Miquel Iceta será el único cabeza de lista de 2017 que repetirá como tal en las elecciones catalanas previstas para el 14 de febrero de 2021 si los datos del coronavirus lo permiten y los consejeros de la Generalitat fieles a Carles Puigdemont no se obstinan en aplazarlas hasta agotar la legislatura, apelando a la salud de los catalanes. La renovación de aspirantes no implica que los protagonistas de la campaña no vayan a ser Junqueras y Puigdemont, porque en el fondo lo que está en juego es cuál de los dos es el líder del dividido movimiento independentista y para ello lo primero es dilucidar quien preside la Generalitat con categoría de vicario o vicaria. Este no es el único factor determinante en su rivalidad; los indultos y la modificación del delito de sedición en el Código Penal influirán tanto o más en el desarrollo de su combate personalista.

Las próximas elecciones catalanas tendrán un punto de provisionalidad de celebrarse antes de conocerse la decisión del gobierno Sánchez sobre los indultos a los condenados por el Procés y de fijar las consecuencias prácticas de la modificación del delito de sedición, especialmente para Puigdemont y los ex consejeros establecidos en Bélgica. La medida de gracia elevada al Rey y la reforma parlamentaria del Código Penal despejaran notablemente el horizonte de la política catalana a corto plazo y medio plazo, mucho más que el resultado de los comicios, a menos que del resultado los mismos se derivara la ruptura del gobierno de ERC y JxCat, una probabilidad voluntariosa que depende casi exclusivamente de la reacción del perdedor en su competencia directa por disponer de la presidencia.

Los indultos beneficiarán personalmente y familiarmente a los agraciados; sin embargo, políticamente siempre arrastrarán la sospecha de la concesión, no tanto en materia de principios como en cuestión de estrategia, sea dicha concesión cierta o supuesta. Los adversarios siempre tendrán a punto la acusación de traición para los indultados y estos deberán reincidir enfáticamente en el “volveremos a hacerlo” para defenderse, incrementando con la inflamación de su retórica  un poco más el precio que deberá pagar el gobierno indultador. 

Además, no tendrá la misma lectura un indulto concedido a petición del condenado que una aprobación a partir de una solicitud de terceros, ni los interesados mantendrán el mismo grado de compromiso en un caso u otro. Luego está por ver a quienes alcanza la medida de gracia, pues de no ser para todo el grupo está cantada una nueva crisis interna del independentismo entre amigos y resistentes al gobierno represor.

La relevancia de futuro del cómo y cuándo saldrán de la cárcel los dirigentes condenados es perfectamente comparable a la trascendencia del cómo y cuándo podrá regresar Puigdemont a casa tras la reconsideración del delito de sedición. De su paso o no por la cárcel dependerá la valoración popular del éxito de su opción de huir de la justicia en primera instancia y de esta comparación con quienes se sometieron a los tribunales el brillo de su aureola como presidente rebelde.

Las incógnitas son tan potentes que de no despejarse antes de las elecciones dejarán en la práctica al nuevo gobierno en el limbo hasta la resolución de las mismas. La prolongación de esta provisionalidad, o la eliminación de la misma de acelerar en sus decisiones, está en manos del gobierno central, de la mayoría parlamentaria en el Congreso y  de la valoración que haga el PSOE de los efectos de las mismas para el PSC y para ERC, que no tienen por qué ser ni coincidentes ni complementarias. Los socialistas catalanes son impulsores del indulto, mientras que los republicanos prefieren la amnistía, considerando el indulto un mero parche para la rueda de la normalidad política y el futuro de la mesa de negociación.

La reacción de ERC a un indulto preelectoral no solicitado por sus presos constituye, en ella misma, otro misterio. La opción de JxCat por Laura Borràs como presidenciable efectiva hace prever una campaña agitada entre legitimistas y republicanos alrededor de la actitud a mantener por el buen independentista en todo momento. La disyuntiva está servida de hace semanas:” la independencia lo único importante y lo primero”, aunque sea a cuenta de repetir la vía unilateral o “la negociación para fortalecer el gobierno autonómico durante el mientras tanto”, esperando acumular algún avance. La beligerancia entre los defensores de ambas vías se recrudecería de mediar un indulto sin reforma del Código Penal.

La experiencia de 2017, cuando Marta Rovira desperdició con una campaña dubitativa la ventaja inicial de ERC frente a Carles Puigdemont, estará muy presente en el estado de ánimo de Pere Aragonés, un aspirante joven a la sombra de Junqueras. Los sondeos sitúan a Miquel Iceta como tercero o segundo en la carrera electoral, lo que supone la recuperación de la primera línea por parte de los socialistas. Esta posición le coloca también en el centro del ring en el que Borràs y Aragonés se atizaran sin compasión por su relación con el PSC y con Pedro Sánchez. A Iceta le vendrá bien ser el más veterano de la contienda.