Nacido en Granada en 1943, José Luis Moreno Codina inició su trayectoria periodística en el diario granadino Patria, más tarde fue redactor de La Hoja del Lunes, jefe de Deportes de Diario de Granada, director de El Día de Granada y finalmente director de diario Jaén, entre 1988 y 1997. Estaba jubilado y era feliz. Ayer murió súbitamente en Jaén.
En un oficio lleno de gente que se cree más lista de lo que es, José Luis Moreno Codina era una excepción. Era el periodista menos vanidoso que haya conocido nunca. Donde, a la más mínima ocasión, otros se apresuraban a vestirse con los plumajes del pavo real, Codina nunca abandonaba su traje de calle.
Extraña combinación la suya: hombre sencillo y periodista cabal. Codina fue un periodista sin enemigos, que es una cosa muy difícil en este trabajo. En el oficio del periodismo es milagroso no haber escrito nunca una línea envenenada por el rencor ni corrompida por la vanidad.
En sus buenos tiempos, Codi bebió como pocos, pero lo hizo sin dejar nunca de ser él mismo: lo hizo siempre educada, respetuosa y parsimoniosamente, sin estrépito ni jactancia, con la misma devoción con que otros comulgan o escriben sonetos, y poniendo en ello la misma cordialidad inteligente que ponía en todas sus cosas. ¡Cómo olvidar tantas buenas noches de cortas copas y conversaciones largas!
Dijo el clásico que solo hay dos clases de hombres: los pecadores que se creen santos y los santos que se creen pecadores; lo que no dijo es que todos hemos sido ambos alguna vez a lo largo de nuestra vida. Codina fue, claro está, de los segundos: seguro que no lo fue siempre, pero seguro también que lo fue muchas más veces y durante mucho más tiempo que la mayoría.
Un buen epitafio para él sería aquel que daba título al memorable cuento de Julio Cortázar ‘Queremos tanto a Glenda’ y que yo, periodista banal y pecador, he copiado para titular estas líneas. Quisimos, queríamos, queremos tanto a Codi.
Cierto monje bizantino escribió tras la muerte de alguien a quien amaba: “Ha pasado a la vida que no conoce la turbación ni el oleaje”. Copiado está. Nuestro viejo amigo ha alzado el vuelo. Sigue estando por aquí pero se ha vuelto invisible. Desde el aciago 3 de diciembre de 2020, él sabe algo que nosotros todavía no sabemos.