El presidente del Gobierno y secretario general socialista volvió a repetirlo ayer en el mitin de Cártama: “Todo lo bueno que ha venido a Andalucía en los 40 años de democracia ha sido de la mano del PSOE”. Pedro Sánchez no descubría el Mediterráneo: siendo evidente la profunda transformación de Andalucía y su normalización territorial y habiendo sido su partido el único que ha gobernado en la comunidad, blanco y en botella.

El recordatorio electoral del presidente es oportuno, pero seguramente inútil porque llega demasiado tarde y, sobre todo, llega solo, aislado, efímero, como un chaparrón de agosto y no como la última y definitiva precipitación tras una prolongada temporada de lluvias.

Desde la imputación, procesamiento y condena de la dirigencia socialista por el caso ERE primero y desde su expulsión de San Telmo después, el PSOE de Andalucía ha permanecido atrapado en una conspiración de silencio sobre su pasado urdida por él mismo: llevan años, literalmente años, sin mencionar “todo lo bueno” que han hecho por esta tierra.

La jaula

Como la liebre imprudente que por su mala cabeza cruza de noche la carretera sin advertir la presencia del coche cuyos faros la dejarán inmóvil durante unos segundos fatales, los socialistas andaluces se sienten paralizados por la culpa y aturdidos por el remordimiento, conscientes de que de un momento a otro serán arrollados por el tráiler de la Historia pero incapaces de echarse a un lado para eludir el impacto.

Las elecciones del próximo domingo se han convertido una jaula de hierro para la izquierda. Si fueran una película se titularía ‘Atrapados sin salida’: dado que todas las encuestas, todas sin excepción, coinciden en que las izquierdas están muy lejos de los 55 escaños necesarios para gobernar y siendo la entrada de Vox en el Gobierno de la Junta el peor de los escenarios posibles, el horizonte menos malo para la noche del 19 de junio sería una victoria del PP lo bastante cercana a la mayoría absoluta como para que Santiago Abascal tenga que comerse la bravuconada de que si Juan Manuel Moreno necesita uno solo de los votos de Vox no será presidente, salvo que se avenga a nombrar vicepresidenta a Macarena Olona.

Perfectos conocedores de la terrible paradoja en que están atrapadas las izquierdas, los estrategas de San Telmo no cesan en sus llamamientos a las decenas de miles de indecisos que todavía existen para que voten a Moreno con el argumento, interesado pero no irracional, de que es la única manera de que el PP no quede en manos de Vox. Al candidato conservador solo le ha faltado en esta campaña decirle a Juan Espadas que por favor pida a los suyos votarlo a él para frenar a los ultras que la izquierda tanto dice temer.

El 'pack'

Mientras, la extrema derecha no las tiene todas consigo. Su campaña está siendo algo errática y su candidata poco verosímil. Aun así, confían en dar la campanada sobrepasando con holgura esos 20 escaños que, al menos en teoría, harían imposible que el PP superara los 45 y permitirían a Vox desplegar a las puertas del palacio de San Telmo la alfombra roja que Macarena Olona tanto anhela pisar.

Aunque electoralmente son adversarios e ideológicamente difieren en materias no menores, políticamente PP y Vox son un ‘pack’. Y lo seguirán siendo mientras Juan Manuel Moreno Bonilla y Alberto Núñez Feijóo no digan lo contrario. ¿Se compromete, señor presidente, a no formar un Gobierno con Vox? Los periodistas llevan meses preguntándoselo a Moreno; los mismos meses que lleva él sin contestarles.

Vox viene del PP pero no es el PP, del mismo modo que el AP venía del franquismo pero no era el franquismo o Bildu viene parcialmente del mundo de ETA pero no es ETA. Hay un salto cualitativo del PP a Vox, pero la distancia existente entre ambos se acortará irremisiblemente hasta casi desaparecer si gobiernan juntos en Andalucía después de haber empezado a hacerlo en Castilla y León. Abascal lo sabe. Feijóo lo sabe. Moreno lo sabe. Quienes, aun sospechándolo, no tienen claro si votar el domingo al PP o seguir votando una vez más al PSOE son esas decenas de miles -el presidente dice que 200.000- de andaluces indecisos cuyo voto intenta captar Juan Manuel Moreno y retener Juan Espadas.

Los muebles

Ante unas encuestas tan adversas, los socialistas se están esforzando por dar la sorpresa, aunque en su fuero interno probablemente se conformarían con salvar los muebles. Digamos que con 36 o 37 escaños podrían darlos por salvados; no así con los 33 de 2018 o alguno más, un resultado que equivaldría, en el mejor de los casos, a salvar la vajilla y algún cachivache, pero no los muebles.

Simultáneamente, ante unas encuestas tan favorables, los populares aspiran a confirmarlas. Fieles a una demoscopia que les es propicia, sueñan con situarse en el entorno de los 47/49 escaños y con que Juan Marín sume 2, 3 o 4 para Cs. Aunque no lleguen juntos a la suma aritmética de 55, con ese resultado la noche del 19 de junio de 2022 Santiago Abascal cenará bravuconadas a la bilbaína.