Pere Aragonés explicitó ante el Parlament su extrañeza por no ser investido todavía,  habiendo como hay una mayoría independentista en la cámara. Debe ser el único diputado que se resiste a aceptar que JxCat no ha dado por terminado el proceso de deslegitimación del futuro presidente de la Generalitat como aspirante a liderar el independentismo, sin importarle el desprestigio infligido a las instituciones catalanas como daño colateral. JxCat recordó las razones de su abstención: quieren una dirección colegiada del independentismo, unidad de acción en el Congreso de los Diputados y una respuesta concisa a qué hacer cuando el gobierno de Pedro Sánchez niegue la amnistía y el ejercicio de la autodeterminación, los dos objetivos centrales del programa de Aragonés que él mismo califica de “dificilísimos de conseguir”.

La resignación de ERC ante el desplante permanente de JxCat y el castigo personal a su presidenciable es de connotaciones bíblicas. Su objetivo es obtener la presidencia de la Generalitat para culminar una espera de 90 años y no tienen otro remedio que aceptar el tempus negociador impuesto por el partido de Carles Puigdemont, así como las condiciones extra gubernamentales que paralizan la investidura de Aragonés. El candidato a la presidencia comenzó su segundo discurso afirmando que “estamos obligados a formar gobierno con JxCat” y a partir de aquí su margen de maniobra quedó en nada, salvo para retroceder ante el legitimismo, aun afirmándose en su voluntad de no aceptar “substituciones o tutelas” exteriores, en clara referencia al meollo de las discrepancias .

El Consell per la República, una entidad partidista presidida por Carles Puigdemont, es la gran protagonista del debate parlamentario para elegir al presidente de la Generalitat. La evidencia de esta anomalía desespera al resto de grupos parlamentarios que descargan su malestar en la figura de Aragonés. Para el PSC, será un presidente “vicario y humillado”; para en Comú-Podem, el trato que le dispensa JxCat al presidenciable republicano es “una humillación al cuadrado”; para Ciudadanos será “un títere”, y para el PP una “víctima del síndrome de Estocolmo”. En todo caso, de lo dicho por ERC y JxCat se puede interpretar que este escollo está en vías de solución; Puigdemont se aviene a reformar su consejo y ERC reconoce que la dirección  estratégica del independentismo y de la internacionalización del conflicto reside en Waterloo.

La unidad de acción en el Congreso de los Diputados reclamada por JxCat para cerrar un acuerdo de legislatura en Cataluña es un torpedo a la alianza de ERC con PSOE y Podemos, con la vista puesta en el día siguiente al del fracaso de la mesa de negociación, profetizado desde siempre por el legitimismo. ERC elude momentáneamente la pretensión dando prioridad a la materialización de dicha unidad en el Parlament y en la investidura de Aragonés. Pero este es un frente al que Puigdemont no renunciará porque, descontado su convencimiento de que ni la amnistía ni la autodeterminación verán la luz, tiene un especial interés personal en la negociación de una eventual reforma del Código Penal, el único movimiento real que puede modificar su actual situación de perseguido por la justicia.

El resto es música celestial en un hemiciclo improvisado en una sala impersonal para cumplir con los requisitos anti pandemia en la que la melancolía del debate estéril se ha impuesto en el fondo y en el tono de los debatientes. ERC mantiene su empeño baldío en convencer a En Comú-Podem para que se sume a su vía ancha soberanista ahora o más adelante y Jèssica Albiach no se mueve de su incompatibilidad respecto de JxCat mientras le replica con su oferta del gobierno de izquierdas imposible sin contar con el PSC. Salvador Illa está encastillado en su condición de alternativa de gobierno progresista y en su papel de denunciante del peligro de repetir con el nuevo gobierno un error brutal basado en la mentida y de consecuencias ya experimentadas.

Y luego está el protagonismo de la CUP. ERC no se cansa de elogiar la predisposición de los antisistema a participar activamente de la mayoría independentista (hasta ahora son los únicos que han votado por Aragonés fuera de ERC) y los portavoces de JxCat no dejan pasar ocasión de declararse ajenos al pacto firmado por los republicanos y la CUP, subrayando lo lejos que están del modelo de país de los anticapitalistas. La CUP para no perder comba de su discurso habitual advirtieron ayer a sus futuros socios del peligro que corren de no actuar según lo firmado, no vaya a convertirse el embate contra el estado, advirtieron, en un embate contra la Generalitat.

Una vez celebrada y fracasada la segunda votación de investidura, habrá que abrir un nuevo período de consultas para intentar para el reloj de la repetición electoral con un candidato viable antes de cumplirse los dos meses. ERC, JxCat y la CUP dan por descontado que Pere Aragonés repetirá y que esta vez obtendrá los 74 votos de todos los grupos independentistas. Sin embargo, podría abrirse una nueva controversia reglamentaria.

La legislación vigente no especifica si un mismo candidato puede someterse a una tercera votación de investidura en un mismo período de elección presidencial; se limita a decir que “si en la segunda votación el candidato o candidata no es elegido, se tramitará una nueva propuesta, según el procedimiento regulado y así sucesivamente”. La expresión “nueva propuesta” es toda una invitación a la polémica de juristas y políticos.