Como suele ocurrirle ocurre a tanto número dos que, por circunstancias muchas veces ajenas a sus méritos, asciende a número uno, Inés Arrimadas no ha demostrado tener la madera de líder que sí tenía su antecesor Albert Rivera, aunque a la postre éste dilapidara incomprensiblemente el capital político acumulado.

Cuando hace dos años Arrimadas se puso al frente de la escorada nave de Cs, había aún una posibilidad de enderezarla y estabilizar su rumbo. Es obvio que no lo ha conseguido. La fallida maniobra de la moción de censura de Murcia dejó desabordada la ya de por sí frágil embarcación naranja. El puerto electoral más cercano es Andalucía, pero será difícil que consiga llegar a él antes de hundirse para siempre.

Dictada más por la piedad que por la necesidad, una virtual coalición electoral del PP con Cs en los comicios andaluces habría garantizado al menos la salvación del contramaestre Juan Marín y algunos de sus fieles, pero Génova ha dicho no.

Ha sido un no agrio, rotundo, inapelable; un no que ni siquiera ha tenido la cortesía de esperar un poco hasta escuchar la opinión del presidente Juan Manuel Moreno, primer interesado en salvar a Cs para no quedar a expensas únicamente de Vox; un no que no deja, en fin, margen de discrepancia a San Telmo, que, si tenía una opinión más matizada al respecto, ahora deberá guardársela para no abrir con Génova una nueva brecha que se sumaría a la de Isabel Díaz Ayuso con Pablo Casado.

Una coalición del PP con Cs habría garantizado, ciertamente, un puñado de escaños a los de Marín, pero a costa de quitárselos al PP. Eso al menos es lo que parecen pensar en Génova, donde apuestan por intensificar la estrategia del voto útil: “No hay más vías que votar al PP”, dijo ayer contundente el vicesecretario de Comunicación de los populares, Pablo Montesinos.

Sean las elecciones andaluzas en abril, mayo, junio u octubre, sin el paraguas del PP no será fácil que Cs logre representación: las encuestas más fiables le otorgan poco más del 5 por ciento de los votos y apenas dos o tres diputados: los pocos andaluces que todavía dicen en las encuestas que votarán a Cs tendrán pocos incentivos para hacerlo; antes de arriesgarse a que su voto acabe en el contenedor de las papeletas inútiles, lo más probable es que se decidan por el PP.

Llamativamente, en los tres años de Gobierno de PP y Cs con el apoyo de Vox, Juan Marín no parece haber tomado precaución alguna ante los riesgos del abrazo del oso. Hoy, Cs ha sido engullido por el PP. Con consejeros de bajo perfil político y con un vicepresidente temerariamente dócil con el oso azul, Cs Andalucía no ha sabido, querido o podido sacar el rendimiento esperado a los 660.000 votos logrados en diciembre de 2018.

Ni siquiera el hundimiento del partido, en beneficio del PP, en las elecciones generales de noviembre de 2019 estimuló a Marín a impulsar en Andalucía una estrategia decidida de diferenciación con el partido que se estaba zampando al suyo.