La izquierda andaluza ya tiene media campaña electoral hecha. Su artífice ha sido el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, al dar entrada a Vox en su Gobierno. “¡Que viene la extrema derecha!”, será con toda seguridad el gran lema de campaña del Partido Socialista y de las formaciones situadas a su izquierda. Ciertamente, el tablero castellanoleonés da alas a la izquierda andaluza, pero es improbable que su vuelo sea tan amplio como para acabar sentada de nuevo en el palacio de San Telmo.

Aunque ayer en la sesión de control desarrollada en el Parlamento autonómico intentó desmarcarse del pacto castellanoleonés, la imagen de moderación del presidente andaluz tiene los días contados si no descarta pública y taxativamente que jamás dará entrada a Vox en un Gobierno de Andalucía.

“¿Cómo va a ser fuerte un Gobierno que no cree en la Unión Europea ni en el Estado de las autonomías?”, le dijo ayer Juan Manuel Moreno al portavoz de Vox, Manuel Gavira. Luego, en un encuentro con los medios en el patio del Parlamento, lanzó el mensaje de que “Castilla y León es Castilla y León y Andalucía es Andalucía” y que “lo que sucede en una comunidad no tiene por qué suceder en otra”.

Su desmarque fue más retórico y para ganar tiempo que, propiamente, la expresión de un propósito real de no hacer lo mismo que Mañueco cuando se celebren elecciones este año.

Para comentaristas de la órbita de la derecha tan reputados como José Antonio Zarzalejos, “fue un error anticipar las elecciones en Castilla León y es un error también que el PP pacte con Vox el Gobierno de la comunidad”.

El mismo error que no podrá dejar de cometer el presidente andaluz si quiere gobernar tras las próximas elecciones, todavía sin fecha. Hasta ahora, Juan Manuel Moreno no ha dicho “Vox no estará en un Gobierno que yo presida”. Ni lo ha dicho ni lo va a decir, pese a las insistentes interpelaciones de Espadas en ese sentido: es sobradamente consciente de que, si las encuestas van bien encaminadas, su única opción de repetir mandato es abrir a la ultraderecha las puertas del palacio de San Telmo.

Tras el acuerdo de Castilla y León del PP con Vox, que presidirá las Cortes y tendrá la vicepresidencia y tres consejerías, la ambigüedad calculada y los melindres que hasta ahora ha venido exhibiendo Moreno dejan de tener recorrido. Y verosimilitud.

Da igual que el presidente se ponga de perfil en relación a la extrema derecha: desde hoy todos los observadores saben que gobernará con ella… si las encuestas aciertan, y es poco probable que no lo hagan en su conclusión principal: que PP y Vox sumarán una mayoría absoluta más que holgada.

Como salida de emergencia, en Génova parecen barajar de nuevo la idea de pactar con los socialistas que gobierne la lista más votada, una opción que defendieron enérgicamente en el pasado cuando el PP solía ser la lista más votada, pero que descartaron cínicamente cuando empezó a suceder lo contrario: en Andalucía la lista más votada en diciembre de 2018 fue la del PSOE, pero a Moreno ni se le pasó por la cabeza la posibilidad de cumplir lo que tantas veces había prometido, que se debía dejar gobernar a la candidatura con más papeletas. Hoy las encuestas dicen que la candidatura con más papeletas será la del PP.

Moreno sueña con ser Feijóo: el hombre que ha sido capaz de aglutinar el voto conservador y frenar en seco a Vox en Galicia. Pero, tras lo sucedido en Castilla, el presidente andaluz también sueña más que nunca con ser Ayuso, la mujer que hizo lo mismo en Madrid pero con un traje populista en el que el presidente andaluz no se sentiría cómodo. Paradojicamente, Moreno se parece a Feijóo en un momento en que Feijóo ha dejado de parecerse a Feijóo tras dar su visto bueno –a regañadientes pero visto bueno– a un Gobierno del PP con Vox.

Al líder moderado que ha gobernado Galicia durante años no le será fácil cohonestar esa identidad templada con el hecho de que el partido que va a presidir gobierne con la extrema derecha que dirigentes europeos conservadores como él rechazan de plano. Y lo mismo va a sucederle a Moreno, cuyas proclamas de moderación han dejado de ser creíbles y lo seguirán siendo mientras no diga con rotundidad que nunca hará en Andalucía lo que Mañueco caba de hacer en Castilla y León.