Aunque la información televisiva suele ser a la información lo que la música militar es a la música, se ha publicado en distintos medios especializados que El Pequeño Nicolás cobrará 30.000 euros semanales por participar en el programa Gran Hermano VIP, una de las grandes cumbres de la telebasura contemporánea emitida por Tele 5 en horario de máxima audiencia. Es posible que en efecto el presunto estafador cobre esa cantidad, pero también lo es que no se aproxime a ella ni de lejos. La cantidad solo la sabrá Hacienda cuando Nicolás haga su declaración de la renta, si es que los tipos como él hacen esas cosas. Lo interesante y revelador del salario que se le atribuye no es tanto que sea una cifra verdadera como que es una cifra verosímil. Suena perfectamente creíble que una cadena de televisión le pague, ¿por qué no?, 30.000 euros a la semana a un tipo imputado por malversación, cohecho, revelación de secretos… pero a su vez bastante dicharachero, un pícaro joven, simpático y audaz de quien, al término del programa, los espectadores siempre acabando elogiando lo listísimo que es. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]PRIMERA PLANA[/cita] El deterioro moral de los medios comenzó, como es bien sabido, hace mucho tiempo. De hecho, siempre estuvo ahí. El autor de ‘Primera plana’, la obra que en pocos años pronto cumplirá los cien, lo sabía bien. Al igual que la guerra ha mejorado mucho las técnicas para matar, el sistema mediático ha mejorado mucho las suyas para ganar dinero reciclando basura. Ciertamente, el hecho de que triunfen tanto los programas basura encierra la inquietante paradoja de que existe una franja importante de espectadores basura: ojo, no de ciudadanos basura, que es algo muy distinto. Si un espectador siempre es algo menos que un ciudadano, un espectador basura es muchísimo menos que un ciudadano: es un ciudadano que decide por un rato dejar de serlo. Es relajante retozar un buen rato cada día en la basura televisiva: aun a riesgo de empobrecerse interiormente, se olvida uno de sí mismo y del mundo. Y además, ¿se hace uno más pobre al ser un fiel seguidor de Gran Hermano? No es seguro, aunque sí lo sea que hace más ricos a los de Mediaset. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]PARTIDOS Y TELEVISIONES[/cita] Pero más allá de estas consideraciones, resulta llamativa la distancia abismal que hay entre la responsabilidad que se exige y se atribuye a los medios y la que se exige y se atribuye a los políticos. Recordemos que ambos gestionan conjuntamente el espacio público, hasta tal punto que es inconcebible una democracia sin unos y otros; el modo en que hacen su trabajo influye mucho en la gente, pero mientras a los políticos se les exige todo, a los programadores no se les reclama nada. En principio, muy en principio, un estafador difícilmente podría ser candidato de un partido serio, llegar a ministro y seguir estafando a la gente, mientras que ese mismo estafador sí puede ser estrella de la televisión, blanquear su imagen de delincuente y encima ganar muchísimo dinero. ¿Por qué esa distancia tan grande entre lo que se exige a los partidos y lo que se exige a las televisiones, pese a no ser éstas menos importantes que aquéllos? Tal vez porque los medios juegan con dos barajas: son al mismo tiempo jugadores y árbitros, mientras que los políticos son únicamente jugadores y deben andarse con ojo ante los árbitros. ¡Pero es que se trata de cadenas privadas, no públicas!, claman algunos. El argumento, muy repetido, es poco convincente, pues todas las cadenas, sean públicas o privadas, actúan e inciden en un mismo espacio público que pertenece a todos y, por tanto, nadie, ni con su dinero ni con el dinero de otros, tiene derecho a contaminarlo impunemente. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]TARJETA ROJA Y EXPULSIÓN[/cita] El hecho, moralmente escandaloso, de que un estafador sea contratado en ‘prime time’ ni siquiera es criticado o puesto en cuestión por los nuevos líderes de los nuevos partidos cuya bandera es la regeneración institucional del país. ¿Acaso el sistema televisivo, conformado por un oligopolio por no decir duopolio, no es pieza esencial del entramado institucional del país y del modo en que ese país gestiona la realidad? Pues claro que lo es, pero demasiado bien saben esos líderes que se meterían en un lío tremendo si reprocharan pública y enérgicamente a Tele 5 que contrate al Pequeño Nicolás: el árbitro los expulsaría del terreno de juego y, sencillamente, dejarían de salir en la televisión, sin la cual no son nada. La izquierda, ya sea clásica o moderna, ya sea tipo casta o tipo quince-eme, hace mucho tiempo que desistió de participar en batallas como ésta, tal vez porque no las comprende o porque no le parecen relevantes, tal vez porque ha dejado de hacerse esta pregunta: ¿qué es más letal para un país, el hecho de que haya ladrones o el hecho de que a esos ladrones los hagamos senadores, los indemnicemos en diferido o los contratemos para relatar sus hazañas en horario de máxima audiencia?