El texto es descarnado, estremecedor. Lo escribe un empleado social andaluz que trabaja con menores conflictivos o simplemente con necesidades de todo tipo en centros tuteados por la Junta de Andalucía y cuya gestión ha sido encomendada a empresas del sector por concurso público. Andalucesdiario tiene constancia fehaciente de la identidad del corresponsal, que ha puesto como condición para la publicación del texto mantener el anonimato. Se lo ha pensado mucho antes de hacer pública su denuncia, pero finalmente se ha decidido. Bajo el título 'Un baño de realidad', el trabajador da cuenta de los atrasos en el cobro de sus salarios porque la Administración paga tarde a las empresas. Pero ese hecho es conocido y hasta bastante común en otros servicios públicos gestionados por entidades privadas. Mucho menos conocidas son, en cambio, las consecuencias dramáticas para los empleados no solo de las demoras en sus nóminas, sino de que la Administración aplique para la concesión del servicio "una fórmula discriminatoria que premia sobremanera aquellos proyectos más económicos". El trabajador llega a denunciar algo tan grave como esto: "Mientras esto pasa, ver a tu alrededor cómo tus compañeros 'hacen la compra' en la despensa del trabajo, cogiendo leche, pasta, detergente, o llevarse a casa fiambreras con la comida que se prepara para los usuarios del centro, se normaliza". A continuación reproducimos íntegramente el texto de denuncia.
UN BAÑO DE REALIDAD "Es posible que ustedes no sepan en qué país vivimos, pero no se preocupen, trataré de acercarles una realidad, que aunque pudiera parecer de ficción, sucede aquí. Mientras algunos abanderan una España de recuperación y cambio, a mí me ha tocado conocer las alcantarillas de este país. Llevo ya varios años trabajando con menores, principalmente adolescentes. Varios años poniendo cada gramo de energía en cambiar la vida de aquellos, a los que sus maravillosos planes parecen no conocer. Menores que afirman encontrarse mejor en un centro que en su propia casa, viven en Andalucía, España. Lo verdaderamente sorprendente de esto, no es que dichas afirmaciones las haga una personita acogida por la administración en un centro de protección de menores, algo que podríamos entender. El caso es que, adolescentes que se encuentran cumpliendo medidas judiciales en el piso de convivencia en el que trabajo, lo afirman cada día. La Administración Pública, para decidir sobre la gestión de dichos centros, aplica para su concesión una fórmula discriminatoria que premia sobremanera aquellos proyectos más económicos. Es lógico pensarán algunos. Pero lo cierto, es que se están generando situaciones bastante desesperadas. A día de hoy, diferentes Asociaciones y Fundaciones en nuestra comunidad presentan atrasos en los pagos que sobrepasan los 3 meses. La competencia es voraz, pero en la España del cambio, todos los males terminan en el trabajador. Y voy a poner un ejemplo: De los impuestos que pagamos, se hacen partidas presupuestarias y estas se distribuyen en los diferentes gastos del estado. En nuestro caso, las Comunidades Autónomas se encargan de gestionar las partidas y, bien de manera pública, o concertando servicios, abarcan las necesidades de los ciudadanos, ya sean sanitarios, de atención a mayores, personas con discapacidad o en riesgo de exclusión social... Cuando existen problemas durante esta cadena (atrasos en los pagos por parte de la Administración, mala gestión de los recursos, inviabilidad de los proyectos...), las asociaciones continúan con su funcionamiento y los beneficiarios siguen recibiendo el servicio, a pesar de que los trabajadores no cobren. Hay quien aquí podría detectar una actitud egoísta, pero entenderán más adelante que es simplemente dignidad. A la hora de asumir gastos, pagar la casa, comida, ropa, gastos familiares, desplazamientos (incluido al trabajo), algunas personas nos vemos bastante impotentes al enfrentarnos a las situaciones que este contexto genera. Cómo explicar al banco que no hay dinero para asumir los pagos (teniendo un empleo), cómo explicar al casero que no te entra el sueldo, cómo explicar a tus padres, hermanos, amigos que necesitas otra vez lo que puedan darte para el alquiler o la hipoteca, cómo explicar a tus jefes que no tienes ni para la gasolina para ir a trabajar, o cómo explicar a tus hijos que otra vez toca comer pasta con tomate o que los Reyes Magos este año pasan sólo por casa de los abuelos.
En estas circunstancias, puedes empezar a reconocer, que si tu hijo (hijo de padres trabajadores) estuviera en un centro, tendría algunas necesidades cubiertas (como una dieta equilibrada) que tú, trabajador del mismo, no puedes costear. No se trata de comparar, sino de equiparar. La administración no puede tratar de reducir desigualdades y dar oportunidades, al tiempo que ofrece a las Entidades que hacen este tipo de servicios, recursos económicos insuficientes para realizarlos, y genera entre sus trabajadores pobreza, sí, pobreza. Cómo podemos sentirnos cuando en nuestra televisión salen personas hablando de las cuentas del estado, de la recuperación económica, de la disminución del paro. Siendo sincero, y sin querer caer en sensacionalismos, no es posible sentirse bien. Y esto es así porque a nuestro alrededor conviven personas que se incorporan a trabajar (abandonando las listas del paro) con contratos en práctica, o como becarios por 400 euros al mes la jornada completa. Estos son los datos de la recuperación en la calle, en mi barrio, en Sevilla. Mientras esto pasa, ver a tu alrededor como tus compañeros “hacen la compra” en la despensa del trabajo, cogiendo leche, pasta, detergente, o llevarse a casa fiambreras con la comida que se prepara para los usuarios del centro, se normaliza. Pasa a ser parte del día a día, quedar para hacer deporte y no poder jugar por no tener 2 euros para el campo; usar mantas y chaquetón dentro de la casa para no poner el aire acondicionado o el calentador, por no tener con qué pagar la luz. Todo esto se suma a que trabajas con personas. De tu profesionalidad depende su bienestar, su reinserción, o incluso su felicidad y su equilibrio, por lo que tu salud mental y emocional debe estar acorde a las circunstancias. ¿Es posible hacer bien tu trabajo en estas condiciones de precariedad e impotencia? La realidad es que si, y que pese a todo, la vocación es fuerte. Nos gustaría no sentirnos utilizados, no pagar los platos rotos de malas gestiones, que las administraciones se preocupen de los proyectos que sacan a concurso, que los sigan y conozcan las condiciones de trabajo de sus trabajadores indirectos. Creo que es lícito plantearse, el hecho de dignificar las condiciones de las personas que trabajamos en lo social. Únicamente pedimos lo que cualquier trabajador tiene, y no es siquiera un sueldo digno (como recoge nuestro convenio), ya que las asignaciones que dependen de los concursos en Andalucía, no lo permiten. Lo que pedimos es cobrar siquiera. Necesitamos que ustedes también piensen que “¡ya está bien!”.