La segunda sesión del congreso de Junts, la reunión de la Mesa de negociación y el esperado anuncio del TSJC de la fecha de celebración del juicio a Laura Borràs por corrupción cerraran el curso político catalán. Nada hace pensar que los resultados de estos tres eventos vayan a rebajar la tensión entre ERC y Junts, más bien todo lo contrario, las profundizará y así seguirán hasta la Diada, fecha oficial de reinicio de las hostilidades, siempre y cuando la presidenta del Parlament fuerce un terremoto político. Los protagonistas llevan unos días preparando el terreno. De acuerdo con las opiniones expresadas por ellos, el gobierno de Pere Aragonés está formado por un grupo de perezosos (los de Junts, según los republicanos) y de anestesistas (los de ERC, según los legitimistas).

Junts cerró su congreso resucitando la idea de impulsar (al menos por su parte) una pronta declaración de independencia, apoyando tal amago con el anuncio de que sus consejeros en el gobierno de la Generalitat dedicarán algún tiempo de oficina a preparar los planes de desconexión. Paralelamente, negaron por enésima vez su participación en la Mesa de Negociación con el gobierno central, desoyendo las invitaciones de Pedro Sánchez y Pere Aragonés. Para Junts, el diálogo está muerto y enterrado y aparentar que puede resucitarse es solo un ardid de ERC para anestesiar al independentismo y reencontrarse con el PSOE en el Congreso de los Diputados.

El radicalismo verbal y literario de Junts (siguen gobernando la Diputación de Barcelona con el PSC, como si nada) se explica por la necesidad de tomar posiciones fuertes ante la inminencia del choque frontal con ERC por el futuro de Laura Borràs, la presidenta del Parlament que también los es del partido. Borràs tiene mucha más fuerza política que el expresidente Quim Torra quien no pudo resistirse a su sustitución por inhabilitación y está claramente dispuesta a utilizarla y a hacer saltar por los aires el delicado acuerdo existente con ERC antes de aceptar la derrota, según ella, una sumisión “al estado perseguidor”. Una derrota que tendrá doble lectura. La sustitución por el Pleno no solamente le hace perder el cargo, también implica que sus socios aceptan que su causa judicial es por corrupción y no resultado de una supuesta persecución por motivo ideológico.

Junts y ERC tratan de llegar al día D de Borràs con las mochilas cargadas de rédito político. Junts, apuesta por subirse al monte de la unilateralidad y desde allí amenazar a los republicanos con convocar cualquier día de estos una consulta entre sus militantes para ver si tienen que abandonar o no el gobierno de Aragonés. ERC confía en que la reunión de la Mesa de la próxima semana aporte algún titular positivo que supere el carácter inequívocamente autonómico de la Agenda del Reencuentro de Pedro Sánchez. Mientras tanto, se reafirman a diario en la vigencia de la negociación, señalando a sus detractores como políticos perezosos a los que asusta la complejidad de un proceso como el iniciado en 2020 por el entonces presidente Quim Torra.

La clave de bóveda del diálogo entre ERC y los socialistas son los indultos, pero esta medida de gracia ya queda lejos para ser capitalizada de forma efectiva. El Gobierno de Sánchez tiene por delante la reforma del delito de sedición, pero todavía están lejos del acuerdo. El PSOE está por modificarlo y los republicanos por eliminarlo. Cualquier acuerdo que no sea de esta dimensión “desjudicializadora“, podrá ser descualificado por Junts sin ningún miramiento. A diferencia de Junts, que suben y bajan del monte de la unilateralidad a conveniencia, ERC tiene mucho menos margen de maniobra con su pragmatismo adornado de referencias autodeterministas. Han quedado a merced de las urgencias parlamentarias de Sánchez, quien las administra con habilidad, blandiendo el retorno del PP como argumento definitivo.