partidos y entidades soberanistas para reclamar la libertad de los presos, proclamar la no aceptación de ninguna sentencia que no sea la absolución, y ahora, además, para expresar la indignación por las peticiones de rebelión y sedición, no ayuda a filtrar los planes reales de los partidarios del diálogo. En las filas soberanistas, no son días para apelar a la buena voluntad sino de dar salida a la exaltación por tanta injusticia.

El diálogo, de seguir vivo, deberá replantear las posiciones de salida por parte de los independentistas. Una vez despejada la incógnita de las acusaciones, no tendría sentido práctico mantener la exigencia del archivo de la causa como contrapartida para seguir hablando de los presupuestos o simplemente para seguir atendiendo al teléfono. Por el contrario, el movimiento de Albert Rivera, empujando a Sánchez a la inevitable negociación con PDeCAT y ERC o al fracaso presupuestario, les concede a éstos una posición privilegiada.

Al levantar Ciudadanos el veto en la mesa del Congreso a la tramitación de la modificación de la ley de Estabilidad, deja expedito el camino a la presentación del presupuesto y fuerza a Sánchez a enfrentarse al fiasco de no aprobarlos (o de aprobarlos con el voto independentista y con todas las suspicacias que levantará tal eventualidad), en todo caso, Riviera le niega el argumento de señalar a Ciudadanos como responsables del boicot a la ampliación del déficit y por tanto, ser señalados como causantes de la inviabilidad de los mismos.

Los grupos independentistas pierden una condición de máximos para dialogar, pero el PSOE está en situación más difícil por no tener excusa para la retirada de presupuestos, salvo la perspectiva de pérdida de las votaciones.  La nueva coyuntura podrá a prueba la solidez de los contactos existentes entre ellos y la voluntad de salvaguardar la continuidad del hilo de la negociación hasta más allá de la celebración del juicio e incluso de la sentencia, sea cual vaya a ser el sentido de la misma. Explotar a fondo los plazos legales para la presentación y debate de los presupuestos y asumir por las partes la conciencia de que a cada etapa de diálogo le corresponde unos objetivos realistas parecen ser los únicos antídotos a una ruptura de los contactos.