Febrero arranca en Andalucía con las calles de Sevilla tomada por tractores y agricultores que protestas por la gestión de la sequía más larga que han conocido. En paralelo, el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, viaja a Bruselas para pedir más fondos ante la emergencia hídrica, a la vez que pide al Estado más presas e inversiones.

Las restricciones al consumo humano se van expandiendo por el mapa y van afectando a millones de andaluces. Sin embargo, en esta dinámica apocalíptica, llama la atención un oasis de realidad en el que los aspersores fluyen ajenos a la sequía: los campos de golf.

Entre resorts de lujo con campos de golf, espacios federados o campos de entrenamiento, la comunidad autónoma cuenta con 114 campos. Andalucía acumula el 25% de campos de toda España y, más de la mitad de ellos se concentran en la Costa del Sol. A pesar de que en estos momentos hay cuatro millones de andaluces afectados directa o indirectamente por las restricciones de agua, la Junta de Andalucía ha desechado las peticiones de cierre o restricciones a los campos de golf.

Según el portavoz y consejero de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Ramón Fernández-Pacheco, el 80% de los campos de Andalucía se riegan con agua regenerada no potable, es “rotundamente falso que los campos de golf sean el problema".

Para la Junta, restringir el agua en los campos de golf solo tendría “éxito en términos demagógicos”, pero poco efecto en la gestión de la sequía. Sin embargo, cabe preguntarse qué otro uso podría darse al agua regenerada y por qué no hay restricciones a los más de 20 espacios que están regándose con agua potable.

Oasis ajenos a la sequía

No hay respuesta de la Consejería de Agricultura –responsable de la gestión hídrica– sobre medidas adicionales para los más de 20 campos que usan agua del circuito estándar. Un campo de 18 hoyos consume de 150.000 a 400.000 metros cúbicos de agua anualmente (1m3 equivale a 1.000 litros). La horquilla es amplia porque el consumo depende del suelo, el césped y el jardín o, sobre todo, de la irradiación solar. En Andalucía, los consumos son los del tramo más alto.

Mientras, las restricciones de agua son especialmente duras para Cádiz y Málaga. La región de la Axarquía, lindando con la Costa del Sol, es el reflejo de una disociación entre vecinos y turistas de alto poder adquisitivo. En Andalucía hay cerca de 60 municipios con restricciones aprobadas. En Málaga, por ejemplo, el alcalde, Francisco de la Torre, pide un esfuerzos para reducir en un 20% el abastecimiento urbano y prohíbe el uso de agua potable para baldeo y riego de jardines y cierra fuentes urbanas y lavapiés en la playa.  

La oposición andaluza reprocha a Moreno Bonilla la contradicción entre ambas respuestas. El líder del PSOE-A, Juan Espadas, critica que el presidente de la Junta vaya a Bruselas a pedir más fondos cuando los niveles de ejecución de los fondos europeos ya recibidos por la Junta, “tienen un suspenso total, con más de la mitad de presupuesto para agua sin ejecutar”.

El presidente de la Junta ha pedido en Bruselas la activación del Fondo de Solidaridad Europeo vinculado a catástrofes naturales, Espadas lamenta que lo haga ahora, cuando la sequía lleva 6 años castigando a una región cuya agua embalsada, en pleno invierno, apenas supera el 20%.

Además, lamenta la “incoherencia” de la Junta, que pide ayuda a Bruselas, pero vota en contra de los paquetes de emergencia propuestos en el Congreso, que incluía obras de emergencia a cargo de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, “por los intereses de votar no a todo lo que siga el gobierno de España”.

También el portavoz del grupo parlamentario Mixto-Adelante Andalucía, José Ignacio García, pide justicia hídrica y más coherencia a Moreno Bonilla, “no puedes estar pidiendo dinero para hacer obras hidráulicas y después hacer una planificación que no piensa en los intereses de la mayoría”, señalando que los beneficios del golf y el turismo de lujo no repercuten en la mayoría social.

Guerra de números

Cabe recordar que, hace menos de un año, cuando la Junta de Andalucía quería normalizar regadíos ilegales en Doñana, también dio un visto bueno a la proyección de una macrourbanización de lujo con campo de golf incluido junto a Doñana, proyecto que finalmente tumbó la CHG por no haber agua.

“Fondos sí, pero ni una autorización más para una macrourbanización en la costa que gaste agua que no tenemos, y solo para el beneficio de unos pocos”, ha recalcado Ignacio García. En paralelo, los movimientos ambientalistas denuncian que, de media, en España un campo de golf consumo la misma cantidad de agua que cien mil habitantes.

Pero el golf es uno de los mascarones de proa de nuestro turismo de lujo. La Asociación Española de Campos de Golf cifra en 1,2 millones los turistas internacionales que vienen a España y, según la Real Federación Andaluza de Golf (RFAG), el 45% de la actividad económica que generan está localizada en Andalucía.

En Fitur, Pablo Mansilla, presidente de RFAG, afirmó que el sector facturó 220 millones en los más de 100 campos andaluces. Con estas cifras, califica 2023 como “probablemente el mejor año del golf en Andalucía”, y anunció nuevos proyectos que aumentarán el número de visitantes, “tenemos que luchar por que haya más campos".

El agua regenerada no todo lo justifica

Mantilla y los defensores de crear más campos de golf repiten el mantra del agua regenerada con la que se riegan un 80% de los campos andaluces. Pero, ¿qué pasa con el 20% restante? Y, sobre todo: ¿podría el agua regenerada tener otro uso?

El agua regenerada puede usarse para riego, no solo de campos de golf o jardines, también para agricultura. Varios análisis hidrológicos recuerdan que puede usarse además para reinyectarla en los acuíferos (solo hay que extender la mirada al oeste, al Parque de Doñana) y evitar así la subida de agua salada de la cota marina.

Es decir, el agua regenerada no es un agua “que sobre”, sino un recurso que hay que usar cada vez más. “Pero no para gastar más, sino para todo lo contrario”, apunta un informe de la consultora ‘Hidrología Sostenible’.

Pero el campo de golf no solo implica el riego del césped. Implica un entorno urbano que acompaña en formato de resorts de lujo a los campos. Estos resorts, con una ocupación estacional, son por lo general los proveedores del agua regenerada que se usa para regar los campos. Pero esa agua no proviene de un consumo que ya existiera anteriormente, en muchos casos, lo que condiciona el concepto de “regenerada".

En Sevilla, datos oficiales de Emasesa –la empresa de aguas– confirman que los turistas consumen el triple de agua que los vecinos. Si el ocio implica más consumo, aplicando esta regla a los campos de golf y sus resorts de lujo, podemos concluir que el consumo es exacerbado.

Un estudio de la Universidad de Jaén analizó la variable del consumo paralelo de los resorts, una modalidad de expansión urbanística especialmente frecuente en el litoral mediterráneo. Cuando ya no se pudieron vender más pisos con vistas al paseo marítimo y la playa, los constructores viraron la estrategia a pisos con vistas a esos vergeles que son los campos de golf.

El estudio analiza que, para que un campo de golf de 18 hoyos pueda abastecerse de manera sostenible con agua regenerada, es precisa una ocupación del complejo residencial de 2.000-3.000 viviendas construidas o 1.500 con una ocupación permanente para mantener los efluentes que abastezcan al campo. Este retrato, matiza la sostenibilidad del riego por agua regenerada o depurada, ya que genera un consumo de miles de viviendas inexistente previamente. Sin embargo, estos matices no alteran un hecho: el golf es el mascarón de proa del turismo de lujo andaluz, por mucha “revolución verde” que esgrima la Junta de Andalucía.