La contienda electoral ya se está librando. Primer día de una campaña que se prevé decisiva para convencer al cerca de 40% de votantes que según desprenden las encuestas aún no saben a quién votar en las próximas elecciones del 28 de abril.

Vox se ha desplazado hasta Asturias. A las 16 horas, la extrema derecha española se ha encomendado a la virgen en Covadonga con una ofrenda floral llena de liturgia y sensación de reconquista. La misma imagen que quisieron plasmar ayer celebrando la protocolaria pegada de carteles bajo el amparo de Blas de Lezo y la gran rojigualda tiñendo de sentimiento patrio el acto.

A las 19 horas, Abascal se dirigirá a sus feligreses en Oviedo, donde ya se le espera con una gran cola que nos recuerda a lo sucedido en Toledo, donde, subido a unos escalones y micrófono en mano, el líder ultra expresó en estos términos a los asistentes que no han podido entrar: “No hay auditorios lo suficientemente grandes para la esperanza que está despertando Vox. El 28 de abril, más allá de que un partido saque más o menos escaños, nos jugamos la respuesta que queremos dar a un golpe de Estado que se está perpetrando en Cataluña”.

Sin saber todavía si los asistentes abarrotaran de nuevo el Palacio de Congresos y Exposiciones de Oviedo, la cola de personas que quieren acceder ya presenta un aspecto del que Vox se hace eco en redes sociales. Un mensaje que cala y suma adeptos: antifeministas, decididos a cerrar fronteras, proclives a suprimir el diálogo y esposar a Torra... un sinfín de incendiarios argumentos que se vislumbraban lejanos tiempo atrás y que monopolizan el debate y marcan los tiempos. 

Vistalegre fue el pistoletazo de salida, y la estampa se repite en cada uno de sus cortejos. Nada importan las noticias que golpeen a la eficiencia del núcleo duro de los verdes: se resarcen cargando hacia adelante, aguerridos y fieros en el mensaje, sin tapujos ni escrúpulos. 

Con sus habituales salidas de tono se han convertido en el ojo del huracán mediático. Su forma de proceder, incendiaria a la par que reaccionaria, consigue que se cumpla su propósito. Al son de lo marcado por Steve Bannon -asesor de Donald Trump y creador de The Movement- en Vox saben que lo importante es generar debate: si es positivo o negativo es lo de menos.

Y en ello se esfuerzan. Una infoxicación constante a la que someten a los medios de comunicación que, hartos de tener que desmentir las cifras que dan los encabezados por Abascal, se debaten entre seguir informando o cerrar el grifo a fin de evitar una exposición aún más notoria.

Pero la evidencia desmonta cualquier tipo de premisa. La ciudadanía respalda a Vox, y su fórmula funciona. Colas a las puertas de sus actos para escuchar hablar a sus líderes que, eufóricos, no dudan en dirigirse al público sin miedo a las represalias.