Pere Aragonés completó esta semana su blindaje personal con una minicrisis de gobierno para transitar, aseguró, por el último año de legislatura con mayor fuerza. La remodelación se saldó con la promoción política de dos fieles escuderos. La consejera de la vicepresidencia, Laura Vilagrà, ocupa ahora la vicepresidencia y el jefe de la oficina del presidente, Sergi Sabrià, será ahora viceconsejero de estrategia y comunicación. Unos días antes, el actual presidente de la Generalitat se aseguró su candidatura por ERC al conseguir acelerar su designación por la dirección del partido, enterrando, al menos transitoriamente, cualquier maniobra de Oriol Junqueras para aspirar a la presidencia una vez la amnistía haya surgido efectos legales.

El blindaje de Aragonés no parece que vaya a tener consecuencias directas en la timorata gestión de su gobierno, más bien se intuye una operación para reforzar su figura, a menudo criticada por la falta de liderazgo tanto por la oposición socialista como por Junts, sus antiguos socios de gobierno. Vilagrà se ocupará de lo que ya se ocupaba y Sabrià aclaró a las pocas horas de su nombramiento el sentido de su ascenso: “yo puedo decir cosas que el presidente no puede”. Aclarado el misterio, la oposición en pleno no tardó ni un minuto en interpretar la remodelación “como una jugada electoralista”. Todos coincidieron en subrayar sus dudas de cómo beneficiará a la política general de un gobierno parsimonioso las promociones de los que ya estaban dirigiéndolo.

Todo esto sucede cuando Cataluña se enfrenta a una tormenta perfecta por la concatenación de cuatro factores relevantes. Las consecuencias de la grave sequía que amenaza desde hace meses el suministro de agua al conjunto de la población; las repercusiones del Informe Pisa que obliga a la negociación de un nuevo modelo educativo consensuado tras muchos años de presentarlo como la joya de la Generalitat; el impulso dado al conflicto inmigratorio por la ultraderecha catalana desde la alcaldía de Ripoll, con la aquiescencia más o menos entusiasta ofrecida desde Junts; y las dudas permanentes del gobierno republicano a emprender una transición energética real y ambiciosa por miedo a sus paisajistas.

Esta tormenta social y política debe ser enfrentado por un gobierno en minoría, que sobrevive en el Parlament gracias al apoyo del PSC, que siendo su alternativa gubernamental se ven incentivados a colaborar con ERC por las urgencias del PSOE en el Congreso. De momento, paralelamente a su blindaje personal en el Palau, Aragonés ha prorrogado los presupuestos de 2023 ante la seguridad de que las negociaciones para redactar los de 2024 con los socialistas van para largo. Además, el gobierno de ERC debe dedicar mucho tiempo a competir con Junts respecto de lo que unos y otros pueden arrancar de sus negociaciones con el gobierno de Pedro Sánchez.

Para completar el cuadro clínico con el que Cataluña debe superar la concatenación de problemas esenciales para el país, hay que considerar también, los efectos de la hiperactividad del juez García-Castellón. El empeño de este juez por torpedear los efectos de la amnistía, convertirá de nuevo a Carles Puigdemont en el héroe que dejó de ser para muchos catalanes en cuanto dejó huérfana la república catalana recién proclamada e invernada en un solo acto parlamentario. A este paso, Puigdemont ganará por goleada las próximas elecciones europeas. También el gobierno Sánchez colabora en materializar esta suposición, aunque por motivos muy diferentes, obviamente. Esta combinación causa estupefacción y preocupación en ERC, aunque Puigdemont no haya desvelado sus planes a corto plazo; tan solo ha dejado caer en redes sociales que lo suyo es volver a Cataluña para desempolvar la república catalana.

Finalmente, para poder calibrar la fuerza de la tormenta habrá que comprobar en los próximos meses si el blindaje obtenido de la dirección de ERC por Pere Aragonés fue una decisión concedida en el total convencimiento de ser la apuesta ganadora de los republicanos o la designación fue arrancada por los fieles del presidente de la Generalitat ante el temor del renacimiento de Junqueras.

Paralelamente a la configuración de Aragonés como hombre fuerte de ERC de cara al electorado, se ha acelerado la negociación para la entrada de los republicanos en el gobierno municipal de Barcelona. Este pacto no ofrece al alcalde Jaume Collboni la mayoría en el pleno, pero afianza la imagen de la cooperación de PSC y ERC en todos los ámbitos institucionales: local, provincial, autonómico y estatal. El impulso al pacto parece corresponder al sector de Oriol Junqueras, un detalle sorprendente, que tendrá su reacción por parte de Junts, los grandes derrotados en Barcelona por la política de pactos.