Las elecciones generales del 28 de abril guardan tantos parecidos con las andaluzas del pasado 2 de diciembre que el principal damnificado de estas, sin duda el Partido Socialista, haría bien en tomar nota –en tomar mejor nota– de lo sucedido.

Ciertamente, también salió malparada entonces la marca Adelante Andalucía, hoy Unidas Podemos, pero su fracaso quedó subsumido en ese agujero negro supermasivo que fue el batacazo socialista.

De hecho, los telescopios demoscópicos del país han puesto mucho empeño en ello, pero lo cierto es que todavía no han logrado sacar una foto fiable de las causas exactas de tan singular fenómeno.

La piedra de la abstención

El Centro de Investigaciones Sociológicas se equivocó gravísimamente en su pronóstico andaluz de votos y escaños –le atribuyó al PSOE ¡hasta 14 escaños! más de los 33 obtenidos– pero acertó al subrayar que, mucho cuidado, pues había casi un 27 por ciento de electores que no habían decidido su voto. Esa bolsa de indecisos supera ahora el 40 por ciento de quienes aseguran que irán a votar el 28 de abril.

Ni siquiera los listos que el 3 de diciembre afirmaban con impostado desahogo que a ellos no les había sorprendido el resultado, ni siquiera ellos habían advertido durante la campaña de que el PSOE de Susana Díaz podía tropezar en la piedra de la abstención de los suyos.

La estrategia zen

Aquel tropiezo fue favorecido por la ‘estrategia zen’ diseñada desde la calle San Vicente de Sevilla. Se trataba que focalizar la campaña en la persona de Díaz y no en las siglas, entonces a la baja, del partido; se trataba de no correr riesgos, de rehuir el cuerpo a cuerpo, de no hablar de Cataluña, de esquivar el barro al que sus adversarios querían llevar a la candidata socialista.

El resultado fue desastroso para los socialistas, aunque habría mucho que discutir sobre si un formato de campaña diferente y más agresivo habría modificado significativamente la voluntad de los electores.

Un formato, por lo demás, inverosímil puesto que su diseño no habría podido incorporar la decisiva variable del ascenso irresistible de Vox, un objeto que cruzaba los cielos andaluces a toda velocidad pero que los radares demoscópicos no detectaron.

Pedro y Pablo

El PSOE de Pedro Sánchez sabe hoy cosas –cosas cruciales– que el PSOE de Susana Díaz no sabía –ni podía saber– hace cuatro meses. Sabe que la suma de PP, Ciudadanos y Vox no solo no es inconcebible, sino que ni siquiera es improbable; sabe también que a los indecisos –como a las encuestas, Susana dixit– los carga el diablo; sabe con estremecedora certeza que Cataluña es un atajo hacia la Moncloa por el que, desde las andaluzas, las tres derechas caminan alegremente del bracete cantando a voz en grito ‘¡Y viva España!’…

Sabe todo eso, pero no está claro que esté acertando con la estrategia para contrarrestarlo. Ferraz, como antes San Vicente, está focalizando la campaña en la persona de Pedro Sánchez, sin sopesar que su nombre también moviliza a sectores del electorado conservador con la misma determinación con que lo hizo en 2015 y 2016 el nombre de Pablo Iglesias.

Aquel electorado entonces asustado con el supuesto y peligroso radicalismo de Iglesias lo está hoy con supuesto y peligroso entreguismo de Sánchez con quienes-quieren-romper-España y que las derechas han convertido en el eje sobre el que están haciendo girar prácticamente toda su campaña.

Una campaña de doble eje

La campaña del PSOE intenta poner el foco en las medidas de progreso aprobadas por el Gobierno con “solo 84 diputados”. Pero mientras los de Sánchez procuran enmarcar la campaña en el eje clásico izquierda/derecha, los de Casado, Rivera y Abascal la hacen rotar incesantemente sobre el eje territorial.

Saben que es donde hacen más daño a su adversario y donde más problemas tiene el PSOE para defenderse, entre otras cosas porque una parte significativa de su electorado se identifica más con el contundente discurso territorial de la derecha que con el equívoco argumentario de la izquierda.

La colmena y el avispero

Los estrategas de Ferraz consideran que, al sur del Ebro, lo que para la derecha es una feraz colmena para la izquierda es un peligrosísimo avispero. Su problema es que a la derecha se la entiende mucho más fácilmente que a la izquierda. El problema del PSOE, pero también de Podemos y también de Izquierda Unida, es que no ha encontrado la manera de desactivar ese problema.

La izquierda sabe cómo hay que hacer las cosas, que es hablando, pero no sabe qué cosas exactamente hay que hablar (y no digamos qué cosas hay que hacer).

No correr riesgos

El talante reservón de los socialistas en esta campaña ha enseñado la patita en el rechazo de Pedro Sánchez a un cara a cara con Pablo Casado o a acudir a Televisión España a debatir con los otros tres grandes partidos con presencia en el Congreso: PP, Ciudadanos y Podemos.

Que acuda el martes 23 de abril al debate organizado por Atresmedia con los tres grandes del Congreso más Vox no es incompatible con participar en el de RTVE, aunque sí es coherente con una campaña inspirada en la idea –similar a la desplegada por el PSOE andaluz en diciembre– de correr los menores riesgos posibles, dado que las encuestas le son propicias.

El lado oscuro

Cuestión aparte, aunque muy ilustrativa a otros efectos, es la falta de consideración de Sánchez con esa misma televisión pública a la que, presionado por sus socios de investidura, tanto y con tanto acierto ha contribuido a desgubernamentalizar. El desaire de Pedro a Televisión Española tal vez no tenga perjuicios electorales verificables, pero delata el lado oscuro del líder socialista.

Un lado oscuro que podría describirse como ese cierto cinismo según el cual puede sostenerse desahogadamente una cosa y la contraria, de modo que resulta perfectamente lícito izar la bandera de la militancia en un momento dado y arriarla en el siguiente si vienen mal dadas; o izar la bandera de la solidaridad acogiendo en puerto español al buque Aquarius cargado de inmigrantes y sustituirla al día siguiente por el estandarte de la razón de Estado negando la entrada a otros contingentes igualmente desesperados.

Como le decía el capellán de la cárcel al pobre Josef K. a propósito del aparato judicial de ‘El Proceso’, con Pedro Sánchez (¡y con tantos políticos!) “no hay que considerar todo cierto, solo necesario”.